lunes, 28 de mayo de 2018

DOS BOHEMIOS LEONESES EN MADRID: Pedro Barrantes y Mario Arnold


                  

                           
I.- INTRODUCCIÓN



 


                              
                                                                                                                                       
                                                                  Enrique Pérez Escrich                       
                                                                      
 
 
 
 La bohemia como movimiento cultural aparece en París en el siglo XIX, siendo el Barrio Latino su centro neurálgico. Henri Murger en Scènes de la Vie Bohème1 (1847-1849) le dio proyección al fenómeno y sirvió de pauta de inspiración a grandes obras posteriores en diversas manifestaciones artísticas, como El frac azul2 de Enrique Pérez Escrich (1864), novela con la que se inaugura la literatura bohemia en España. La ópera La bohemia de Giacomo Puccini (Turín 1896), esta obra tuvo un a respuesta paródica titulada La Golfemia de Salvador María Granés, que se estrenó en el Teatro de la Zarzuela el 2 de mayo de 1900; su éxito fue tal que la palabra golfemia se incorporó al habla popular madrileña. La zarzuela Bohemios de Amadeo Vives, estrenada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en 1904 y está basada en Scènes de la Vie Bohème de Murger. La novela en clave de Ramón Pérez de Ayala, Troteras y danzaderas de 1913 también nos traza un friso de la bohemia modernista madrileña anterior a la Primera Guerra Mundial. Teófilo Pajares es el prototipo del poeta modernista y podía representar a Marquina o a Villaespesa. Ramón del Valle-Inclán en su primer esperpento, Luces de bohemia de 1920, entona el canto del cisne de la bohemia patria. Y ya dentro de la canción ligera está La bohemia (1966) de Charles Aznavour: “Bohemia de París/ alegre, loca y gris/ de un tiempo ya pasado”, evocación nostálgica del París finisecular.

El término bohemia hace alusión a la cultura de los gitanos, tradicionalmente llamados bohemios en Francia por proceder de esa región de Bohemia en la actual República Checa. El gitano-bohemio tenía una escala de valores muy diferente al de la sociedad burguesa y ese estilo de vida, en parte, lo adoptaron los artistas e intelectuales del momento.

El tópico del bohemio muestra a un individuo varón, con vocación de artista, de aspecto despreocupado, apariencia llamativa (con pipa, chalina, melenas y sombrero puntiagudo) y ajeno al comportamiento de la sociedad burguesa. El bohemio defiende la libertad, la creación artística, el enriquecimiento intelectual y el interés por las manifestaciones culturales.

En España en el último tercio del siglo XIX y en Madrid se reunió una bohemia artística y literaria adicta a los cafés y a la noche, cuyos integrantes convivieron con las grandes figuras del realismo, naturalismo, Generación del 98 y Generación del 14. Trabajaban en los periódicos y en las
editoriales en aquel Madrid, “absurdo, brillante y hambriento”.

Además del atuendo característico, los bohemios conviven con la pobreza y la adicción al alcohol. La pobreza les lleva a agudizar el ingenio para dar el sablazo cotidiano, para poder sobrevivir y pagar el hospedaje en la modesta pensión de Hans de Islandia, cuyo lema era: “Casa económica para pernoctar. No se fía ni a Dios”. Costaba 50 céntimos.

Pedro Luis de Gálvez, Barrantes, Buscarini y Vidal y Planas fueron bohemios pobres por temperamento. Hubo otros bohemios con posibles que se alistaron en sus filas por estética como Hoyos y Vinent y Avaro Retana. Emilio Carrere fue un bohemio escéptico, que se encontró con esta forma de vida en los cafés y se apuntó con prevención. Valle-Inclán estuvo en la bohemia por amor al arte.

El alcohol, en el que buscaban inspiración los bohemios, tenía tres colores el blanco del aguardiente, el morado (morapio) del vino y el verde del ajenjo, popularizado en Madrid por Alejandro Sawa. Casi todos los bohemios bebieron en exceso y a algunos les costó la vida, como a Pedro Barrantes y Joaquín Dicenta.

La bohemia española fue un reflejo de la francesa de la primera mitad del siglo XIX y es esencialmente madrileña, pues Madrid atraía con su fuerza centrípeta a todos aquellos aspirantes a la gloria artística o literaria. Esta bohemia no se entiende sin las calles, las tabernas, cafés y plazas en ese ‘Barrio Latino’, en torno a la calle de San Bernardo, por una parte, y la Puerta del Sol, por otra.

La base de aquella bohemia la formaban los escritores del decadentismo modernista como Villaespesa, Manuel Paso, Alejandro Sawa, PEDRO BARRANTES, Antonio Palomero, Alfonso Tovar, Joaquín Dicenta y Eduardo Zamacois; a este grupo se acercan los hermanos Machado, los Baroja, Juan Ramón Jiménez y Valle-Inclán. También coquetearon con la bohemia Ramón Gómez de la Serna y Rafael Cansinos-Asséns

Hay un segundo grupo generacional de principios del siglo XX formado por Emilio Carrere, Eliodoro Puche y Pedro de Répide como elementos de enlace con la bohemia finisecular o santa bohemia o heróica.

Y un tercer grupo integrado por Pedro Luis de Gálvez, Alfonso Vidal y Planas, Armando Buscarini y MARIO ARNOLD; con este tercer grupo termina la bohemia histórica española; pues Pedro Luis de Gálvez revivió su vida de bohemio en las barricadas de 1936 y al terminar la guerra fue fusilado; Armando Buscarini murió en 1940 en el Hospital Psiquiátrico de Logroño, Vidal y Planas y Mario Arnold tomaron el camino del exilio, el primero a Méjico y el segundo a Caracas.

Vamos, pues, a estudiar la trayectoria vital y la obra de dos autores nacidos en la ciudad de León: Pedro Barrantes, perteneciente a la bohemia finisecular y Mario Arnold, pertenciente al grupo final de la bohemia histórica española, el que se extinguió al final de la Guerra Civil.


II. PEDRO BARRANTES3

Nació en León en 1860 de una familia de comerciantes valencianos, afincados temporalmente en León; pero en 1870 los Barrantes regresaron a Valencia huyendo de los acreedores.

En Valencia Pedro destaca como calígrafo, lo que le supone ingresar como pendolista en el Gobierno Civil de la Primera República, siendo Gobernador don Ramón Chies4. De esta relación con Ramón Chies surgen las primeras colaboraciones en prensa en la revista anticlerical, Las dominicales del libre pensamiento, fundado en 1882.

Estas colaboraciones periodísticas son, en su mayor parte, poesías reivindicativas en pro de la República y en contra de las Asociaciones de Padres de Familia. Estos poemas son más bien toscos e incendiarios, un poco en las línea de sus primeros libros, Anatemas y Delirium tremens.

Sin embargo en febrero de 1894, Barrantes se retracta de sus ideas anticlericales incendiarias publicando la siguiente nota en La Época: “El director racionalista Pedro Barrantes se ha retractado de las ideas librepensadoras por lo que la Asociación de Padres de Familia han retirado los procesos que tenía incoados contra él”.

Pedro Barrantes se pasa cinco años publicando en los diarios religiosos (de 1894 a 1899): El Movimiento Católico y La Ilustración Católica y publica el libro de poemas Tierra y cielo (1896) de hondo contenido religioso.

Estos cambios de bando en pro o en contra de la religión es de suponer que los haría para arrimarse al árbol que más sombra le diese, dadas sus condiciones de bohemio irredento.

Pero, enseguida, volverá al camino rebelde, previo a su conversión, con sus libelos y colaboraciones en revistas sicalípticas como La Vida Galante de Eduardo Zamacois.

No cabe duda que su retractación de La Época es bastante cuestionable, sin duda responde a las necesidades de la vida pícara de hampón. Su vida habitual no podía llevarle a las ideas neocatólicas, sino a las ideas propias de la revolución y el anarquismo, aunque su adscripción política no sea relevante.

Posteriormente y por un duro diario, firmaba los artículos problemáticos del periódico republicano El País. Esta asunción de responsabilidades le llevará a un periplo interminable por juzgados y cárceles. Desde la cárcel Modelo escribía cartas en las que se autodenominaba, “El emperador de los Zarrapastrosos”, “El coplero Miserable”, “El Rey de las Ratas y de las Cucarachas”, con estos sobrenombres también firmó algunas colaboraciones en prensa.

En 1899 la imprenta de Antonio Marzo le edita unos folletos difamatorios dedicados al padre Sanz y a los generales Polavieja y Weyler. Estos libelos le supusieron un nuevo ingreso en la Modelo, donde, a instancias de los generales y el cura, fue duramente torturado hasta con ingestión de matarratas, lo que le produjo una perforación intestinal. Dado por muerto, fue depositado en un coche con otros cadáveres de ajusticiados; pero despertó en una fosa común del cementerio del Este y se salvó, con lo que tenemos a un verdadero 'anastasio' (vuelto a la vida), aunque no la había perdido del todo.

Eduardo Zamacois dice : “Barrantes era alto, con angulosa cabeza, con ancha calva, barba, que , luego, se cortó. Tenía una voz grave y profunda, de dicción lenta, que le hacían respetable y atrayente. Buena parte del secreto de su amenísima charla provenía de sus dientes postizos, pues por miedo a que se le cayeran hablaba despacio”.

Emilio Carrere en la necrológica que le dedicó dice: “Pedro Barrantes era un absurdo personaje a quien el aguardiente dictaba discursos truculentos y versos demoniacos”.

Barrantes destaca por su delgadez, sus ojos penetrantes y su boca desentada, provista de una prótesis dental, que daba a sus palabras una resonancia extraña y que una ocasión la arrojó a la calle, cuando estaba recitando unos versos en una taberna; porque no le salían con la entonación habitual, por el crujir de la prótesis.

Todos hablan de su raído y pardo macferlán, que siempre llevaba puesto y por eso le llamaban “el poeta color castaña”.

Con su poesía pretendía impresionar con crueldades y transgresiones, que encubrían un espíritu bastante ingenuo. Sostenía que los asesinos del Huerto del Francés, Aldije y Muñoz Lopera, que habían matado y enterrado a seis hombres en una timba clandestina, eran los hombres más importantes del siglo. Recitaba con voz cavernosa:

Soy el terrible Muñoz/ el asesino feroz/ que nunca se encuentra inerme/ y soy capaz de comerme/ cadáveres con arroz”.

Como dice Emilio Carrere: “sus macabrerías grotescas eran una máscara para divertir o espantar a los pazguatos. En lo hondo llevaba el dolor de su fracaso, de su vida vacía y anulada (…). Él sentía amargamente sus lacras, su prematura vejez y su catadura burlesca de polichinela destrozado”.

En los últimos días, el médico le prohibió beber agua a él, que apenas la había probado en su vida; se moría de sed y pedía un vaso de agua a la portera, que le cuidaba, hasta que cedió a sus ruegos, lo que le propició la muerte inmediata al infortunado vate. Era un 10 de octubre de 1912. La comitiva fúnebre salió de la calle Huertas y acompañaban el cadáver el portero de la casa y un amigo.

 
 
 

 
 
 
 
 En cuanto a su poesía, Delirirum Tremens5 (1890), reeditado en vida del autor con correcciones y aumentos (1910), es el libro que más fama le dio, tal vez por la truculencia de su título. Los versos de Delirium tremens parecen haber sido escritos en pleno ataque de “delirium tremens”, dada la adicción al alcohol del vate Barrantes

 Su poesía, gira en la órbita de la excrecencias de ese Romanticismo tremebundo cultivado por los epígonos de Espronceda con gotas de socialismo elemental y un gusto por lo maldito, que, en ocasiones, roza la comicidad.

Así en “El soliloquio de las rameras”, su poema más conocido, se mezcla la denuncia social con lo truculento:

Nosotras somos la mundana escoria

nosotras somos el placer y el mal.

¡Viciosa juventud, ebria de gloria!

¡Ven y disfruta el goce material!

(…)

Somos el retrete inmundo

donde va deponer la sociedad

(…)

Destruida del seno la turgencia

nuestra hermosura ya toca a su fin

y con ruda y glacial indiferencia

nos entregamos a la chusma ruin

(…)

¡ Nos asesinan paulatinamente

de tanto cuerpo el peso abrumador!

La prostituta es vista con terror como un peligro social, en tanto que transmisora de enfermedades venéreas (“manchas de color vino o eritemas de la sífilis”). Otras veces es contemplada como víctima de una sociedad hipócrita y considerada hermana espiritual del poeta.

El afán por lo maldito aparece en el poema ”Hascchic” (sic), uno de los primeros textos en español dedicados a esta sustancia y es un canto a la orgía, a la borrachera y a la depravación. Veamos:

¡Deja que me emborrache,

divina prostituta!

¡Deja que excite mis vibrantes nervios

con este vino de color púrpura

en cuyas heces hay vívidos gérmenes

de excelso orgullo y de grandeza augusta!

¡Deja que beba, déjame que siga

caminando con rumbo a la locura.

Los poemas “Sin ejemplo” y “La agonía” glosan el asesinato múltiple del Huerto del Francés y la ejecución de los criminales con unos tintes de irracionalidad profunda:

Sin ejemplo” ( Para el asesino Juan Andrés Aldije6 en la cárcel de Sevilla, después de la ejecución)

Moriste con valor inenarrable,

porque tu eres inmenso, ¡oh miserable!

Marzo, 1905 (D.T. p. 189)

La agonía” (para el asesino José Muñoz Lopera, en la cárcel de Sevilla)

(…) ¡Vil asesino!

¡La maldición del cielo te acompaña!

Marzo de 1905 (D. T. p. 192)

En Delirium tremens se busca el feísmo modernista, la truculencia, la misoginia y la necrofilia, un poco la antesala de la vanguardia expresionista.

 
 
 
 

 
 
 ANATEMAS7 (1892) consta de 25 largos poemas con predominio del endecasílabo y del romance . Estos poemas tienen afinidad ideológica con el socialismo. Su estética es naturalista con prosaísmo y léxico coloquial, vulgar, impropio del lenguaje literario según el lector de la época.

Los temas recurrentes son los cantos a la libertad y a la revolución, ataques al trono y al altar y arengas al pueblo oprimido y con un estilo bronco. “La marcha de los quintos” sería un ejemplo de antimilitarismo por las levas que desangran a la clase obrera en las guerras coloniales.

Barrantes combina la parafernalia revolucionaria con toda clase de apocalípticos desastres provenientes de la naturaleza, a la que reconoce como su Dios. Todo ello con su mencionada afición por las tumbas, las muertes violentas y otras escatologías.

Con todo se trata de un poeta raro y excéntrico, que careció de una cultura firme y un talento suficiente para lograr una obra estéticamente más valiosa.



III. MARIO ARNOLD8

 
 
 

 
 
 
 Seudónimo de José García y nació en León en 1904. sus padres eran comerciantes modestos en la ciudad, originarios de Palanquinos.

Su padre participó como voluntario en la guerra de Cuba, licenciándose del ejército al cabo de 12 años con los galones de sargento. Su madre pertenecía a una familia de labradores de Palanquinos. Se casaron y pusieron un comercio de ultramarinos en León. Seis años después de casados un pariente, recién llegado de Buenos Aires, les contó las grandes posibilidades de negocio allende los mares, con lo cual se decidieron a traspasar el negocio, reunir los ahorros, tomar el tren para Vigo y embarcar para Argentina.

Le encargaron al pariente que liquidase el negocio, éste les timó y se largó con el importe del traspaso.

Arruinados volvieron a León. Los antiguos vecinos, clientes de la tienda, se empezaron a burlar de la estafada familia, con lo que tuvieron que alquilar una casucha sin techo cerca del cementerio en Puente Castro. Allí aprendió el futuro Mario Arnold a contar estrellas. Su padre trabajaba a jornal en las obras de peón y un día se tiró de andamio y se mató. La tentación del suicidio hizo su efecto.

Ante esta situación, el niño José García tiene que buscarse la vida como puede y trapichea con quincalleros, buscavidas y galloferos; pero por la tarde se asea, se muda y se convierte en lector a salto de mata. Aprende de memoria poemas de Rubén Darío , de Bécquer y Espronceda y los recita; la musa literaria le va ganando.

Pronto aparece su firma con el seudónimo recién estrenado, Mario Arnold, en la revista local Juventud, dirigida por Francisco Caballero Mier, que alcanzaría 14 números. Este director le aconseja que pruebe fortuna en los periódicos de Madrid y no vacila en aceptar ese reto con el ánimo de triunfar. Así cuenta la partida en La ciudad es mía (Aldus, Madrid, 1937), novela escrita dos décadas más tarde: “Su pobre madre lo vio partir en una tarde dorada de sol, sin saber hacia dónde. Comprendiendo que la gloria se lo robaba.”

A su llegada a Madrid (1917), Mario Arnold gasta sus ahorros en fabricarse una estampa bohemia: sombrero, chalina y capa de paño y se introduce con dificultad en la cofradía bohemia más canallesca.

Publica algunas novelitas sin repercusión: Gotas de hiel, El dolor de la bohemia, Lágrimas y flores.Poesías y vive a salto de mata, teniendo el cielo muchas noches por techo; así comienza su aprendizaje de ‘cazador de luceros’.

Comienza su amistad con un muchacho de su edad, problemático, llamado Armando Buscarini con parecido ideal: el triunfo literario y con él escribirá el drama Sor Misericordia en 1923.

Rafael Cansinos-Asens, en La novela de un literato III, nos describe a esta pareja ilusa:

Mario Arnold y Buscarini se completan. Mario (…) lleva siempre la vista alta (…), en tanto Armando la lleva puesta en el suelo. Así el coge estrellas, mientras Buscarini sólo coge colillas (…) Arnold admira a Buscarini como poeta, pero lo desprecia como persona; (…) y se permite darle consejos: - Mira, Armando, tu te arrastras por el suelo como un reptil, pero el Poeta debe volar como lo cóndores...Yo pienso volar (…) y posarme en América sobre la cumbre de los Andes.

Regresa Mario Arnold a León, donde conoce a la catalana Ana M.ª Martínez Sagi9, que había sido invitada a León por unas primas. La relación no pasa de un idilio distanciado con el envío de algún poema modernista.

Termina sus vacaciones leonesas Ana M.ª y regresa con su familia a Sentmenat (Barcelona) y hasta allí la siguió Marió Arnold y la rondó por la noche con rondallas y serenatas hasta que accedió a entrevistarse con él, pero la relación no cuajó; ya nunca más volverán a verse.

En 1925, quizá para mitigar el desengaño amoroso se embarcará para San Juan de Puerto Rico, donde permanecerá 3 años. Allí se dedicó a la literatura publicando La canción del peregrino (1925), Lluvia de besos (1927) y Errantes (1928), quizá su libro más meritorio de su etapa en Puerto Rico, prologado por el asturiano Alfonso Camín.

Hacia 1928, Mario Arnold conoce a Andrés Carranque de los Ríos y formará pareja con él, primero como rapsodas por los pueblos y después como extras en el rodaje de alguna películas mudas. Participan en la película Zalacaín el aventurero, adaptación de la novela de Baroja.

Prueban la aventura cinematográfica parisina (1930) en los estudios de Joinville-le- Pont, que la Paramount había adquirido para rodar la películas en lengua española, pero en poco más un mes regresan a Madrid.

Aprovechando su experiencia parisina publica, El notario de Chatillon (Galo Sáez, Madrid, 1930), sin mayor trascendencia.

Durante este periodo 1931-1937 hará colaboraciones en prensa y en 1937 publica La ciudad es mía, un roman à clef, donde rememora su juventud bohemia. Desfilan por sus páginas Pedro Luis de Gálvez, Armando Buscarini, Alfonso Vidal y Planas y otros bohemios. Esta novela, a pesar de haber sido escrita entre noviembre de 1934 y enero de 1935, su lenguaje, sus personajes y el ambiente están en sintonía con la tradición literaria finisecular: pesimismo, desencanto y desánimo; sería una novela de retaguardia.

Durante la Guerra Civil fue corresponsal de El Liberal y El Heraldo, sus crónicas destacan por su triunfalismo y sectarismo.

Al final de la guerra fue internado en la prisión de Porlier y luego conseguirá la amnistía.

Siguió con su empeño grafómono y escribió dramas de corte histórico que no logró estrenar. Probó como representante de estrellas de la farándula y promotor de nuevos talentos en aquella España desolada, pero tampoco la suerte le acompañó y tomó el camino del exilio económico a Caracas. Allí fundó Ediciones Ancla y publicó Cazador de luceros (1948) y Pandereta (1954), colección de poemas carcelarios; él mismo se pagaba sus ediciones y se ganaba la vida con sus reportajes en el semanario gráfico Élite, que se dedicaba al cotilleo cinematográfico; así pues pasó de ‘cazador de luceros’ a promotor de ‘estrellas’ del celuloide.

Murió cristianamente en Caracas en 1962.




 

                                                                     
                            
 
 
 IV. A MODO DE CONCLUSIÓN



El artista bohemio mostraba una actitud de inadaptación social y de rebeldía individualista contra el capitalismo y la burguesía. Su sistema de valores (el arte, la belleza, la independencia, la libertad, la rebeldía) se oponía al código de valores de la clase dominante.

Esta actitud antiburguesa del escritor bohemio le conduce a una “pose” de maldito (maudit) y tiende a demoler los valores establecidos mediante “boutades” con el objetivo de “épater le bourgeois”.

En España, la bohemia literaria lanza sus dardos contra la sociedad de la Restauración (la oligarquía, el caciquismo y el realismo artístico).

La bohemia literaria española es un fenómeno tardío e importado directamente del Barrio Latino parisiense por Alejandro Sawa, quien se considera descendiente de Victor Hugo y de Paul Verlaine.

Ernesto Bark publica La Santa bohemia en 1913 y apunta unas líneas de acción que la experiencia mostrará inviables. La verdadera bohemia, la santa bohemia-heróica, la de Alendro Sawa, la que se define por un culto al Arte como ideal de vida, dará paso a una bohemia golfante (la golfemia del sablazo), prostituida y acomodaticia, entre el cinismo y el parasitismo

Valle-Inclán muestra en Luces de bohemia a las dos figuras que encarnan estas actitudes: Max Estrella (Sawa) y Latino de Hispalis, el primero es el bohemio heroico, puro y el segundo el golfemio sin escrúpulos. Incluso un Rubén Darío, personaje, aconseja a Max Estrella en la Escena Novena a abandonar la bohemia envilecida: Rubén.”- ¡Admirable! ¡Max es preciso huir de la bohemia!”

Valle-Inclán ve las luces de la bohemia que se apagan poco a poco, con una nota de sátira y un tono elegíaco.

Así pues una emotiva nostalgia de la bohemia auténtica y una admiración estética por la bohemia heroica, impulsan a Valle-Inclán a escribir su primer esperpento, Luces de bohemia, epitafio de la bohemia española finisecular.

En cuanto a los dos escritores estudiados tienen en común su lugar de nacimiento y su pertenencia a una bohemia, diríamos atrabiliaria y una obra no incluida en el canon literario.

De Pedro Barrantes destacaríamos el poema titulado, “A la ciudad de León” y el sentido soneto, “El maestro de escuela”

A la ciudad de León

Te dejé siendo niño, muy niño,/ patria idolatrada;

y a pesar de que nunca a ti he vuelto,/ y aunque la distancia/ que entre ambos se extienda,

cual foso profundo de ti me separa,/ en el pecho te llevo conmigo,

tu recuerdo conservo en el alma;/ allí donde yacen/ un informe montón hacinadas,

las sombras queridas de mis ilusiones,/ los yertos despojos de mis esperanzas.

(Delirium tremens, en la edición de 1890, poema no incluido en la de 1910).

El maestro de escuela

Miradle, siempre en su modesta estancia,/ rodeado de niños inocentes,

con palabras sencillas y elocuentes,/ las nieblas disipar de la ignorancia.

Vedle, con firme y pertinaz constancia,/ iluminar aquellas pobres mentes

con sus consejos sabios y prudentes,/ amigo inseparables de la infancia.

¡Loor a esa figura venerable/ que consagrando toda su existencia

a infundir el tesoro inapreciable/ de la verdad, la luz y la experiencia,

muestra al niño la fuente inagotable/ de dignidad y honor, virtud y ciencia!

Y de Mario Arnold transcribimos un soneto en alejandrinos, dedicado a Pedro Luis de Gálvez, compañero de bohemia, en el que traza la etopeya de este atrabiliario personaje:

A través de unas gafas va mirando la vida,/ cómo vuela y se ríe del que ayer fracasó,

y al compás de su risa piensa lo que olvidó/ y camina despacio por la senda dormida.

Con sonetos y hieles él formó su corona,/ que es blasón muy glorioso de su caro ideal.

Y una heráldica y brava trompeta de cristal,/ como bruja leyenda si odisea pregona.

Tiene alma de artista y es rebelde viviendo,/ porque vive los días de grandeza sufriendo.

Odia a la muchedumbre, cuya ruindad no escucha,/ y en las frías mañanas busca el beso del sol…

Más después halla olvido de su trágica lucha/ en los negros fantasmas que mantiene el alcohol.



V.- BIBLIOGRAFÍA

Allen W. Phillips, En torno a la bohemia madrileña 1890-1925. Testimonios, personajes y obras, Celeste Ediciones Madrid, 1999

Baroja Pío, ¡Adiós a la bohemia!, Arlequín mancebo de botica, El horroroso crimen de Peñaranda del Campo, Biblioteca Nueva, Madrid, 1998

Barrantes Pedro, Delirium tremens, Cangrejo Pistolero, Sevilla 2014 (Introducción de Javier Manzano Franco)

Dicenta José Fernando, La Santa Bohemia, Ediciones del Cenro, madrid, 1976

Esteban José, Diccionario de la Bohemia. De Bécquer a Max Estrella (1854-1920), Renacimiento, Sevilla, 2017.

Barreiro Javier, Cruces de bohemia: Vidal y Planas Noel, Retana, Gálvez, Dienta y Barrantes, Unaluna, Zaragoza, 2001

Murger Enrique, La bohemia, J. Pérez del Hoyo Editor, Madrid, 1969

Prada Juan Manuel de, Desgarrados y excéntricos, Seix y Barral, Barcelona, 2001

Valle-Inclán, Ramón del, Luces de bohemia. Esperpento. Edición crítica de Alonso Zamora Vicente. Espasa-Calpe, Madrid, 1993.



Madrid, 22 de mayo de 2018
 

1. Murger Enrique, La Bohemia, J. Pérez del Hoyo Editor, Madrid, 1969. Novela-esnayo de limitado valor literario y de muy pesada lectura en la actualidad

2Pérez Escrich, Enrique, El frac azul: (memorias de un hombre flaco), Alicante,Biblioteca Virtual Cervantes, Madrid CSIC, 2014. Novela urbana de la bohemia madrileña con el cronotopo de la buhardilla, el sotabanco, donde viven los bohemios, siguiendo con el periplo ciudadano de las calles, las plazas, los cafés, las librerías, los prostíbulos, la cárcel, el hospital y el cementerio.

3.- Pedro Barrantes (León, 1860- Madrid, 1912). Poeta y periodista. OBRAS: El Drama del Calvario,Madrid, 1887; Dios (con Severiano Nicolau) Valencia, Casa de Beneficencia, 1888; DELIRIUM TREMENS, Madrid, Celestino Apaolaza, 1890, Madrid, Pueyo, 1919 (2ª edición corregida), Sevilla, Cangrejo Pistolero, 2014 Edición e introducción de Javier Manzano Franco (3ª edición); ANATEMAS, Valencia, Imprenta El Mercantil Valenciano, 1892; Tierra y Cielo, Madrid, 1896, Imprenta y Litografía del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón; El padre Sanz (folleto), Madrid, 1899, Antonio Marzo; Polavieja (folleto), 1899; Weyler (folleto), 1899.

4.- Ramón Chies (Medina de Pomar, Burgos, 1846-Madrid, 1893), republicano federal, que contribuyó a la formación del Partido Republicano Federal. Presidió la célebre reunión republicana del Teatro de la Zarzuela en 1881; dirigió El Voto Nacional y fundó y dirigió Las dominicales del libre pensamiento. En el cementerio civil de Madrid se le erigió un mausoleo por suscripción popular..

5.- Delirium tremens: síndrome de abstinencia del alcohol, que comienza cinco o seis horas después de dejar de beber y se caracteriza por el dolor de cabeza, temblores suaves, convulsiones, ilusiones extrañas, alucinaciones visuales y auditivas y agitación. Puede ser mortal.

6.- Andrés Aldije, asesino conocido como el Francés y protagonista con José Muñoz Lopera, de la atroz matanza del “Huerto del Francés” en el pueblo sevillano de Peñaflor entre 1904 y 1905.

7.- Anatema, en su segunda acepción significa condena moral, prohibición o persecución de una persona o de una cosa (actitud, ideología) que se consideraba perjudicial.

8.- Mario Arnold (León, 1904-Caracas, 1962). Poeta, novelista, autor dramático y periodista. OBRA: Poesía: Lágrimas y flores, Rimas de amor, Lluvia de besos, La canción del peregrino, Alma nómada (1925), Errantes (1927), Cazador de luceros (1948) y Pandereta (1954). Narrativa: El dolor de la bohemia, Gotas de hiel, El notario de Chatillón (1930), La ciudad es mía (1937) y Veinte ladrones (1952). Teatro. Sor Misericordia, con Armando Buscarini (1923), Cada beso mil pesetas. Entremés en un acto (1925) ,¡Mujer dame un hijo! (1953)

9.- Ver Juan Manuel de Prada, Las esquinas del aire. En busca de Ana M.ª Martínez Sagi, Planeta, Barcelona, 2000. Atleta, pionera en el lanzamiento de jabalina, poeta, feminista y periodista social.