I.- INTRODUCCIÓN
La
bohemia como movimiento cultural aparece en París en el siglo XIX,
siendo el Barrio Latino su centro neurálgico. Henri Murger en
Scènes de la Vie Bohème1
(1847-1849) le dio proyección al fenómeno y sirvió de pauta de
inspiración a grandes obras posteriores en diversas manifestaciones
artísticas, como El frac azul2
de Enrique Pérez Escrich (1864), novela con la que se inaugura la
literatura bohemia en España. La ópera La bohemia de
Giacomo Puccini (Turín 1896), esta obra tuvo un a respuesta paródica
titulada La Golfemia de Salvador María Granés, que se
estrenó en el Teatro de la Zarzuela el 2 de mayo de 1900; su éxito
fue tal que la palabra golfemia se incorporó al habla popular
madrileña. La zarzuela Bohemios de Amadeo Vives, estrenada en
el Teatro de la Zarzuela de Madrid en 1904 y está basada en Scènes
de la Vie Bohème de Murger. La novela en clave de Ramón Pérez
de Ayala, Troteras y danzaderas de 1913 también nos traza un
friso de la bohemia modernista madrileña anterior a la Primera
Guerra Mundial. Teófilo Pajares es el prototipo del poeta modernista
y podía representar a Marquina o a Villaespesa. Ramón del
Valle-Inclán en su primer esperpento, Luces de bohemia de
1920, entona el canto del cisne de la bohemia patria. Y ya dentro de
la canción ligera está La bohemia (1966) de Charles
Aznavour: “Bohemia de París/ alegre, loca y gris/ de un tiempo ya
pasado”, evocación nostálgica del París finisecular.
El
término bohemia hace alusión a la cultura de los gitanos,
tradicionalmente llamados bohemios en Francia por proceder de esa
región de Bohemia en la actual República Checa. El gitano-bohemio
tenía una escala de valores muy diferente al de la sociedad burguesa
y ese estilo de vida, en parte, lo adoptaron los artistas e
intelectuales del momento.
El
tópico del bohemio muestra a un individuo varón, con vocación de
artista, de aspecto despreocupado, apariencia llamativa (con pipa,
chalina, melenas y sombrero puntiagudo) y ajeno al comportamiento de
la sociedad burguesa. El bohemio defiende la libertad, la creación
artística, el enriquecimiento intelectual y el interés por las
manifestaciones culturales.
En
España en el último tercio del siglo XIX y en Madrid se reunió una
bohemia artística y literaria adicta a los cafés y a la noche,
cuyos integrantes convivieron con las grandes figuras del realismo,
naturalismo, Generación del 98 y Generación del 14. Trabajaban en
los periódicos y en las
editoriales
en aquel Madrid, “absurdo, brillante y hambriento”.
Además
del atuendo característico, los bohemios conviven con la pobreza y
la adicción al alcohol. La pobreza les lleva a agudizar el ingenio
para dar el sablazo cotidiano, para poder sobrevivir y pagar el
hospedaje en la modesta pensión de Hans de Islandia, cuyo lema era:
“Casa económica para pernoctar. No se fía ni a Dios”. Costaba
50 céntimos.
Pedro
Luis de Gálvez, Barrantes, Buscarini y Vidal y Planas fueron
bohemios pobres por temperamento. Hubo otros bohemios con posibles
que se alistaron en sus filas por estética como Hoyos y Vinent y
Avaro Retana. Emilio Carrere fue un bohemio escéptico, que se
encontró con esta forma de vida en los cafés y se apuntó con
prevención. Valle-Inclán estuvo en la bohemia por amor al arte.
El
alcohol, en el que buscaban inspiración los bohemios, tenía tres
colores el blanco del aguardiente, el morado (morapio) del vino y el
verde del ajenjo, popularizado en Madrid por Alejandro Sawa. Casi
todos los bohemios bebieron en exceso y a algunos les costó la vida,
como a Pedro Barrantes y Joaquín Dicenta.
La
bohemia española fue un reflejo de la francesa de la primera mitad
del siglo XIX y es esencialmente madrileña, pues Madrid atraía con
su fuerza centrípeta a todos aquellos aspirantes a la gloria
artística o literaria. Esta bohemia no se entiende sin las calles,
las tabernas, cafés y plazas en ese ‘Barrio Latino’, en torno a
la calle de San Bernardo, por una parte, y la Puerta del Sol, por
otra.
La
base de aquella bohemia la formaban los escritores del decadentismo
modernista como Villaespesa, Manuel Paso, Alejandro Sawa, PEDRO
BARRANTES, Antonio Palomero, Alfonso Tovar, Joaquín Dicenta y
Eduardo Zamacois; a este grupo se acercan los hermanos Machado, los
Baroja, Juan Ramón Jiménez y Valle-Inclán. También coquetearon
con la bohemia Ramón Gómez de la Serna y Rafael Cansinos-Asséns
Hay
un segundo grupo generacional de principios del siglo XX formado por
Emilio Carrere, Eliodoro Puche y Pedro de Répide como elementos de
enlace con la bohemia finisecular o santa bohemia o heróica.
Y un
tercer grupo integrado por Pedro Luis de Gálvez, Alfonso Vidal y
Planas, Armando Buscarini y MARIO ARNOLD; con este tercer grupo
termina la bohemia histórica española; pues Pedro Luis de Gálvez
revivió su vida de bohemio en las barricadas de 1936 y al terminar
la guerra fue fusilado; Armando Buscarini murió en 1940 en el
Hospital Psiquiátrico de Logroño, Vidal y Planas y Mario Arnold
tomaron el camino del exilio, el primero a Méjico y el segundo a
Caracas.
Vamos,
pues, a estudiar la trayectoria vital y la obra de dos autores
nacidos en la ciudad de León: Pedro Barrantes, perteneciente a la
bohemia finisecular y Mario Arnold, pertenciente al grupo final de la
bohemia histórica española, el que se extinguió al final de la
Guerra Civil.
Nació
en León en 1860 de una familia de comerciantes valencianos,
afincados temporalmente en León; pero en 1870 los Barrantes
regresaron a Valencia huyendo de los acreedores.
En
Valencia Pedro destaca como calígrafo, lo que le supone ingresar
como pendolista en el Gobierno Civil de la Primera República, siendo
Gobernador don Ramón Chies4.
De esta relación con Ramón Chies surgen las primeras colaboraciones
en prensa en la revista anticlerical, Las dominicales del
libre pensamiento, fundado en 1882.
Estas
colaboraciones periodísticas son, en su mayor parte, poesías
reivindicativas en pro de la República y en contra de las
Asociaciones de Padres de Familia. Estos poemas son más bien toscos
e incendiarios, un poco en las línea de sus primeros libros,
Anatemas y Delirium tremens.
Sin
embargo en febrero de 1894, Barrantes se retracta de sus ideas
anticlericales incendiarias publicando la siguiente nota en La
Época: “El director racionalista Pedro Barrantes se ha
retractado de las ideas librepensadoras por lo que la Asociación de
Padres de Familia han retirado los procesos que tenía incoados
contra él”.
Pedro
Barrantes se pasa cinco años publicando en los diarios religiosos
(de 1894 a 1899): El Movimiento Católico y La Ilustración
Católica y publica el libro de poemas Tierra y cielo
(1896) de hondo contenido religioso.
Estos
cambios de bando en pro o en contra de la religión es de suponer que
los haría para arrimarse al árbol que más sombra le diese, dadas
sus condiciones de bohemio irredento.
Pero,
enseguida, volverá al camino rebelde, previo a su conversión, con
sus libelos y colaboraciones en revistas sicalípticas como La
Vida Galante de Eduardo Zamacois.
No
cabe duda que su retractación de La Época es bastante
cuestionable, sin duda responde a las necesidades de la vida pícara
de hampón. Su vida habitual no podía llevarle a las ideas
neocatólicas, sino a las ideas propias de la revolución y el
anarquismo, aunque su adscripción política no sea relevante.
Posteriormente
y por un duro diario, firmaba los artículos problemáticos del
periódico republicano El País. Esta asunción de
responsabilidades le llevará a un periplo interminable por juzgados
y cárceles. Desde la cárcel Modelo escribía cartas en las que se
autodenominaba, “El emperador de los Zarrapastrosos”, “El
coplero Miserable”, “El Rey de las Ratas y de las Cucarachas”,
con estos sobrenombres también firmó algunas colaboraciones en
prensa.
En
1899 la imprenta de Antonio Marzo le edita unos folletos difamatorios
dedicados al padre Sanz y a los generales Polavieja y Weyler. Estos
libelos le supusieron un nuevo ingreso en la Modelo, donde, a
instancias de los generales y el cura, fue duramente torturado hasta
con ingestión de matarratas, lo que le produjo una perforación
intestinal. Dado por muerto, fue depositado en un coche con otros
cadáveres de ajusticiados; pero despertó en una fosa común del
cementerio del Este y se salvó, con lo que tenemos a un verdadero
'anastasio' (vuelto a la vida), aunque no la había perdido del todo.
Eduardo
Zamacois dice : “Barrantes era alto, con angulosa cabeza, con ancha
calva, barba, que , luego, se cortó. Tenía una voz grave y
profunda, de dicción lenta, que le hacían respetable y atrayente.
Buena parte del secreto de su amenísima charla provenía de sus
dientes postizos, pues por miedo a que se le cayeran hablaba
despacio”.
Emilio
Carrere en la necrológica que le dedicó dice: “Pedro Barrantes
era un absurdo personaje a quien el aguardiente dictaba discursos
truculentos y versos demoniacos”.
Barrantes
destaca por su delgadez, sus ojos penetrantes y su boca desentada,
provista de una prótesis dental, que daba a sus palabras una
resonancia extraña y que una ocasión la arrojó a la calle, cuando
estaba recitando unos versos en una taberna; porque no le salían con
la entonación habitual, por el crujir de la prótesis.
Todos
hablan de su raído y pardo macferlán, que siempre llevaba puesto y
por eso le llamaban “el poeta color castaña”.
Con
su poesía pretendía impresionar con crueldades y transgresiones,
que encubrían un espíritu bastante ingenuo. Sostenía que los
asesinos del Huerto del Francés, Aldije y Muñoz Lopera, que habían
matado y enterrado a seis hombres en una timba clandestina, eran los
hombres más importantes del siglo. Recitaba con voz cavernosa:
“Soy
el terrible Muñoz/ el asesino feroz/ que nunca se encuentra inerme/
y soy capaz de comerme/ cadáveres con arroz”.
Como
dice Emilio Carrere: “sus macabrerías grotescas eran una máscara
para divertir o espantar a los pazguatos. En lo hondo llevaba el
dolor de su fracaso, de su vida vacía y anulada (…). Él sentía
amargamente sus lacras, su prematura vejez y su catadura burlesca de
polichinela destrozado”.
En
los últimos días, el médico le prohibió beber agua a él, que
apenas la había probado en su vida; se moría de sed y pedía un
vaso de agua a la portera, que le cuidaba, hasta que cedió a sus
ruegos, lo que le propició la muerte inmediata al infortunado vate.
Era un 10 de octubre de 1912. La comitiva fúnebre salió de la calle
Huertas y acompañaban el cadáver el portero de la casa y un amigo.
En
cuanto a su poesía, Delirirum Tremens5
(1890), reeditado en vida del autor con correcciones y aumentos
(1910), es el libro que más fama le dio, tal vez por la truculencia
de su título. Los versos de Delirium tremens parecen haber
sido escritos en pleno ataque de “delirium tremens”, dada la
adicción al alcohol del vate Barrantes
Su poesía, gira en la órbita de la excrecencias de ese
Romanticismo tremebundo cultivado por los epígonos de Espronceda con
gotas de socialismo elemental y un gusto por lo maldito, que, en
ocasiones, roza la comicidad.
Así
en “El soliloquio de las rameras”, su poema más conocido, se
mezcla la denuncia social con lo truculento:
Nosotras
somos la mundana escoria
nosotras
somos el placer y el mal.
¡Viciosa
juventud, ebria de gloria!
¡Ven
y disfruta el goce material!
(…)
Somos
el retrete inmundo
donde
va deponer la sociedad
(…)
Destruida
del seno la turgencia
nuestra
hermosura ya toca a su fin
y
con ruda y glacial indiferencia
nos
entregamos a la chusma ruin
(…)
¡
Nos asesinan paulatinamente
de
tanto cuerpo el peso abrumador!
La
prostituta es vista con terror como un peligro social, en tanto que
transmisora de enfermedades venéreas (“manchas de color vino o
eritemas de la sífilis”). Otras veces es contemplada como víctima
de una sociedad hipócrita y considerada hermana espiritual del
poeta.
El
afán por lo maldito aparece en el poema ”Hascchic” (sic), uno de
los primeros textos en español dedicados a esta sustancia y es un
canto a la orgía, a la borrachera y a la depravación. Veamos:
¡Deja
que me emborrache,
divina
prostituta!
¡Deja
que excite mis vibrantes nervios
con
este vino de color púrpura
en
cuyas heces hay vívidos gérmenes
de
excelso orgullo y de grandeza augusta!
¡Deja
que beba, déjame que siga
caminando
con rumbo a la locura.
Los
poemas “Sin ejemplo” y “La agonía” glosan el asesinato
múltiple del Huerto del Francés y la ejecución de los criminales
con unos tintes de irracionalidad profunda:
“Sin
ejemplo” ( Para el asesino Juan Andrés Aldije6
en la cárcel de Sevilla, después de la ejecución)
Moriste
con valor inenarrable,
porque
tu eres inmenso, ¡oh miserable!
Marzo,
1905 (D.T. p. 189)
“La
agonía” (para el asesino José Muñoz Lopera, en la cárcel de
Sevilla)
(…)
¡Vil asesino!
¡La
maldición del cielo te acompaña!
Marzo
de 1905 (D. T. p. 192)
En
Delirium tremens se busca el feísmo modernista, la
truculencia, la misoginia y la necrofilia, un poco la antesala de la
vanguardia expresionista.
ANATEMAS7
(1892) consta de 25 largos poemas con predominio del endecasílabo y
del romance . Estos poemas tienen afinidad ideológica con el
socialismo. Su estética es naturalista con prosaísmo y léxico
coloquial, vulgar, impropio del lenguaje literario según el lector
de la época.
Los
temas recurrentes son los cantos a la libertad y a la revolución,
ataques al trono y al altar y arengas al pueblo oprimido y con un
estilo bronco. “La marcha de los quintos” sería un ejemplo de
antimilitarismo por las levas que desangran a la clase obrera en las
guerras coloniales.
Barrantes
combina la parafernalia revolucionaria con toda clase de
apocalípticos desastres provenientes de la naturaleza, a la que
reconoce como su Dios. Todo ello con su mencionada afición por las
tumbas, las muertes violentas y otras escatologías.
Con
todo se trata de un poeta raro y excéntrico, que careció de una
cultura firme y un talento suficiente para lograr una obra
estéticamente más valiosa.
III.
MARIO ARNOLD8
Seudónimo
de José García y nació en León en 1904. sus padres eran
comerciantes modestos en la ciudad, originarios de Palanquinos.
Su
padre participó como voluntario en la guerra de Cuba, licenciándose
del ejército al cabo de 12 años con los galones de sargento. Su
madre pertenecía a una familia de labradores de Palanquinos. Se
casaron y pusieron un comercio de ultramarinos en León. Seis años
después de casados un pariente, recién llegado de Buenos Aires, les
contó las grandes posibilidades de negocio allende los mares, con lo
cual se decidieron a traspasar el negocio, reunir los ahorros, tomar
el tren para Vigo y embarcar para Argentina.
Le
encargaron al pariente que liquidase el negocio, éste les timó y se
largó con el importe del traspaso.
Arruinados
volvieron a León. Los antiguos vecinos, clientes de la tienda, se
empezaron a burlar de la estafada familia, con lo que tuvieron que
alquilar una casucha sin techo cerca del cementerio en Puente Castro.
Allí aprendió el futuro Mario Arnold a contar estrellas. Su padre
trabajaba a jornal en las obras de peón y un día se tiró de
andamio y se mató. La tentación del suicidio hizo su efecto.
Ante
esta situación, el niño José García tiene que buscarse la vida
como puede y trapichea con quincalleros, buscavidas y galloferos;
pero por la tarde se asea, se muda y se convierte en lector a salto
de mata. Aprende de memoria poemas de Rubén Darío , de Bécquer y
Espronceda y los recita; la musa literaria le va ganando.
Pronto
aparece su firma con el seudónimo recién estrenado, Mario Arnold,
en la revista local Juventud, dirigida por Francisco Caballero
Mier, que alcanzaría 14 números. Este director le aconseja que
pruebe fortuna en los periódicos de Madrid y no vacila en aceptar
ese reto con el ánimo de triunfar. Así cuenta la partida en La
ciudad es mía (Aldus, Madrid, 1937), novela escrita dos décadas
más tarde: “Su pobre madre lo vio partir en una tarde dorada de
sol, sin saber hacia dónde. Comprendiendo que la gloria se lo
robaba.”
A su
llegada a Madrid (1917), Mario Arnold gasta sus ahorros en fabricarse
una estampa bohemia: sombrero, chalina y capa de paño y se introduce
con dificultad en la cofradía bohemia más canallesca.
Publica
algunas novelitas sin repercusión: Gotas de hiel, El dolor
de la bohemia, Lágrimas y flores.Poesías
y vive a salto de mata, teniendo el cielo muchas noches por techo;
así comienza su aprendizaje de ‘cazador de luceros’.
Comienza
su amistad con un muchacho de su edad, problemático, llamado Armando
Buscarini con parecido ideal: el triunfo literario y con él
escribirá el drama Sor Misericordia en 1923.
Rafael
Cansinos-Asens, en La novela de un literato III, nos describe
a esta pareja ilusa:
Mario Arnold y Buscarini se
completan. Mario (…) lleva siempre la vista alta (…), en tanto
Armando la lleva puesta en el suelo. Así el coge estrellas, mientras
Buscarini sólo coge colillas (…) Arnold admira a Buscarini como
poeta, pero lo desprecia como persona; (…) y se permite darle
consejos: - Mira, Armando, tu te arrastras por el suelo como un
reptil, pero el Poeta debe volar como lo cóndores...Yo pienso volar
(…) y posarme en América sobre la cumbre de los Andes.
Regresa Mario Arnold a León,
donde conoce a la catalana Ana M.ª Martínez Sagi9,
que había sido invitada a León por unas primas. La relación no
pasa de un idilio distanciado con el envío de algún poema
modernista.
Termina sus vacaciones
leonesas Ana M.ª y regresa con su familia a Sentmenat (Barcelona) y
hasta allí la siguió Marió Arnold y la rondó por la noche con
rondallas y serenatas hasta que accedió a entrevistarse con él,
pero la relación no cuajó; ya nunca más volverán a verse.
En 1925, quizá para mitigar
el desengaño amoroso se embarcará para San Juan de Puerto Rico,
donde permanecerá 3 años. Allí se dedicó a la literatura
publicando La canción del peregrino (1925), Lluvia de
besos (1927) y Errantes (1928), quizá su libro más meritorio de
su etapa en Puerto Rico, prologado por el asturiano Alfonso Camín.
Hacia 1928, Mario Arnold
conoce a Andrés Carranque de los Ríos y formará pareja con él,
primero como rapsodas por los pueblos y después como extras en el
rodaje de alguna películas mudas. Participan en la película
Zalacaín el aventurero, adaptación de la novela de Baroja.
Prueban la aventura
cinematográfica parisina (1930) en los estudios de Joinville-le-
Pont, que la Paramount había adquirido para rodar la películas en
lengua española, pero en poco más un mes regresan a Madrid.
Aprovechando su experiencia
parisina publica, El notario de Chatillon (Galo Sáez, Madrid,
1930), sin mayor trascendencia.
Durante este periodo 1931-1937
hará colaboraciones en prensa y en 1937 publica La ciudad
es mía, un roman à clef, donde rememora su
juventud bohemia. Desfilan por sus páginas Pedro Luis de Gálvez,
Armando Buscarini, Alfonso Vidal y Planas y otros bohemios. Esta
novela, a pesar de haber sido escrita entre noviembre de 1934 y enero
de 1935, su lenguaje, sus personajes y el ambiente están en sintonía
con la tradición literaria finisecular: pesimismo, desencanto y
desánimo; sería una novela de retaguardia.
Durante la Guerra Civil fue
corresponsal de El Liberal y El Heraldo, sus crónicas
destacan por su triunfalismo y sectarismo.
Al final de la guerra fue
internado en la prisión de Porlier y luego conseguirá la amnistía.
Siguió con su empeño
grafómono y escribió dramas de corte histórico que no logró
estrenar. Probó como representante de estrellas de la farándula y
promotor de nuevos talentos en aquella España desolada, pero tampoco
la suerte le acompañó y tomó el camino del exilio económico a
Caracas. Allí fundó Ediciones Ancla y publicó Cazador de
luceros (1948) y Pandereta (1954), colección de poemas
carcelarios; él mismo se pagaba sus ediciones y se ganaba la vida
con sus reportajes en el semanario gráfico Élite, que se
dedicaba al cotilleo cinematográfico; así pues pasó de ‘cazador
de luceros’ a promotor de ‘estrellas’ del celuloide.
Murió cristianamente en
Caracas en 1962.
IV. A MODO DE CONCLUSIÓN
El artista bohemio mostraba
una actitud de inadaptación social y de rebeldía individualista
contra el capitalismo y la burguesía. Su sistema de valores (el
arte, la belleza, la independencia, la libertad, la rebeldía) se
oponía al código de valores de la clase dominante.
Esta actitud antiburguesa del
escritor bohemio le conduce a una “pose” de maldito (maudit)
y tiende a demoler los valores establecidos mediante “boutades”
con el objetivo de “épater le bourgeois”.
En España, la bohemia
literaria lanza sus dardos contra la sociedad de la Restauración (la
oligarquía, el caciquismo y el realismo artístico).
La bohemia literaria española
es un fenómeno tardío e importado directamente del Barrio Latino
parisiense por Alejandro Sawa, quien se considera descendiente de
Victor Hugo y de Paul Verlaine.
Ernesto Bark publica La
Santa bohemia en 1913 y apunta unas líneas de acción que la
experiencia mostrará inviables. La verdadera bohemia, la santa
bohemia-heróica, la de Alendro Sawa, la que se define por un culto
al Arte como ideal de vida, dará paso a una bohemia golfante (la
golfemia del sablazo), prostituida y acomodaticia, entre el cinismo y
el parasitismo
Valle-Inclán muestra en Luces
de bohemia a las dos figuras que encarnan estas actitudes: Max
Estrella (Sawa) y Latino de Hispalis, el primero es el bohemio
heroico, puro y el segundo el golfemio sin escrúpulos. Incluso un
Rubén Darío, personaje, aconseja a Max Estrella en la Escena
Novena a abandonar la bohemia envilecida: Rubén.”- ¡Admirable!
¡Max es preciso huir de la bohemia!”
Valle-Inclán ve las luces de
la bohemia que se apagan poco a poco, con una nota de sátira y un
tono elegíaco.
Así pues una emotiva
nostalgia de la bohemia auténtica y una admiración estética por la
bohemia heroica, impulsan a Valle-Inclán a escribir su primer
esperpento, Luces de bohemia, epitafio de la bohemia española
finisecular.
En cuanto a los dos escritores
estudiados tienen en común su lugar de nacimiento y su pertenencia a
una bohemia, diríamos atrabiliaria y una obra no incluida en el
canon literario.
De Pedro Barrantes
destacaríamos el poema titulado, “A la ciudad de León” y el
sentido soneto, “El maestro de escuela”
“A
la ciudad de León”
Te dejé siendo niño, muy
niño,/ patria idolatrada;
y a pesar de que nunca a ti he
vuelto,/ y aunque la distancia/ que entre ambos se extienda,
cual foso profundo de ti me
separa,/ en el pecho te llevo conmigo,
tu recuerdo conservo en el
alma;/ allí donde yacen/ un informe montón hacinadas,
las sombras queridas de mis
ilusiones,/ los yertos despojos de mis esperanzas.
(Delirium
tremens, en la edición de 1890, poema no incluido en la de
1910).
“El maestro de escuela”
Miradle, siempre en su modesta
estancia,/ rodeado de niños inocentes,
con palabras sencillas y
elocuentes,/ las nieblas disipar de la ignorancia.
Vedle, con firme y pertinaz
constancia,/ iluminar aquellas pobres mentes
con sus consejos sabios y
prudentes,/ amigo inseparables de la infancia.
¡Loor a esa figura venerable/
que consagrando toda su existencia
a infundir el tesoro
inapreciable/ de la verdad, la luz y la experiencia,
muestra al niño la fuente
inagotable/ de dignidad y honor, virtud y ciencia!
Y de Mario Arnold
transcribimos un soneto en alejandrinos, dedicado a Pedro Luis de
Gálvez, compañero de bohemia, en el que traza la etopeya de este
atrabiliario personaje:
A través de unas gafas va
mirando la vida,/ cómo vuela y se ríe del que ayer fracasó,
y al compás de su risa piensa
lo que olvidó/ y camina despacio por la senda dormida.
Con sonetos y hieles él formó
su corona,/ que es blasón muy glorioso de su caro ideal.
Y una heráldica y brava
trompeta de cristal,/ como bruja leyenda si odisea pregona.
Tiene alma de artista y es
rebelde viviendo,/ porque vive los días de grandeza sufriendo.
Odia a la muchedumbre, cuya
ruindad no escucha,/ y en las frías mañanas busca el beso del sol…
Más después halla olvido de
su trágica lucha/ en los negros fantasmas que mantiene el alcohol.
V.- BIBLIOGRAFÍA
Allen W. Phillips, En torno
a la bohemia madrileña 1890-1925. Testimonios, personajes y obras,
Celeste Ediciones Madrid, 1999
Baroja Pío, ¡Adiós a la
bohemia!, Arlequín mancebo de botica, El horroroso crimen de
Peñaranda del Campo, Biblioteca Nueva, Madrid, 1998
Barrantes Pedro, Delirium
tremens, Cangrejo Pistolero, Sevilla 2014 (Introducción de
Javier Manzano Franco)
Dicenta José Fernando, La
Santa Bohemia, Ediciones del Cenro, madrid, 1976
Esteban José, Diccionario
de la Bohemia. De Bécquer a Max Estrella (1854-1920),
Renacimiento, Sevilla, 2017.
Barreiro Javier, Cruces de
bohemia: Vidal y Planas Noel, Retana, Gálvez, Dienta y Barrantes,
Unaluna, Zaragoza, 2001
Murger Enrique, La bohemia,
J. Pérez del Hoyo Editor, Madrid, 1969
Prada Juan Manuel de,
Desgarrados y excéntricos, Seix y Barral, Barcelona, 2001
Valle-Inclán, Ramón del,
Luces de bohemia. Esperpento. Edición crítica de Alonso
Zamora Vicente. Espasa-Calpe, Madrid, 1993.
Madrid, 22 de mayo de 2018
1. Murger Enrique, La Bohemia, J. Pérez del Hoyo Editor, Madrid, 1969. Novela-esnayo de limitado valor literario y de muy pesada lectura en la actualidad
2Pérez
Escrich, Enrique, El frac azul: (memorias de un hombre flaco),
Alicante,Biblioteca Virtual Cervantes, Madrid CSIC, 2014. Novela
urbana de la bohemia madrileña con el cronotopo de la buhardilla,
el sotabanco, donde viven los bohemios, siguiendo con el periplo
ciudadano de las calles, las plazas, los cafés, las librerías, los
prostíbulos, la cárcel, el hospital y el cementerio.
3.-
Pedro Barrantes (León, 1860- Madrid, 1912). Poeta y periodista.
OBRAS: El Drama del Calvario,Madrid, 1887; Dios (con
Severiano Nicolau) Valencia, Casa de Beneficencia, 1888; DELIRIUM
TREMENS, Madrid, Celestino Apaolaza, 1890, Madrid, Pueyo, 1919
(2ª edición corregida), Sevilla, Cangrejo Pistolero, 2014 Edición
e introducción de Javier Manzano Franco (3ª edición); ANATEMAS,
Valencia, Imprenta El Mercantil Valenciano, 1892; Tierra y
Cielo, Madrid, 1896, Imprenta y Litografía del Asilo de
Huérfanos del Sagrado Corazón; El padre Sanz (folleto),
Madrid, 1899, Antonio Marzo; Polavieja (folleto), 1899;
Weyler (folleto), 1899.
4.-
Ramón Chies (Medina de Pomar, Burgos, 1846-Madrid, 1893),
republicano federal, que contribuyó a la formación del Partido
Republicano Federal. Presidió la célebre reunión republicana del
Teatro de la Zarzuela en 1881; dirigió El Voto Nacional y
fundó y dirigió Las dominicales del libre pensamiento. En
el cementerio civil de Madrid se le erigió un mausoleo por
suscripción popular..
5.-
Delirium tremens: síndrome de abstinencia del alcohol, que comienza
cinco o seis horas después de dejar de beber y se caracteriza por
el dolor de cabeza, temblores suaves, convulsiones, ilusiones
extrañas, alucinaciones visuales y auditivas y agitación. Puede
ser mortal.
6.-
Andrés Aldije, asesino conocido como el Francés y protagonista con
José Muñoz Lopera, de la atroz matanza del “Huerto del Francés”
en el pueblo sevillano de Peñaflor entre 1904 y 1905.
7.-
Anatema, en su segunda acepción significa condena moral,
prohibición o persecución de una persona o de una cosa (actitud,
ideología) que se consideraba perjudicial.
8.-
Mario Arnold (León, 1904-Caracas, 1962). Poeta, novelista, autor
dramático y periodista. OBRA: Poesía: Lágrimas y
flores, Rimas de amor, Lluvia de besos, La canción del
peregrino, Alma nómada (1925), Errantes (1927),
Cazador de luceros (1948) y Pandereta (1954).
Narrativa: El dolor de la bohemia, Gotas de hiel, El
notario de Chatillón (1930), La ciudad es mía (1937)
y Veinte ladrones (1952). Teatro. Sor
Misericordia, con Armando Buscarini (1923), Cada beso mil
pesetas. Entremés en un acto (1925) ,¡Mujer dame un hijo! (1953)
9.-
Ver Juan Manuel de Prada, Las esquinas del aire. En busca de Ana
M.ª Martínez Sagi, Planeta, Barcelona, 2000. Atleta, pionera
en el lanzamiento de jabalina, poeta, feminista y periodista social.