INTRODUCCIÓN:
Rosario Castellanos Figueroa nació en 1925 en México, Distrito Federal, en la avenida Insurgentes y murió en 1974 en Tel Aviv (Israel) de un accidente doméstico, siendo embajadora de México en Israel. Está enterrada en la Rotonda de Hombres Ilustres del panteón de Dolores en México, D.F. Muy pronto su familia se trasladó a Comitán, ciudad fronteriza con Guatemala, en el estado de Chiapas, donde tenía fincas y donde Rosario pasó su infancia y adolescencia hasta los 16 años.
La infancia de la autora está marcada por un acontecimiento desgraciado, la muerte, con siete años, de su hermano Mario Benjamín, un año menor que ella. Rosario vivía postergada por el hecho de ser mujer, todas las atenciones eran para su hermano, que por ser varón y por tanto heredero, ocupó siempre un lugar preferente en el cariño de sus padres. La muerte del hermano le produjo un sentimiento de culpa por haber sobrevivido. Se refugió en la lectura en su etapa infantil; y poco a poco comenzó a escribir y en la escritura encontró su arma para una expresión ética y estética y para luchar contra la soledad.
Sus padres ante la muerte de Mario Benjamín se sumieron en el dolor y se olvidaron de su hija Rosario. De hecho hubieran preferido que hubiese muerto ella, en vez del varón. De esta forma, la infancia de Rosario Castellanos quedó marcada por la soledad, la muerte y el rechazo. Las caricias las recibía de su nana, Rufina y de una niña chamula de su misma edad, María Escandón, su cargadora, una niña indígena, compañera de juegos, ya que pertenecía a la clase acomodada.
A través de su nana Rufina, Rosario conoció el mundo indígena: sus rituales, sus creencias, sus relatos orales, que más tarde la autora utilizaría en su obra literaria.
El panorama histórico de México desde la Revolución hasta 1940, año en que concluye la presidencia del general Lázaro Cárdenas, es una etapa fundamental tanto para las reformas del país como para el desarrollo de la personalidad de Rosario Castellanos.
En efecto, el general Lázaro Cárdenas permanece en la Presidencia de la República de 1934 a 1940 y durante este sexenio se efectuó el mayor reparto agrario y en su gestión se vieron afectadas las haciendas de las zonas más prósperas del país. Además se encargó de poner en práctica las preocupaciones sociales de la Constitución de 1917, la de Querétaro: la propiedad de la nación sobre las tierras, minas y recursos naturales; mejorar las condiciones de vida de campesinos y obreros y la recuperación de riquezas naturales en manos de empresas extranjeras (la nacionalización del petróleo).
Como consecuencia de la Reforma Agraria impulsada por Lázaro Cárdenas, la familia Castellanos tuvo que repartir sus posesiones en Chiapas y regresar al Distrito Federal, donde Rosario, tras el bachillerato, comenzó a estudiar Derecho, para complacer a sus padres, que luego abandonó para estudiar Filosofía en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México).
Su obra literaria abarcó diversos géneros: poesía, cuento novela, teatro, ensayo y crítica literaria, aunque, ante todo fue poeta. Su narrativa pertenece a lo que la crítica ha llamado “Ciclo de Chiapas”, en el que un realismo crítico se roza con el realismo mágico de los años 50 y 60. Su primera novela es Balún Canán (1957), seguida por los libros de cuentos Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964), Álbum de familia (1971) y su segunda novela, Oficio de tinieblas (1962), porque su tercera novela, Rito de iniciación, no la publicó.
Pues bien todo este contexto tiene enorme relevancia en Balún Canán , pues retrata los conflictos raciales y sociales derivados de las reformas legislativas hechas durante el sexenio cardenista (reparto de tierras, apertura de escuelas rurales, derecho al salario e igualdad ante la ley).
BALÚN CANÁN
Balún Canán, publicada en 1957, es la primera novela dentro de la producción literaria de Rosario Castellanos.
La novela tiene como escenario principal el pueblo de Comitán (Balún Canán en tzeltal: “los nueve guardianes”), situado en el estado de Chiapas. A través de un penetrante conocimiento de la realidad chiapaneca de mediados del siglo XX, Castellanos pone de manifiesto el conflicto ladino/indígena y revela las causas anteriores que originaron el actual levantamiento de los indígenas en Chiapas. Testigo presencial de la historia que narra y conocedora de la profunda sabiduría ancestral de los pueblos mayas que habitaron las tierras altas de Chiapas, la escritora nos cuenta la decadencia de la familia hacendada de los Argüello.
El tema que trata en la novela es el desmoronamiento de la antigua sociedad colonial, a causa de la Reforma Agraria promovida por el Presidente Lázaro Cárdenas y como consecuencia de ella, los enfrentamientos entre indígenas y ladinos (blancos), dos grupos étnicos que, sin haber llegado a entenderse, tratan de convivir. La sociedad reflejada en Balún Canán gira alrededor de un mundo todavía colonial, donde manda el patrón con su afán paternalista, pero con las nuevas leyes las relaciones amo/ criado deben ser abolidas, igualando a todos ante la ley, como seres humanos que son.
La idea central de la novela es el cambio de mentalidad que debe producirse en los ladinos para conseguir una sociedad más justa y no lo olvidemos más próspera, en la que todos, ladinos e indígenas puedan tener el mismo derecho a la vida, a la tierra y a la educación; y en la que la diferencia de raza no suponga superioridad del blanco frente al indígena.
La narradora-protagonista (1ª y 3ª partes), una niña de 7 años (reflejo de la propia autora) nos irá presentando el mundo de Comitán. Los señores y su servidumbre, los indios con una relación ya preestablecida y aceptada siglos atrás. Asistiremos al anuncio de la nueva ley promulgada por el Gobierno, que obliga a los patrones a dar una instrucción primaria a los niños indios de su hacienda ( los keremitos). Se produce el primer intento de revolución de los indios, que acaban matando al indio, que todavía quiere seguir siendo fiel al patrón don César Argüello.
Los Argüello son una de las principales familias de Comitán, aunque tienen una gran hacienda fuera de Comitán , llamada “Chactajal”, en la que sirven varias familias indias. Tras el anuncio de la nueva ley de Educación, don César decide interpretarla a su manera, y cuando piden un maestro, propone a Ernesto, su sobrino, para cubrir el expediente, pues Ernesto ni está preparado ni conoce la lengua indígena.
Más tarde aparece el indio fiel asesinado y don César decide ir con su familia a “Chactajal”. Una vez en la hacienda se presenta Felipe- el líder indígena- y sus ‘camaradas’ para pedirle una escuela y un maestro, a lo que según la ley tienen derecho. El maestro ya estaba dispuesto, sólo faltaba que ellos construyeran la escuela y así lo hicieron. Ernesto tuvo que dar clase, unas clases sin sentido, ya que él no hablaba tzotzil y los niños indios no comprendían el“castilla”. Pero la ley se estaba cumpliendo.
Pasaban los días hasta que entre el maestro improvisado y los alumnos se dieron una serie de incidentes (el maestro daba la clase ebrio) y los indios exigieron un cambio de maestro, negándose en tomar parte en los trabajos de recolección. Don César se impuso, pero sobrevino un accidente: la hacienda y los campos comenzaron a arder. Los indios se habían sublevado.
Ernesto se prestó de emisario para explicar el incidente al gobernador de Tuxtla, pero no llegó a su destino. En el camino lo estaban esperando y de un tiro, acabaron con su vida.
Don César comprendió que su familia corría peligro y decidió regresar a Comitán. Desde allí, él mismo iría a visitar al gobernador. Su amigo Jaime Rovelo, también hacendado, le acompañaría.
Mientras tanto, quedaron en Comitán los tres miembros de la familia Argüello : Zoraida y sus dos hijos : la niña y Mario, el varón, que estaba destinado a suceder a su padre en la administración de la hacienda. Pero los brujos de “Chactajal” (el elemento mágico) no podían consentirlo. Así se lo advirtió la nana de la hermana de Mario a una Zoraida fuera de sí: “-Con grandes aspavientos vino a anunciarme que los brujos de Chactajal se estaban comiendo a Mario. Que no se iba a lograr.”1 Por lo tanto Mario estaba condenado a la desaparición. Y ni los ruegos de la madre, ni los esfuerzos del médico, doctor Mazariegos, ni las pócimas milagrosas de Amalia fueron suficientes para conservarle la vida. Ni siquiera su padre, don César, volvería a tiempo para verlo.
De esta manera los indios de “Chactajal” se vengaban por no haber sido tratados como ordenaba la nueva ley del Presidente Cárdenas, sino con las pautas de un patrón despótico, que consideraba que los indios no tenían derecho a ser tratados como seres humanos.
ESTRUCTURA Y COMPOSICIÓN
Rosario Castellanos publicó Balún Canán en 1957, cuando ya contaba con una amplia experiencia como poeta, y su génesis se encuentra en el relato Primera Revelación, publicado en 1950 en “América. Revista antológica (Vol II, núm, 63).
Así explica Rosario Castellanos su acercamiento a la prosa:
En 1955, y como resultado de una plática con Emilio Carballido, comencé a escribir Balún Canán, que estuvo terminada en diez meses. A medida que avanzaba iba cobrando conciencia de cuál había sido la situación en que transcurrió mi infancia, de cuál era la clase a la que hasta entonces había pertenecido y de que el problema indígena, en el que jamás me detuve a pensar, demandaba ahora no sólo mi atención intelectual, sino una actitud moral determinada.2
Balún Canán está formada por tres partes, cada una de ellas precedida por la cita de un texto de la tradición maya. En la primera parte aparecen dos citas del Popol Vuh (maya quiché), libro sagrado que hace referencia a la creación: “Musitaremos el origen. Musitaremos solamente la historia, el relato. Nosotros no hacemos más que regresar (…) Pensad en nosotros, no nos borréis de la memoria, no nos olvidéis”. Libro del Consejo; y este texto enlaza con el de la nana, que narra una historia con resonancias míticas: .. “.Y entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es el arca de la memoria “(…) (113).
La segunda parte va introducida por una cita de otro libro sagrado: Chilam Balam de Chumayel, escrito en maya yucateco y habla de augurios y profecías sagradas: “Toda luna, todo año, todo día, todo viento camina y para también” (…) (193).
Y la tercera parte va precedida de la siguiente cita del libro Anales de Xahil, escrito en maya cakchiquel y habla de presagios de muerte y perdición, en consonancia con el contexto de la tercera parte: “Y muy pronto comenzaron para ellos los presagios (…) ¡Moriréis! ‘Os perderéis! Yo soy vuestro augur.” (313).
Así pues, tanto el título, Balún Canán, como las citas de los textos sagrados de la cultura maya actúan de intertexto de la novela .
Dentro de esta estructura tripartita, la primera y tercera parte están narradas en primera persona con alternancia de diálogos y monólogos interiores; son recuerdos contados por una niña-narradora de siete años de edad, llenos de ingenuidad, es la hija de César Argüello, el patrón. Ambas partes se desarrollan en la ciudad de Comitán; mientras que la tercera parte se narra en tercera persona por un narrador omnisciente, que nos da una visión adulta de lo que sucede. Y el lugar de los acontecimientos es la hacienda propiedad de César Argüello, “Chactajal”, donde residen los indios y será el lugar del conflicto.
El cambio de punto de vista (1ª y 3ª persona) y la alternancia de tiempos verbales, presente primero, pasado después y conjugación de ambos en la tercera parte, rompen la unidad de composición de la novela y a este respecto la propia Rosario Castellanos dice:
A la novela llegué recordando los sucesos de mi infancia. Así caí sin darme cuenta, di principio a Balún Canán sin una idea general de conjunto, dejándome por el fluir de los recuerdos (…) Este hecho trajo consigo dificultades casi insuperables. Una niña de esos años es incapaz de observar muchas cosas y, sobre todo, es incapaz de expresarlas (…) Este mundo infantil es muy semejante al mundo de los indígenas, en el cual se sitúa la acción de la novela (…) Así, en estas dos partes la niña y los indios se ceden la palabra y las diferencias no son mayúscula.3
La estructura derivada de la narración en primera y tercera persona, desconcierta al principio, pero al final se comprende que la segunda parte no puede ser contada por una niña de 7 años, pues en ella se narran episodios que la niña no puede comprender: conflictos sociales y raciales, amores prohibidos e intentos de suicidio.
Balún Canán se estructura externamente en tres partes, cada parte consta de 24, 18 y 24 capítulos, hay pues simetría entre la primera y la tercera parte. En cuanto a la estructura interna la primera y la tercera parte están narradas por una niña de 7 años en primera persona y nos relata los sucesos de los que es protagonista. El mundo narrado es desde la perspectiva infantil de esta narradora-niña, que es testigo de lo narrado y crea una atmósfera favorable. La realidad que cuente esta niña se encuentra entre el mundo ladino y el mundo indígena, debido a su relación amable con la nana indígena.
En la segunda parte la niña protagonista desparece, casi como personaje. Un narrador omnisciente en tercera persona se encarga de transmitirnos lo que sucede. El narrador deja expresarse a los ladinos a través de monólogos interiores, entre los cuales podemos destacar el monologo de César Argüello, que representa la parodia del mundo colonial, el de Zoraida, esposa de Argüello, que es el discurso de una mujer de clase baja, que se ha casado con un hombre rico y tiene un matrimonio infeliz marcado por la incomunicación (constante a todos los niveles en la novela): “Y es que la familia de César me consideraba menos porque mi apellido es Solís, de los Solís de abajo y yo era muy humilde, pues”. Y se ufana de su descendencia, sobre todo del hijo: “Gracias a Dios tengo mis dos hijos. Y uno de ellos es varón” (208); también tenemos el monólogo de Ernesto que se queja de su condición por ser hijo bastardo del hermano de César, y por tanto, no aceptado completamente por su familia y por la sociedad.
LOS PERSONAJES
En efecto, el protagonismo de Balún Canán recae en el enfrentamiento entre las dos razas, los ladinos y los indígenas, entre los que hay una separación, una incomunicación y una falta de entendimiento por el idioma: el “castilla”, (la lengua del poder) hablada por los ladinos y prácticamente prohibida a los indios, quienes hablaban entre ellos el tzetzal, lengua que muy pocos ladinos entendían a excepción del patrón César Argüello, que la usaba, como es lógico, para dar órdenes y para ejercer el paternalismo colonial. Sólo el líder de los indios, Felipe Carranza sabe hablar “castilla”, dice: “Yo me presenté hoy delante de César y le hablé en su propia lengua” (218). Sin embargo, y como muestra de la incomunicación, el primer día de clase de Ernesto dice el narrador: “Los niños lo escuchaban embobados, con la boca abierta, sin entender nada (…) Ellos no sabían hablar español. Ernesto no sabía hablar tzetzal. No existía la menor posibilidad de comprensión entre ambos” (252).
En la novela hay dos grupos de personajes que corresponden a los dos niveles sociales: los ladinos y los indios, siempre encontrados, incomunicados.
En el grupo ladino destacan don César Argüello y Zoraida, los padres de la niña y del niño, Mario. Los esposos se manifiestan en contra de los indígenas y de los derechos que la nueva ley de Reforma Agraria les concede.
César Argüello es el patrón, a quien sólo le interesa mantener sus tierras, sus propiedades, que un día serán de Mario, el heredero y la continuidad del apellido Argüello. Trata a los indígenas como inferiores, negándoles los derechos, que como seres humanos, les pertenecen. Se comporta como un verdadero emperador (césar) con los indígenas. Su hija le define así: “Es el que manda, el que posee” (141).
En la tercera parte César sólo aparece a través de dos cartas enviadas a su esposa desde Tuxtla, ciudad a la que ha ido a defender sus intereses. En ellas explica a Zoraida el fracaso de sus gestiones. Cuando muere Mario, su padre está muy lejos, defendiendo la tierra que en el futuro debería heredar Mario, pero que los brujos lo han impedido. Así pues, César Argüello está luchando por conservar algo que, una vez muerto Mario, ya no tiene sentido.
Zoraida, esposa de don César, madre de la niña innominada y de Mario, se presenta como la mujer orgullosa de su posición social, ya que ha emparentado con una familia de hacendados: los Argüello. Toda su preocupación se centra en proteger a Mario, su triunfo como mujer casada, que ha dado un heredero a su esposo. Desprecia a los indígenas y en cierta medida hace de menos a su hija, porque no le reporta nada a nivel social. Sin embargo no es feliz en su matrimonio, no tiene comunicación con su esposo.
En la tercera parte se manifiesta como una madre desesperada ante la posible pérdida de su hijo. Su desesperación la lleva a recurrir a soluciones de cualquier tipo para evitar la muerte del heredero, a la echadora de cartas, al médico y al sacerdote.
La niña es una Argüello, pero por ser mujer, su estatus en la familia es inferior al de su hermano Mario. Es un personaje entre dos mundos: pertenece al mundo de los ladinos, pero está marginada por se mujer. Junto con la nana es el único persona de quien no conocemos su nombre, simplemente es la niña. Su relación más afectiva la mantiene con la nana indígena, que le suplanta las carencias afectivas de la madre. La niña es el personaje-narrador de las partes primera y tercera.
Mario es el hijo varón de los Argüello, heredero de las propiedades familiares y continuador de la saga. Es el personaje central de la tercera parte. Para los indios es el símbolo de los ladinos, de su continuidad, ya que un día será sucesor del padre; por eso los brujos se vengarán de él.
Ernesto es el hijo bastardo de un hermano de don César Argüello, de quien se sirve para que ejerza de maestro de los niños indios de la hacienda de “Chactajal”, a pesar de que ni está preparado, ni sabe el idioma de los indios. Ernesto acepta la propuesta de don César, aunque sabe que es un fraude a la política educativa del presidente Cárdenas, para acercarse a quienes considera su familia, aunque separado de ella por su condición de bastardo y por la situación social inferior de la madre. Los indios lo rechazan como maestro y en el capítulo XVIII de la segunda parte muere a manos de un indio.
Matilde, Romelia y Francisca son las tres hermanas de César Argüello. Matilde es soltera y termina deshonrando el apellido Argüello. Mantiene una relación sentimental clandestina con Ernesto, por la diferencia social y de edad entre ambos, dicha relación termina trágicamente. Romelia es la separada, que poco después regresa con su esposo.
Francisca es la mujer que tiene el poder en la finca de Palo María, donde vive con sus hermanas. Representa a la mujer que se endurece para hacerse valer en un mundo de hombres. Cuando llega la Reforma de Cárdenas, ella decide permanecer en su finca: es la patrona y se resiste a abandonar sus posesiones. Vendría a ser una Doña Bárbara transplantada de su hato “El Miedo” a la hacienda de Palo María.
Jaime Rovelo es un amigo de don César y de su misma clase social. Él es quien informa a don César de la nueva ley de la reforma que cuestiona el poder de los hacendados. Su hijo, estudiante de leyes en la ciudad de México, es quien pone en antecedentes a su padre y además su hijo está a favor de las reformas y de los derechos de los indígenas. Por eso reniega de su hijo. Esta es la información: -“El gobierno aprobó una nueva disposición contra nuestros intereses (…)
>>Se aprobó la ley según la cual los dueños de las fincas con más de cinco familias de indios, tienen la obligación de proporcionarles medios de enseñanza, estableciendo una escuela y pagando de su peculio a un maestro rural (…) .-Mi hijo opina que la ley es razonable y necesaria; que Cárdenas es un presidente justo<< (168-169).
Tío David es un personaje pintoresco y aventurero, que dice ser cazador de quetzales y que no es pariente de la familia Argüello. Juega con los niños y les anuncia que llega una nueva ley de igualdad entre todos los hombres: “Que ahora vamos a ser todos igual de pobres” (150). Esto se lo anuncia a los niños, cuando los adultos no están presentes. También canta acompañado de la guitarra una canción nueva: “Ya se acabó el baldillito/ de los rancheros de acá” (149), y le preguntan los niños : “-Qué es el baldillito, tío David. Es la palabra chiquita para decir baldío. El trabajo que los indios tienen obligación de hacer y que los patrones tienen la obligación de no pagar” (150). Es decir trabajar de balde. Por su situación de pobre se sitúa del lado de los indígenas.
Gonzalo Utrilla es ahijado de César Argüello y representa al ladino que rompe con la figura autoritaria del hombre blanco. Trabaja para el gobierno y es quien inspecciona las haciendas de Chiapas para que se cumpla la ley. Defiende los intereses de los indígenas.
Los demás personajes ladinos, que aparecerán en la tercera parte son Amalia, el doctor Mazariegos y el sacerdote intentarán ayudar a Zoraida a salvar a Mario sin conseguirlo. Por lo tanto el conflicto ladino/indígena culmina con la venganza de los indios y a los ladinos sólo les queda la desesperación. Es el ocaso de una forma de vida.
En cuanto al grupo de personajes indígenas, hay que destacar a la figura de la nana, de quien tampoco sabemos su nombre. La nana es una india encargada de los hijos de los patrones y ella les cuenta relatos y leyendas de la cultura maya. La nana sí habla “castilla” y se siente entre dos mundos. Quiere a su pueblo, pero también quiere a los niños ladinos a los que ha cuidado con esmero.
Felipe Carranza es el indígena que reclama en voz alta los derechos de su pueblo. César no le escucha, sólo le da buenas palabras y ante esto su venganza será una venganza triple. El incendio de “Chactajal”, el asesinato de Ernesto y la muerte de Mario en la tercera parte por influjo de los brujos (el elemento del realismo mágico).
Felipe aprende castellano para hablar con el patrón en la lengua del poder. Se informa de los derechos que las nuevas leyes conceden a los indígenas y actúa como un verdadero revolucionario.
Juana, la esposa de Felipe, representa el sector más temeroso del mundo indígena, pues tiene miedo a las represalias de los amos. Juana encarna una doble resignación, como indígena y como mujer, y, además, dentro de su colectivo está marginada por ser estéril.
El resto de los personajes indígenas apenas están dibujados, sólo actúan cumpliendo órdenes como Vicenta y Rosalía, las cargadoras de los niños.
POLIFONÍA NARRATIVA
En Balún Canán Rosario Castellanos hace uso de recursos narrativos como la polifonía y la intertextualidad, mediante los cuales pretende devolver el lenguaje al otro, al indígena sin voz. La polifonía de voces narrativas, que aparece en Balún Canán, permite hablar a niños, indígenas, solteras e hijos ilegítimos. Rosario Castellanos rompe así con el protagonismo de los personajes que detentaban el poder, muy común en la novela anterior. La autora priva al patrón, César Argüello, de ser protagonista y cede la voz a los indígenas
Ya hemos apuntado que en la primera parte predomina la voz de la narradora-niña en primera persona, presentada como monólogo interior. Sin embargo también abundan los diálogos que mantienen la niña y su nana. La india cuenta relatos de la tradición indígena, que van impregnando la conciencia infantil de la narradora, creando así un intertexto de la cultura maya de sumo interés. A través de los diálogos entre los adultos se nos informa del contexto social de la novela, la época de la Reforma Agraria de Lázaro Cárdenas, la situación de explotación de los indígenas y la resistencia de los hacendados a cualquier cambio que disminuya sus privilegios
La segunda parte de la novela está narrada por un narrador omnisciente adulto, que nos cuenta la revuelta de los indios. El mundo colonial al que estaban acostumbrados los ladinos, se ve alterado por la Reforma Agraria, y la toma de conciencia de los indígenas de sus derechos como seres humanos. Este discurso adulto se representa en forma de diálogos, monólogos interiores de Zoraida, Matilde, César y Ernesto; y también con la transcripción del texto escrito por Felipe, el líder que encarna las reivindicaciones de sus ‘camaradas’: “- Me escogieron a mí, Felipe Carranza, para que fuera la voz” (213).
Y también en un pasaje que podía calificarse de memoria escrita indígena, en la que Felipe escribe acerca de la construcción de la escuela: “Para la construcción elegimos un lugar, en lo alto de la colina. Bendito porque asiste al nacimiento del sol (…) Esta es nuestra casa. Aquí la memoria que perdimos vendrá a ser como las doncella rescatada a la turbulencia de los ríos” (236-237).
En esta segunda parte, como sabemos, la acción tiene lugar en la hacienda de “Chactajal”, donde residen los indígenas.
En la tercera parte toma la palabra, otra vez, la narradora-niña, a modo de monólogo interior y en primera persona y la acción se traslada a Comitán (Balún Canán, según los antiguos pobladores mayas). Aparecen de nuevo los diálogos y las transcripciones de las
dos cartas que César Argüello le envía a su esposa desde Tuxtla, adonde ha ido a defender sus intereses ante las protestas de los indígenas empeñados en alterar su situación de privilegio.
Zoraida echa a la nana, cuando ésta la avisa de la inminente muerte de Mario, a quien en el imaginario cultural indígena los brujos de Chactajal no permiten que llegue a adulto. Serán, entonces, las cargadoras Vicenta y Rosalía quienes se encarguen de cuidar a la niña y narrarle cuentos de la tradición indígena.
El discurso hegemónico se desdobla en varias voces: el discurso patriarcal y racista de César Argüello y el de Jaime Rovelo, su amigo y con los mismos intereses; el discurso estatal ( la política agrarista de Lázaro Cárdenas, que pese a las promesas no logra mejorar las condiciones de vida del pueblo); el discurso de Gonzalo Utrillo, inspector del gobierno, y los discursos de las mujeres ladinas que aceptan su situación de inferioridad en el sistema patriarcal y cooperan a su mantenimiento (la esposa del patrón, la soltera y la beata).
Toda esta polifonía no logra la comunicación entre ladinos e indígenas, ni entre las relaciones entre sexos. Así, en cuanto al matrimonio de César y Zoraida, ésta representa a la mujer casada, rescatada de la soltería por César Argüello, con quien además asciende en la escala social. Su éxito vital queda marcado por sus dos hijos, uno de los cuales es varón. Sin embargo las relaciones con su esposo son frías.
La pareja de Matilde y Ernesto está marcada por la relación ilícita y la tragedia que tiene lugar. Matilde, prima de César Argüello, pertenece la clase social de los hacendados, pero su marginación proviene de su soltería; pues en la sociedad imperante, sólo el matrimonio y la maternidad dotan a la mujer de identidad. La relación ilícita que inicia con Ernesto será su perdición. Ernesto, como huérfano y bastardo es también un sujeto marginal. Unidos, quizá, por su sentimiento de exclusión, socialmente su unión es inaceptable, aunque es la única pareja que no se forma por conveniencia.
Junto a estas dos parejas (la legítima y la clandestina) hay otros tipos de mujer. Así tenemos a Francisca, hermana de Matilde, que es la mujer fuerte, que no acepta el papel femenino y ocupa el lugar del varón. También tenemos a Amalia, amiga de Zoraida, es la soltera que ha sacrificado su vida para cuidar a su madre. Es una beata resignada.
Los personajes femeninos de la novela representan modelos de mujeres infelices, insatisfechas, encorsetadas en un sistema que limita sus posibilidades de realización. Con su discurso aceptan el sistema imperante y acatan las reglas del juego social.
El palimpsesto maya
Dora Sales (2004, 85-90), a quien estoy siguiendo en gran medida en este trabajo, habla del palimpsesto maya dentro de la polifonía narrativa que venimos describiendo.
Así el discurso indígena se hace notar en el título de la novela, Balún Canán, cuyo significado explica Carlos Basauri:
En la parte occidental de la ciudad de Comitán; sobre el camino que conduce a San Cristóbal de las Casas, y formando una fila bien alineada existen nueve cerrillos cónico y bien determinados, que no son sino otras tantas pirámides cubiertas por los siglos.4
Estos nueve cerros han dado nombre a Balún Canán, “nueve estrellas o nueve guardianes”, que es el nombre que los mayas dieron al actual Comitán, en el estado de Chiapas.
Por otra parte, también contribuyen al discurso indígena cada uno de los epígrafes que preceden a las tres partes de la novela y cuyo contenido tiene relación con el significado de cada parte. Tenemos un fragmento del Popol Vuh al comienzo de la primera parte; una cita del Chilam Balam de Chumayel en la segunda y otra cita de los Anales de los Xahil en la tercera. Rosario Castellanos recurre a los textos de la tradición maya para dar la voz al mundo indígena.
Al discurso indígena también coopera la “memoria indígena escrita” intercalada en la primera parte, que son papeles sobre la propiedad de la tierra, que la niña encuentra en la biblioteca de su padre: “Yo soy el hermano mayor de la tribu. Su memoria. Estuve con los fundadores de las ciudades ceremoniales y sagradas (…) Aquí en el lugar llamado Chactajal, levantamos nuestras chozas; aquí tejimos la tela de nuestros vestidos; aquí moldeamos el barro par servirnos de él” (178).Y en la segunda parte está el texto de Felipe sobre la construcción de la escuela, ya citado.
En alguna medida se puede leer la novela como un palimpsesto en el que el discurso predominante (la cultura occidental ladina) no ha logrado borrar la cultura prehispánica local.
RELACIONES ENTRE LADINOS E INDIGENAS
El entorno social de la novela, el macro-contexto está presidido por la Reforma Agraria de Cárdenas y las reacciones que ésta provocó entre ladinos e indígenas. La ley agraria dotó a los indígenas de ejidos, tierras de propiedad comunitaria, que se podían cultivar bien individualmente o en colectividad. Además de los ejidos, las familias recibieron pequeñas propiedades individuales. Esta política agraria de Cárdenas terminó con la hacienda de tipo feudal, aunque no con el latifundismo. Y como queda reflejado en la novela, la ley obligaba a los hacendados a dar educación a los indígenas que trabajaban para ellos.
A los patrones todas estas disposiciones del gobierno les parecen de lo más irracional: “porque ningún indio vale setenta y cinco centavos al día. Ni al mes” (168). La resistencia de los hacendados a la Reforma Agraria es enorme, veamos cuál es su actitud ante el salario mínimo en una conversación entre César Argüello y Jaime Rovelo: “¿Te acuerdas cuando impusieron el salario mínimo? A todos se les fue el alma a los pies. Era el desastre. ¿Y qué pasó? Que somos lagartos mañosos y no se nos pesca fácilmente. Hemos encontrado la manera de no pagarlo” (168). Mientras los indígenas con Felipe Carranza a la cabeza, exigen que se cumpla la ley; aunque también dan muestras de violencia: asesinan a un indio porque prefiere quedarse con el patrón, matan a Ernesto, sobrino bastardo de César Argüello e incendian “Chactajal”.
En realidad Rosario Castellanos piensa que los indígenas son iguales a los ladinos, como seres humanos, sólo que unos son siervos y los otros amos.
El micro-contexto de la novela está formado por el núcleo familiar de los Argüello, al que pertenece la narradora-niña, que se ve afectada por los acontecimientos externos, que terminan con la muerte de su hermano pequeño, Mario. A la niña le han enseñado que los indígenas son distintos a los blancos y que, además, está a su servicio. Eso no impide que las relaciones afectivas con la nana sean intensas y suplan la carencia de afecto maternal, ya que su madre sólo se preocupaba de su hijo varón.
Así pues, tanto la niña, la nana como los indígenas ocupan un lugar subalterno en la ficción novelesca. La niña por ser mujer, la nana estará marginada por su grupo por mostrar cariño a la niña ladina, y los indígenas, por ser considerados inferiores por los blancos.
En la segunda parte de la novela la nana no aparece, se ha quedado en Comitán y la niña aparece en contadas ocasiones y en ningún momento se menciona su nombre, mientras que el varón se llama Mario. En la escena que aparece la niña es para decir: “Quiero irme con mi nana” (250), mostrando donde está su cariño.
En la tercera parte cuando la nana le advierte a Zoraida de la amenaza de muerte de los brujos de Chactajal contra su hijo Mario, la madre la echa de casa y deja a la niña desamparada. La niña seguirá pensando en el único ser humano que le demostró cariño: “Cuando cierro los ojos en la noche se me representa el lugar donde mi nana y yo estemos juntas” (336). Por lo tanto esta relación afectiva que mantienen la nana y la niña puede traer un poco de esperanza para la comunicación entre ladinos e indígenas.
A MODO DE CONCLUSIÓN
La novela (Gil Iriarte, 1999, 153-161) retrata el proceso de conocimiento de una niña de 7 años que lo primero que tiene que aprender es que los indígenas no son iguales a los ladinos, que no hay posibilidad de entendimiento y que, por tanto, el diálogo entre las dos razas es imposible.
Dos discursos actúan en la novela, que sólo logran unificarse en unos pocos momentos y siempre en el personaje de la niña, que hace de intermediaria entre las dos culturas. Por una parte tenemos el discurso indígena, manifiesto en el mismo título de la novela- Balún Canán- y en los epígrafes que encabezan cada una de las tres partes o la aportación de los relatos orales y creencias de la nana.
Por otra parte tenemos el discurso hegemónico de los ladinos, que se divide en varias voces. Por un lado el discurso patriarcal del patrón, que ostenta la razón de la fuerza y manifiesta su superioridad racial. Luego vendría el discurso patriarcal del estado, representado por la política agrarista de Lázaro Cárdenas (1934-1940), discurso fallido ya no logra mejorar las condiciones de vida del pueblo indígena. Y por último el discurso del patriarcado en los personajes femeninos, que asumen su condición inferior de mujer y cooperan con su opresión.
La incomunicación no sólo se produce entre las dos razas, también afecta al entendimiento entre sexos. La niña no se comunica con su hermano, Mario; los amores que traspasan las fronteras de las clases sociales son siempre imposibles, como es el caso de Ernesto y Matilde (bastardo y hacendada); pero tampoco hay felicidad en la pareja canónica de Zoraida y César. También la pareja indígena formada por Felipe y Juana sufre la incomunicación por mujer y por estéril.
En la novela se critica la aplicación de la Reforma Agraria y también se critica la injusticia social, que cometen los hacendados contra el pueblo indígena. En efecto la reforma agraria del periodo cardenista proponía un reparto de tierras más justo, contemplaba el derecho al salario y a la educación de los indígenas, y quería acabar con el poder omnímodo de los hacendados.
También se censura el modo en que se llevaron a cabo las reformas, que si bien prometía un futuro más justo para los campesinos, al no ser aplicada la ley por personas eficientes, sino estando presente, a menudo, la corrupción, el fracaso era palmario. El ejemplo es la creación de la escuela. César Argüello, que no concibe que los indios necesiten educación más allá de las enseñanzas basadas en la fuerza, propone como maestro a Ernesto, su sobrino bastardo, que ni está preparado, ni sabe hablar la lengua de sus alumnos.
La primera referencia a la política agraria aparece en el capítulo VIII de la primera parte. El tío David, personaje extraño y aventurero, es el primero en vislumbrar que la situación de los hacendados está cambiando. Para explicar la nueva situación el tío David entona una canción y vaticina los cambios que van a venir: “Templa la guitarra, carraspea con fuerza y suelta su voz cascada, insegura. Ya se acabó el baldillito/ de los rancheros de acá… (…)- Pues ahora se acabó. Si los patrones quieren que les siembren la milpa, que les pastoreen el ganado, su dinero les costará. ¿Y saben que cosa va a suceder? Que se van a arruinar. Que ahora vamos a ser todos igual de pobres” (150).
El primer indicio del conflicto es la lucha interna de los propios indígenas, que se dividen en dos bandos, los fieles al patrón y los rebeldes. Los indígenas fieles al patrón son obedientes por miedo y porque desconfían de las leyes dictadas por otros hombres blancos. La corrupción entre hacendados y funcionarios es tan común que los indígenas más viejos no creen que el estado promulgue leyes en su defensa. En realidad existía un pacto no escrito entre los hacendados y los funcionarios, que aplicaban las leyes favoreciendo siempre al ranchero y castigando al indio que se rebelaba contra la autoridad del patrón.
Por lo tanto la reforma agraria no sólo tuvo que vencer la oposición de los hacendados y funcionarios corruptos, sino, incluso, luchar con la desconfianza de un sector muy numeroso de indígenas. Pero hay otro sector indígena, el rebelde, liderado por Felipe Carranza, que conoce la lengua del poder y sirve de puente entre los buenos propósitos de la ley y el recelo de su pueblo. Felipe ha escuchado a Cárdenas en Tapachula y sus palabras le sirven para no temer al patrón.
La novela se muestra pesimista en cuanto al triunfo de las reformas. Al final el poder del hacendado se anula por la muerte prematura de Mario, que impedirá que el poder de los Argüello continúe; además el otro hacendado que aparece en la novela es Jaime Rovelo y su hijo, representante de los intelectuales, que no quiere seguir explotando a los indígenas, se incorpora a la modernidad del país.
Así pues, Rosario Castellanos apunta en su novela que el triunfo de los ideales revolucionarios necesita no sólo una buena educación de los indígenas, sino también de las clases acomodadas que carecen de una formación intelectual que les permita comprender los procesos de cambio.
El ladino pretende prolongar su poder haciendo creer al indígena que su superioridad racial es de orden natural. Y esa ilusión de supremacía racial se basa en tres pilares: hablar castellano es sólo propio de ladinos, la posición social y la religión católica frente a la idolatría indígena.
El patrón se comporta ante sus peones con una autoridad despótica y basa la continuidad de su poder en la ignorancia indígena. Por ello el conflicto que provoca el enfrentamiento entre ladinos e indígenas es, precisamente, la creación de la escuela y el derecho a la educación, no el reparto de tierras. La construcción de la escuela es la promesa de un futuro mejor, por ello Felipe escribe el documento fundacional, semejante al que tiene el patrón, por el cual tiene la posesión de las tierras y el dominio sobre los indígenas.
Al comienzo de la novela las palabras de la nana hablan de cómo se les arrebató la palabra, la memoria y con ellas las tierras; pues ahora Felipe, al restaurar la memoria colectiva y devolver la palabra a su pueblo, da el primer paso para recuperar las tierras arrebatadas por los blancos. Precisamente Felipe, su calidad de líder, su ejercicio de la libertad, le viene dado por su educación: habla “castilla” y sabe leer y escribir.
Allí en “Chactajal”, que significa lugar donde mana el agua, tiene que comenzar una nueva etapa para los indígenas, porque son esas tierras las que fueron arrebatadas al pueblo tzetzal por los Argüello. Es importante señalar que en los dos textos la idea de propiedad está ligada a los conceptos de palabra, memoria y cultura. Así comienza el título de propiedad de “Chactajal”: “Yo soy el hermano mayor de mi tribu. Su memoria” (178); y así termina el texto escrito por Felipe que registra la construcción de la escuela. “Esta es nuestra casa. Aquí la memoria que perdimos vendrá a ser como doncella rescatada de la turbulencia de los ríos (…) (237). Los indígenas reclaman, sobre todo, el derecho a su propia cultura.
El tema de la incomunicación es medular entre ladinos e indígenas y no es sólo culpa del patrón, la niña ha aprendido, que los indios que aman a los blancos son castigados por los brujos y ella que había estado ubicada entre las dos culturas, que había actuado de intermediaria, comprende que no puede seguir formando parte de los dos mundos. Al final de la novela, cuando afirma no conocer a su nana, porque “todos los indios tienen la misma cara”, vemos que se decanta por el mundo ladino. Ante esta incomunicación la salida que ofrece la novela es la propuesta educativa indígena, que le enseñe a conocer y respetar su propia cultura, y de este modo podrá conocer la cultura del otro.
El último tema que subyace en Balún Canán es el aspecto político, que se refiere a la lucha entre los intereses de la rancia oligarquía latifundista contra la naciente burguesía mejicana. La expropiación de tierras a rancheros no refleja sólo una medida política para beneficio del indígena, sino que tiene el trasfondo de los intereses de la nueva burguesía, a la que interesa disminuir el poderío latifundista por retardatario. Si al final de la novela los Argüello no pueden continuar por falta de heredero, tendrán que integrarse en la nueva clase burguesa, que ha triunfado sobre un sistema caduco. Estamos asistiendo a un proceso de transformación capitalista de la economía mejicana y al gobierno pos-revolucionario no le interesaba mantener el sistema latifundista, que lastraba el crecimiento económico del país.
Esta pugna entre oligarquía y burguesía lleva aparejada otra dicotomía de tradición/ modernidad latente en la novela. Los indígenas son, realmente, los encargados de materializar el cambio, pues deben rechazar el poder del patrón (la tradición) y aceptar una serie de reformas (modernidad), que ellos ni siquiera comprenden, puesto que, otra vez, son meros instrumentos de las dos clases que realmente compiten, la oligarquía y la burguesía.
Según lo expuesto parece que el mensaje de la novela no se limita a la reivindicación de los indígenas, sino que intenta crear una conciencia de clase solidaria entre los diversos sectores sociales.
BIBLIOGRAFÍA:
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Carballo Emmanuel (1965), Diecinueve protagonistas de la literatura mejicana del siglo XX, Empresas Editoriales, México.
Castellanos Rosario (1966), Los narradores ante el público, Joaquín Mortiz, México
-: Balún Canán (2004), Edición de Dora Sales, Cátedra, Madrid.
Gil Iriarte Mª Luisa (1999), Testamento de Hécuba. Mujeres indígenas en la obra de Rosario Castellanos. Universidad de Sevila, Sevilla.
Mejías Alonso Almudena (1983), La obra narrativa de Rosario Castellanos, Editorial de la Universidad Complutense, Madrid.
Madrid, 18 de mayo de 2011