(En el centenario de CJC, Padrón (La Coruña), 1916- Madrid, 2016)
Camilo José Cela sale de
España rumbo a Colombia “en el mes de mayo de 1953 en un avión de
hélice, con cien pesetas en el bolsillo y un divieso en la nalga
izquierda”- dice su hijo Camilo José Cela Conde1.
El futuro Nobel deja España un poco contrariado por la prohibición
de La colmena, que tuvo que publicar en Buenos Aires. Además
el emigrante literario gallego buscaba el éxito a cualquier precio.
Ya el año anterior había visitado Argentina y Chile, dando unas
conferencias con mucho éxito, sobre todo en Chile, donde conoce a
Curzio Malaparte, Alberto Moravia e Ilia Erenburg.
Cela, pues, traza un
amplio programa para recorrer siete países (Colombia, Ecuador,
Venezuela, Panamá, Puerto Rico, Cuba y la República Dominicana)
dando conferencias, tal como informa al Director General de
Relaciones Culturales, don Luis García de Llera; al final sólo se
materializan las invitaciones oficiales para las conferencias de
Colombia y Ecuador.
En Colombia es recibido
con expectación por la prensa y pronuncia sus conferencias, siempre
las mismas, ya sabemos que esto de la repetición de las conferencias
en Cela será proverbial: “Cuatro figuras del 98, Unamuno,
Valle-Inclán, Baroja y Azorín”, “Teoría de la novela” y
“Consideraciones sobre el oficio literario”. Dicta sus
conferencias en Bogotá, Popayán, Cali y Manizales, falla a última
hora Cartagena de Indias. Las opiniones de la prensa se dividen,
No es un buen momento
este para Colombia, a Cela le toca asistir el 13 de junio de 1953 a
la caída del dictador Laureano Gómez y al ascenso al poder del
teniente general Gustavo Rojas Pinilla, que gobernaría hasta 1957.
Pero la gran operación
diplomática de Cela será conseguir una gran entrevista con el
Presidente de Colombia, auspiciado por su anfitrión, Lucio Pavón
Núñez, recién nombrado ministro por su apoyo al golpe. La
entrevista, “Mi conversación con el Presidente de Colombia”,
aparece en la primera plana de El Espectador de Bogotá. El
27/06/1953. En ella Rojas Pinilla expone sus primeras ideas
políticas, sociales y económicas y pide paz y reconciliación entre
los colombianos.
Toda la prensa se hace
eco de esta entrevista, que es considerada como una especie de
programa político anticipado y la popularidad de Cela se catapulta
hasta cotas insospechadas. Hasta el embajador español le escribe a
García de Llera el 1 de julio en estos términos: “Como último
acto de su estancia en Colombia, obtuvo unas amplias declaraciones
del nuevo Presidente de la República (…), dichas declaraciones se
pueden calificar de sensacionales”2.
Después prosigue el
viaje a Ecuador, el 7 de julio y es recibido por el Secretario del
Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica y por el embajador
español, Antonio de Villacieros. Al día siguiente el Presidente
Velasco Ibarra le concede una audiencia y le encarga a su ministro de
Educación que sea un buen anfitrión.
Dicta tres conferencias
en Quito y la cuarta en Cuenca con público numeroso; pero en
Guayaquil el director de la Casa de Cultura y un nutrido grupo de
exiliados españoles boicotean la conferencia y tuvo que anularse. A
pesar de este incidente la visita de Cela se pude considerar como un
gran triunfo cultural para España.
Cela regresa a Bogotá el
20 de julio, asiste a las celebraciones del Día de la Independencia
colombiana y dos días después se embarca para Caracas.
Estando en Ecuador
nuestro novelista recibe una invitación del Centro Gallego en
Caracas para dar una conferencia y también para dictar un ciclo de
conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Central de Venezuela. Aún contando con la ayuda de sus paisanos y la
del embajador, el estatuto de Camilo José Cela en Venezuela es muy
distinto del que tenía en Colombia y Ecuador. Aquí no es un
invitado oficial del gobierno y huésped de honor, por el momento.
Camilo José Cela cumple
con sus paisanos disertando en el Centro Gallego sobre “Tres
facetas del alma gallega” y dos días después en el Teatro
Nacional sobre “La morriña, la típica y especial nostalgia
(saudade) gallega”. La prensa cubre ambas conferencias y también
destaca el ciclo patrocinado por la Facultad de Filosofía y Letras
en los salones de la Biblioteca Nacional.
Con toda esta actividad
Cela se va abriendo paso. Cuenta con la colaboración de su paisano
Silvio Santiago, director de actividades culturales del Centro
Gallego en Caracas, persona muy conocida por la prensa y la política
venezolana. También colabora la editora y escritora Amelia Góngora,
española residente en Caracas, que tiene los contactos necesarios
para hacer las presentaciones de rigor, dado que trabajaba en el
turismo, cuyo desarrollo era esencial en los planes del gobierno de
Pérez Jiménez.
Por estas u otras razones
el 3 de agosto de 1953 el doctor Humberto Spinetti Dini, director de
la Oficina Nacional de Informaciones y Publicaciones del Ministerio
de Relaciones Interiores, ofrecerá un cóctel para agasajar al
escritor español en los salones del club Paraíso. La fotografía de
El Nacional reúne a cuatro de los protagonistas principales
de esa velada: Spinetti Dini, Camilo José Cela, Amelia Góngora y
Laureano Vallenilla Lanz hijo.
En este cóctel Cela
conoce al hombre fuerte del régimen de Pérez Jiménez, a Laureano
Vallenilla Lanz y a los
pocos días, deja de ser el prometedor novelista español,
conferenciante invitado por el Centro Gallego para convertirse en
protegido del Ministro del Interior y huésped de honor de la
República.
Marcos Pérez Jiménez y
su ministro del Interior Vallenilla Lanz pretendían impulsar el
desarrollo de Venezuela mediante el turismo y la inmigración
europea, y como se había demostrado con Brasil, país del futuro
de Stefan Zweig, una obra de un autor consagrado podía ser un
instrumento de propaganda bastante eficaz para lograr dichos
objetivos. Hubo un rumor, entonces, que el ministro Vallenilla Lanz
pensó hacer el encargo, antes que a CJC, a Hemingway, a Camus o a
Curzio Malaparte, rumor cuya veracidad no se ha confirmado. La única
condición de la obra literaria era que tenía que ser de tema
venezolano.
El encargo, pues, recayó
en Camilo José Cela y por una suma importante, unos tres millones de
pesetas según estimaciones, abonados en dos plazos. El género
literario quedaba a disposición de CJC, que tardó en decidirse por
la novela; barajó el ensayo o el libro de viajes. Decidió escribir
una novela venezolana, cuya trama tiene como escenario el Llano: La
catira.
Cela es invitado en auto
oficial y con guías locales para recorrer el país. Incluso se le
facilita una avioneta de la Fuerza Aérea para recorrer los estados
del Sur y del Oriente. De tal forma que cuando termine la gira, el
novelista conoce el territorio venezolano mejor que muchos
venezolanos.
Y el mayor logro de don
Camilo durante su estancia en Venezuela fue la audiencia que le
concedió Marcos Pérez Jiménez el 1 de octubre de 1953, entrevista
que se publica en El Universal un mes más tarde. No cabe duda
que trata de repetir el éxito de Bogotá con Rojas Pinilla. El
resultado, no obstante, es diferente, porque Venezuela no es
Colombia, y Pérez Jiménez ya está bien asentado en el poder,
mientras que Rojas Pinilla acababa de llegar.
Con todo, la entrevista
forma parte del relanzamiento de las relaciones hispano-venezolanas.
GÉNESIS DE LA CATIRA
Evidentemente que la
dictadura de Pérez Jiménez trataba de promover la imagen de
Venezuela en el extranjero y, en especial, en la España de Franco,
de donde procedían, por esos años, muchos emigrantes canarios y
gallegos, sobre todo.
El encargo de La
catira pretendía promocionar a un régimen que había llegado al
poder por la fuerza en noviembre de 1948, derrocando al presidente
escritor Rómulo Gallegos y había falseado descaradamente el
resultado de las elecciones en 1952, que encumbró como presidente a
Pérez Jiménez.
Camilo J. C. durante su
estancia en Venezuela hizo abundante acopio de materiales para su
novela: fotos, mapas, vocabulario, libros, material que se puede ver
en la Fundación CJC en Iria Flavia; pero además también se dispone
de los borradores manuscritos editados por la Fundación en 2004: un
extenso manuscrito autógrafo digitalizado con fecha de comienzo de
9 de marzo de 1954.
La elección del género
es del propio Cela, como se ha dicho, novela rural, regional (del
Llano como epítome de Venezuela) y vernácula, intentando calar en
la entraña venezolana. Opta por la novela pensando que es el género
que puede tener mayor difusión en el mundo hispánico.
Pero la osadía de Cela
no se basa sólo en La catira, sino que proyectaba escribir un
vasto ciclo novelesco que comprendía otras cinco novelas, lo que le
supondría 10 años de trabajo y llevaría el título de “Historias
de Venezuela”, antetítulo de La catira.
En una carta que le envía
al ministro Vallenilla Lanz, el 23 de marzo de 1954, Cela le traza
las líneas de su proyecto, “siempre bajo el título genérico de
“Historias de Venezuela” voy anotando datos y escenas para los
siguientes libros (…):
La flor del frailejón,
novela de los Andes; La cachucha y el pumpá, novela de
Caracas; Oro chocano, novela de la Guayana; Las inquietudes
de un negrito mundano, novela del Caribe y una última (…)sobre el mundo del petróleo (el Zulia)”3.
Sabemos que este
ambicioso proyecto, que debía proyectar la imagen de Venezuela por
toda Europa, no se llevó efecto; ya que la polémica de la
presentación de La catira en Caracas en 1955, pondrá fin a
la colaboración del novelista gallego con el gobierno del coronel
marcos Pérez Jiménez.
FUENTES DE LA CATIRA
Tenemos primero el libro
de Rafael Bolívar Coronado, El llanero, estudio de sociología
venezolana, publicado en Madrid en 1918 y se sirve de él para
rodear la ficción de detalles autóctonos, como las numerosas coplas
que se citan en la primera parte de la novela.
Además Rafael Bolívar
Coronado es el autor de la letra de la zarzuela, Alma llanera,
que se estrenó en Caracas en 1914 con la compañía de Matilde
Rueda. Del éxito de la zarzuela se desprendió un corrido, que
interpretado hasta la saciedad con los instrumentos llaneros
tradicionales: arpa, cuatro y maracas, acabó convirtiéndose en el
segundo himno nacional venezolano:
Yo nací en
esta ribera
del Arauca
vibrador.
Soy hermano
de la espuma,
de las
garzas, de las rosas
y del sol,
y del sol.
En el Llano, esa región
central, se inicia la gran epopeya fundacional de Venezuela; en ese
primitivo escenario, descrito como una tierra de nadie, donde crece
el ganado salvaje, y adonde, en tiempos remotos, huían a esconderse
los esclavos cimarrones, los indios que abandonaban las encomiendas y
todos aquellos que tenían cuentas pendientes con la justicia
colonial.
Cela durante el proceso
de redacción (febrero-septiembre de 1954) pide a Caracas
bibliografía de consulta como el Glosario de bajo español de
Venezuela (1929) de Lisandro Alvarado; la Enciclopedia Larense
(1941) de Rafael Domingo Silva Uzcátegui; El castellano de
Venezuela (1949) del lingüista Julio Calcaño, Lengua y
cultura de Venezuela (1954) del filólogo Ángel Rosenblat,
varios catálogos de la flora y la fauna llanera y hasta un mapa en
relieve del país. También maneja Cesarismo democrático y
Disgregación e integración de Vallenilla Lanz padre.
Con todo este material
Cela iba a redactar la novela más venezolana de entonces, la novela
del Nuevo Ideal Nacional.
Y en resumen lo que se
nos cuenta en la novela es la consolidación del liderazgo regional
de una gamonal llanera, Pipía (Primitiva) Sánchez, conocida como la
catira.
LA CATIRA, NOVELA LLANERA
Portada de la primera edición, 1955 |
La catira ubica la trama
en los Llanos de Guárico y Apure. El título es llanero, igual que
los subtítulos de los capítulos: “Moquinga”, “El ojo del
zamuro” etc y por supuesto las cuidadas ilustraciones de Ricardo
Arenys de la edición príncipe (una serie de finos dibujos de los
indómitos caballos llaneros), colocados al principio de cada
capítulo por unidades, por parejas o por conjuntos.
La novela se compone de
dos partes, de 5 capítulos la primera, titulada, “Viento Oeste,
viento Barinés” y por subtítulo, “La guerra”; la segunda
parte consta de 4 capítulos, que se titula, “La garza en el
cañabraval”y se subtitula, “La paz”.
Los capítulos de dividen
en secuencias, separadas por espacios en blanco, al modo de La
colmena, aunque un poco más extensas.
Cela utiliza un lenguaje
extraño: el habla popular de los Llanos venezolanos, esto dice:
La catira
es, en mi intención, un canto arrebatado a la mujer venezolana.
También a la tierra venezolana. (…) en la catira ensayé (…) la
doble experiencia de la incorporación del mundo americano y su
peculiar lenguaje la literatura española. Sé bien que su lectura
no es fácil, tanto por el empleo de palabras no habituales en el
español de España como por la figuración que me propuse de su
fonética. En la edición incluyo un vocabulario de venezolanismos,
de cuyas 896 voces hago aquí gracia al lector” (…) a La catira
le fue otorgado del Premio de la Critica 1956, único galardón que
recibí.4
Los hechos se desarrollan
en el Llano venezolano y el tiempo avanza sin rupturas. La segunda
parte discurre por el tiempo de la escritura de la novela (1954) y la
primera dieciséis o dieciocho años antes (se hace alguna alusión a
la guerra civil española).
La novela tiene como eje
al personaje femenino que da nombre al texto, la catira, rubia,
blanca, muy hermosa y mujer de mucho carácter, Primitiva Sánchez,
“Pipía”, cuyo papel en la obra resalta el amor a la tierra y su
valor como fuente de riqueza. La catira se consagra a mantener unidos
y apaciguados sus hatos, para los que sueña un heredero de su propia
sangre.
Pero veamos su argumento:
La catira Pipía Sánchez
huye del hato del Pedernal y del dominio de don Froilán Sánchez, de
quien pasaba por ser su hija sin serlo5,
para casarse con don Filiberto Marqués en el hato de Potreritos. Don
Froilán envía a sus hombres para que se la devuelvan. Tras el
enfrentamiento entre los dos bandos la catira queda viuda y huérfana-
ella misma mata a don Froilán- y dueña de ambos hatos y de sus problemas con un caporal rebelde, Aquiles Valle, homosexual, asesino
y violador6,
que es vencido por Juan Evangelista Pacheco.
Más tarde vuelve a
casarse, ahora, con don Juan Evangelista Pacheco, el más fiel
colaborador de su difunto esposo don Filiberto Marqués. Vuelve a
enviudar, esta vez con un hijo, en el que tiene puestas sus
esperanzas, ya que piensa que será el heredero de todas sus
posesiones, a las que con la muerte de su segundo esposo se han
añadido los hatos Primavera (por compra a sus primas, misia Marisela
y misia Flor de Oro) y Coracero Largo (propiedad de don Juan
Evangelista), que serán unificados con un solo hierro, bajo el
nombre de La Pachequera.
El joven Juan Evangelista
muere en un accidente de coche. La catira recibe ofertas de compra, a
las que no accede por considerar que “hasta que el mundo reviente e
la viejera, la tierra tié que se e mismitica que la apaciguó (pp.
356-357).
“Toos lo tenemos que
entendé…La tierra quea, negra… La tierra que siempre…manque
los cielos lloren, durante días y días, y los rios se
agolpen…manque los alzamientos ardan, güeno, y mueran abrasaos los
hombres…manque las mujeres se tornaran jorras, negra…” (2ª
parte, IV, p. 356).
La catira como
Doña Bárbara son dos novelas con mensaje nacionalista; pero
existe entre ellas una diferencia notable en el modo de abordar la
cuestión llanera. Por un lado la novela de Rómulo Gallegos es una
ficción liberal e ilustrada sobre la posibilidad de transformar los
llanos y someter la violencia al imperio de la ley. Con la acción
del abogado Santos Luzardo, quien evita convertirse en un nuevo
cacique llanero, todo puede cambiar.
La caudilla (gamonal),
Doña Bárbara puede ser derrotada y rescatada de su infierno, aunque
sea por amor. Sin duda Doña Bárbara fue una respuesta
literaria al determinismo histórico que planteaban ensayos como
Cesarismo democrático de Vallenillas Lanz padre, intelectual
orgánico del gomezismo (del dictador Juan Vicente Gómez).
Camilo José Cela,
influido por la lectura de Cesarismo democrático y por las
ideas del ministro Vallenilla Lanz hijo sobre el país, escribe una
novela sobre la necesidad de un caudillo (o caudilla) y sobre la
fidelidad telúrica a la región. Por eso la novela resulta
tradicionalista, aunque se aderece con escenas procaces y
tremendistas como la violación y el asesinato del peón Gilberto
Flores, que producirá tanto escándalo.
En realidad el encargo
(pluma mercenaria) de La catira cumple con los objetivos del
régimen perezjimenista; ya que exalta los valores conservadores de
la tierra llanera: el culto al pasado, la lealtad al jefe, el arrojo
personal, el machismo y la fuerza.
En el mundo de la Pipía
, aunque hay autos americanos, nevera, y pronto llegará la radio y
la televisión y tampoco se oculta el progreso de la industria del
petróleo; esto dicen tres peones del el Pedernal, cuando abandonan
el hato: “Nosotros nos vamos a dir pal petróleo, don; allá hay
muy güena realera” (1ª parte, I, 60), nada cambia: los blancos
son los dueños de los hatos, los indios poseen un olfato y un oído
como los animales, los negros tienen instintos y los homosexuales son
castigados por la propia naturaleza, como al capataz Aquiles Valle,
que es devorado por los peces caribes (las pirañas).
En cuanto al lenguaje
utilizado CJC comete el gran error de elevar el habla llanera (la
oralidad) a la condición de lengua literaria venezolana, marchando
en contra de la tradición y esto perturba al lector venezolano.
Y, además, el método
que sigue Cela para recrear el habla llanera es muy poco serio.
Primero redacta la novela en un castellano normal, y luego va
colocando las frases con giros y expresiones supuestamente llaneras;
mutila las palabras hasta convertirlas en unos extraños fantasmas
verbales muy ‘llaneros’.
Por lo tanto las
estructuras sintácticas de la novela siguen siendo básicamente las
de un castellano peninsular, adornadas con venezolanismos y elementos
del léxico llanero, pero que se emplean mal o se colocan fuera de su
sitio habitual dentro de la frase venezolana.
Después el narrador se
expresa en un castellano normativo, mientras que los llaneros tienen
todos el mismo registro de voz, habla igual el cura, el licenciado,
el capataz, el peón que el dueño del hato. Incluso
Telefoníasinhilos y Saludable Fernández son de Maracaibo, pero se
expresan en lenguaje llanero.
LA RECEPCIÓN DE LA
CATIRA
La catira sale a
las librerías españolas el 14 de marzo de 1955 publicada por la
editorial Moguer y la crítica le es favorable (Antonio Vilanova,
Juan Ramón Masoliver, José Mª Castellet, Martínez Cachero); sólo
Manuel G. Cerezales, el esposo de Carmen Laforet, emite una opinión
contraria en su reseña del diario Informaciones. Esto dice
Manuel Cerezales: “Los personajes de La catira son solo fantoches,
que, a veces parecen cobrar voz y vida propia”; también señala la
ausencia de intención política, que separa el ejercicio lingüístico
de Cela del de Valle-Inclán en Tirano Banderas, sigue: “la
novela serviría (…) como confirmación del atraso, de la miseria y
de las primitivas condiciones de existencia en que vive el pueblo
venezolano, es decir, que lo que en Gallegos es denuncia, en Cela
aparece como una prueba objetiva”.7
Cela viaja a Caracas el
22 de marzo de 1955 para presentar su novela. La recepción crítica
de La catira, por el contrario, fue totalmente negativa en
Venezuela, entre las más destacada está la del periodista de El
Universal, Manuel García Hernández, adicto al régimen, que en
fecha del 25/04/ 1955 dice lo siguiente:
La catira
es sucia, inmoral y ofende a Venezuela (…) Ni como ficción (…),
ni como simple estudio de caracteres regionales, ni como argumento
representativo de la cultura que haya podido ver en el llano (…)
puede considerarse esta desfiguración lingüística y civil de los
habitantes venezolanos en una vasta región en que los criminales no
encuentran sanción judicial y en que las víctimas son enterradas
bajo los árboles o llevadas a la caribera para su exterminio total,
o entregados a los zamuros para penalidad extrema8.
Elías Toro desde El
Nacional, 27/04/1955, publica un artículo titulado simplemente
“La catira”, y aparte de otras consideraciones sobre la génesis
(el encargo del gobierno)), sobre el lenguaje dice claramente:
Nuestro
novelista emplea en toda la obra una jerigonza incomprensible
compuesta de refranes, modismos, expresiones truncas, palabras
incompletas y giros mal usados que demuestran (…) que por más
fascinado que estuviera y obedeciendo a la hermosa inspiración que
suponíamos en él, no podía en su precipitación asimilar ni
comprender al hombre de nuestros llanos.9
Mariano Picón Salas
señala el desfase entre La catira y las expectativas de las
letras venezolanas en 1955: “Mientras que los escritores
venezolanos quieren, superando o meramente anecdótico y coloquial,
conquistar los temas y la problemática más general del hombre, el
novelista parece llevarnos a los días del costumbrismo, cuando cada
página debía acompañarse de un glosario”10.
Miguel Otero Silva, ante
tanto malestar comenta a propósito del lenguaje:
“Tal vez
lo que produce mayor enojo a leer La catira es el léxico. Todos sus
personajes- el cura, el poeta, el abogado (…) la criada, el peón-
hablan al unísono una jerigonza incomprensible aun para el más
curtido de los venezolanos. Es un dialecto singular, construido a
base de regionalismos diversos, cubanismos, andalucismos,
contracciones arbitrarias, giros inusuales en nuestro idioma,
salpicados de obscenidades e indecencias.11
Camilo José Cela, ante
tanta crítica, no puede seguir callado
y el 28 de abril contesta a las críticas en una entrevista en
Últimas Noticias bajo el título “No acepto que mi libro
ofende deliberadamente a Venezuela” y referente al lenguaje
empleado en La catira dice:
Todas las
voces usadas en La catira
las saqué de autores venezolanos, desde el doctor Calcaño, hasta
Ángel Rosenblat, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietro…El lenguaje
empleado en mi novela es, (…) el del bajo, nobilísimo y valeroso
pueblo llanero. Al incorporar los desgarrados popularismos
venezolanos a mi labor, no he hecho otra cosa que seguir la
trayectoria que me marqué en La colmena
al intentar dar valor literario a los también desgarrados
popularismos madrileños. En mi libro figura un glosario de
venezolanismos que agrupa (…) 896 voces de este país. Esa es mi
contribución a la filología venezolana y me considero muy
satisfecho de ser corregido y discutido. La lengua la forma el pueblo
y nadie más que el pueblo y a él nos debemos los escritores.12
Cela contrariado y
molesto por las malas críticas a La catira abandona Caracas
el 5 de mayo de 1955 sin despedirse del ministro Vallenilla Lanz.
La academia de Venezolana
de la Lengua echa su cuarto a espadas y pone punto final a la
polémica en torno al lenguaje de La catira en estos términos:
Esta
Academia (…) juzga que la obra (…) publicada en España,
intitulada Historias de Venezuela, La catira de Camilo José Cela,
adolece del defecto de presentar como habla típica popular de la
región llanera venezolana, algo que es una mera combinación según
el gusto personal del autor, quien ha reunido y usado a capricho (…)
voces y locuciones tanto de diversas regiones de Venezuela, como de
alguna república americana y aun de España. De esta manera se ha
querido presentar como real y típica del llanl una jerigonza que,
aun hecha a base de venezolanismos, nada tiene que ver con la
realidad de nuestra habla popular.13
Alonso Zamora Vicente
refiriéndose a la lengua de La catira dice:
En América
existe una enorme distancia entre la lengua hablada y la lengua
escrita (…) Es indudable que las gentes que en América pueden hoy
leer la novela (…) ni hablan ni escriben como se ve en La
catira, exclusivamente. No, aquellas gentes
se van haciendo, aún, su lengua literaria. Y tienen muy lejos el
tiempo en que un tipo de literatura a base de vulgarismos o
ruralismos o localismos se quiso convertir en prototipo de los
nacional. Recordemos la falsía, ya superada, de lo gauchesco
respecto as los países del Plata; lo mismo que (…) nosotros,
hispanohablantes europeos, no podemos considerar típicamente
nuestro, representativo literariamente hablando, el habla de Arniches
o de José Mª Gabriel y Galán.14
RASGOS ESTILÍSTICOS
En cuanto a los rasgos estilísticos podemos destacar los siguientes aspectos: la repetición del nombre completo de un personaje, el humor a través de los nombres propios de algunos personajes, el sexo, lo real maravilloso y el tono lírico.
La repetición del nombre
completo de un personaje (“Gilberto Flores no era catire. Gilberto
Flores aún tenía las carnes tibias.Gilberto Flores tenía la boca
amarga. Gilberto Flores no tenía el pecho latidor”); la repetición
del nombre con una característica física (la catira Pipía Sánchez,
el vereco Nicanor Poveda, el mocho Clorinda López) o algo que indica
el origen o la raza (el indio Fortunato García, el mestizo Pedro
Apóstol Taborda, la negra Cándida José). Estas repeticiones dan
morosidad a la narración.
También tenemos el humor
a través de los nombres propios de algunos personajes entre cómicos
e inverosímiles. Podemos considerar esta onomástica de
extravagante, así: Telefoníasinhilos de Vásquez R. y sus seis
hijos: Sesquicentenario del Lago, Helicóptero y Superheterodino y
los tres de su primer esposo, Libertad de Asociación Gutiérrez-
Tucán, Televisay y Penicilina; y los hermanos de Telefoníasinhilos,
Armisticio (beisbolero) y Saludable Fernández (rumbera), con el
sobrenombre de El Ardiente Vendaval de Guanabacoa.
El sexo truculento
también tiene presencia en La catira. Los peones Gilberto
Flores y Nicanor Poveda violan a la india María: “cabalgándola
como a una mansa potra esquiva y desesperada” (1ª parte, III, 97).
Aquiles Valle, el caporal
rebelde, homosexual y necrófilo, mata y viola al peón Gilberto
Flores.
La negra Mª del Aire,
aquí sin tremendismos, se rinde apasionada a las pretensiones
amorosas del caporal Feliciano Bufanda.
Y por último El
Ardiente Vendaval de Guanabacoa, la rumbera Saludable Fernández,
se pone amorosa con el sudor: “ –Ah, y que estoy toita sudá,
pues, como le gusto a mi amó” (2ª parte, III, 295); o también:
“Al El Tornado Cubiche (otro sobrenombre de Saludable
Fernández), la presencia de la muerte (…), la ponía cachonda.
Cachonda como la criada que degüella al pavo sujetándole el tibio
gañote entre los muslos” (2ª parte, III, 318).
Lo real maravilloso o el
realismo mágico se asoma a las páginas de la novela en los
personajes de Moquinga o Guardajumo, denominaciones del demonio y en
las supersticiones de los llaneros.
El tono lírico se pude
observar en estos pasajes:
“En el
horizonte se pintaron, viejas y elegantes, las nubes de la tarde. Lo
mismo que el día del peleón del Turpial. El llano, a veces, varía
poco, muy poco” (1ª parte, IV, 172)
Don Juan
Evangelista Pacheco, saliendo de decirle adiós a la catira, se llegó
al ceibo que sombreaba los restos del amo Filiberto (…) y se estuvo
con los ojos prendidos en la verde hierba, un tiempo raro y sin
medida, un tiempo durante el que escuchó latir, como una sonorosa
frágil esquila de cristal, al corazón (1ª parte, V, 193).
La negra Mª
del Aire y el caporal Feliciano Bufanda se veían todas las noches,
entre el verde y ruidoso maíz, a la alta luz de las estrellas (2ª
parte, I, 238)
Y el tono lírico final
se manifiesta en: “la tierra queda. La tierra queda siempre. Aunque
los ríos se agolpen (…) Aunque los hombres mueran (…). La tierra
se alimenta de muertos” (2ª parte, IV, 329).
VALORACIÓN
La catira, como
obra de encargo del régimen dictatorial del coronel Marcos Pérez
Jiménez, se enclava dentro de la literatura (comprometida) como
instrumento al servicio del poder; por esa razón se movía entre
dos aparatos propagandísticos: el nacionalismo perezjimenista (el
Nuevo Ideal Nacional), que ya entonces se declaraba bolivariano, y el
viejo concepto de la Hispanidad, estamos en 1953, que el régimen de
Franco lanzaba en términos neoimperialistas.
El gran error CJC fue
intentar transcribir el habla de los llaneros; pues fue ahí donde se
centraron las críticas y el rechazo de la novela. El novelista
gallego reivindicaba que el lenguaje de La catira era un fiel
reflejo del habla llanera y adjunta 896 voces que lo prueban. Pero
transcribir palabras para construir un lenguaje por mimetismo y
pretender escribir una novela llanera venezolana es, incluso, muy
difícil para un venezolano no originario de los Llanos, y mucho más
para un gallego que pasó un pequeño periodo en el país. Por tal
motivo La catira fue rechazada por el gobierno, los opositores y los
críticos.
Pues si bien es verdad
que el espacio y los personajes son llaneros, el autor es español y
entonces el encargo del Nuevo Ideal nacional y la mentalidad natural
de la Hispanidad franquista se encuentran, chocan y raras veces
coinciden. El resultado nunca estuvo a la altura de las expectativas
de los jerarcas del régimen pérezjimenista ni de la oposición.
La catira viene a
ser una novela bronca con su taracea tremendista y procaz, en cuyas
páginas el esencialismo llanero procedía del correlato
carpetovetónico que CJC cultivaba a propósito del paisanaje
español.
Una novela conductista,
de personajes apenas esbozados, sin ideas; y en la que Primitiva
Sánchez (Pipía) muestra su voluntad de poder, creando sus propias
normas morales y de todo tipo y apegada a la tierra, que es lo que
permanecer; para nada se impulsan reformas modernizadoras del Llano;
todo debe permanecer inmutable, como el régimen que realiza el
encargo.
BIBLIOGRAFÍA
Cela Camilo José,
Historias de Venezuela, La catira, Editorial Moguer S. A.
Barcelona, 1955, 1ª edicion. Ejemplar de lectura y citas textuales.
- Mis páginas
preferidas, Editorial Gredos, Madrid,
- Edición facsimilar
del manuscrito de La catira, A xoubiña voadora, nº 4,
Fundación CJC, Iria Flavia, Padrón (la Coruña), 2004.
Cela Conde, Camilo José,
Cela, mi padre, Ediciones de Hoy, Madrid, 1989, 6ª edición
- Cela, piel adentro,
Destino, Barcelona, 2016
Guerrero Gustavo,
Historia de un encargo: la catira de CJC, Anagrama, Barcelona
2008
Platas Tasende, Ana Mª,
Camilo José Cela, Editorial Síntesis, Madrid, 2004
Pryevalinsky, Olga, El
sistema estético de CJC. Expresividad y estructura, Editorial
Castalia, Valencia, 1960
Zamora Vicente, Alonso,
Camilo José Cela (Acercamiento a un escritor), Editorial
Gredos, Madrid, 1962
Madrid, 25 de octubre
de 2016
Anastasio Serrano
1
.- Cela Conde Camilo José, Cela, mi padre, Ediciones Temas
de Hoy, Madrid, 1989, 6ª edición, p. 67.
2
.- Nota tomada de Guerrero Gustavo, Historia de un encargo: La
catira de Camilo José Cela, Editorial Anagrama, Barcelona,
2008, p. 50 (Obra en la que se basa la mayor parte de este estudio)
3
.- Carta de CJC, Pollensa, 23 de marzo de 1954. AFCJC, 95,
V-C. Cita tomada de Historia de un encargo. P. 99
4
.- Cela Camilo José, Mis páginas preferidas, Editorial
Gredos, Madrid, 1956, p. 179
5
. Esta es la conversación entre don Job Chapín (sacerdote) y don
Juan Evangelista Pacheco, hombre de confianza de don Filiberto
Marqués:
(…) ¡Usté sabe, don Froilán también, que
la catira no era hija suya!
- Lo que pasa, güeno, es que don Froilán
había andao con las venéreas, pu aquellas fechas, y tenía
esatendida a misia Chabelonga, que era hembra muy amorosa. ( La
catira, 1ª parte, II p.62).
Por lo tanto el supuesto padre de
la catira es su tío, don Froilán Sánchez, con quien ha vivido
hasta los 20 años, sin poder hacer nada sobre el asesinato de su
padre real, don Servando Sánchez, ordenado por su tío. Como vemos
el melodrama o folletín llanero está servido con la huída de
Pipía Sánchez para casarse con el dueño del hato vecino.
6
.- Este es el pasaje más tremendista de La
catira: “Aquiles Valle se abalanzó sobre Gilberto
Flores y los dos rodaron por el suelo (…) y Aquiles Valle fiero
como un tigre rijoso, tumbó al peón de un tajo en el gañote (…)
Aquiles Valle a carcajadas siniestras, gozó el cadáver del peón”
p. 144
7
.- Cerezales Manuel, “la catira” en Informaciones,
Madrid, 16/04/1955, p. 12. Nota tomada de Historia de un
encargo, p. 215
8
.- O. Cit. p. 232
9
.- O. Cit, p. 235
10
.- O. Cit, p.237
11
.-O. Cit, p. 240
12
.- O. Cit, p. 243
13
.- O. Cit, p. 250
14
.- Zamora Vicente, Alonso, Camilo José Cela (Acercamiento a un
escritor), Editorial Gredos, Marid, 1962, pp. 200-201
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