miércoles, 26 de octubre de 2016

ACERCAMIENTO A LA CATIRA de Camilo José Cela.


    (En el centenario de CJC, Padrón (La Coruña), 1916- Madrid, 2016)




 
 
Camilo José Cela sale de España rumbo a Colombia “en el mes de mayo de 1953 en un avión de hélice, con cien pesetas en el bolsillo y un divieso en la nalga izquierda”- dice su hijo Camilo José Cela Conde1. El futuro Nobel deja España un poco contrariado por la prohibición de La colmena, que tuvo que publicar en Buenos Aires. Además el emigrante literario gallego buscaba el éxito a cualquier precio. Ya el año anterior había visitado Argentina y Chile, dando unas conferencias con mucho éxito, sobre todo en Chile, donde conoce a Curzio Malaparte, Alberto Moravia e Ilia Erenburg.

Cela, pues, traza un amplio programa para recorrer siete países (Colombia, Ecuador, Venezuela, Panamá, Puerto Rico, Cuba y la República Dominicana) dando conferencias, tal como informa al Director General de Relaciones Culturales, don Luis García de Llera; al final sólo se materializan las invitaciones oficiales para las conferencias de Colombia y Ecuador.

En Colombia es recibido con expectación por la prensa y pronuncia sus conferencias, siempre las mismas, ya sabemos que esto de la repetición de las conferencias en Cela será proverbial: “Cuatro figuras del 98, Unamuno, Valle-Inclán, Baroja y Azorín”, “Teoría de la novela” y “Consideraciones sobre el oficio literario”. Dicta sus conferencias en Bogotá, Popayán, Cali y Manizales, falla a última hora Cartagena de Indias. Las opiniones de la prensa se dividen,

No es un buen momento este para Colombia, a Cela le toca asistir el 13 de junio de 1953 a la caída del dictador Laureano Gómez y al ascenso al poder del teniente general Gustavo Rojas Pinilla, que gobernaría hasta 1957.

Pero la gran operación diplomática de Cela será conseguir una gran entrevista con el Presidente de Colombia, auspiciado por su anfitrión, Lucio Pavón Núñez, recién nombrado ministro por su apoyo al golpe. La entrevista, “Mi conversación con el Presidente de Colombia”, aparece en la primera plana de El Espectador de Bogotá. El 27/06/1953. En ella Rojas Pinilla expone sus primeras ideas políticas, sociales y económicas y pide paz y reconciliación entre los colombianos.

Toda la prensa se hace eco de esta entrevista, que es considerada como una especie de programa político anticipado y la popularidad de Cela se catapulta hasta cotas insospechadas. Hasta el embajador español le escribe a García de Llera el 1 de julio en estos términos: “Como último acto de su estancia en Colombia, obtuvo unas amplias declaraciones del nuevo Presidente de la República (…), dichas declaraciones se pueden calificar de sensacionales”2.

Después prosigue el viaje a Ecuador, el 7 de julio y es recibido por el Secretario del Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica y por el embajador español, Antonio de Villacieros. Al día siguiente el Presidente Velasco Ibarra le concede una audiencia y le encarga a su ministro de Educación que sea un buen anfitrión.

Dicta tres conferencias en Quito y la cuarta en Cuenca con público numeroso; pero en Guayaquil el director de la Casa de Cultura y un nutrido grupo de exiliados españoles boicotean la conferencia y tuvo que anularse. A pesar de este incidente la visita de Cela se pude considerar como un gran triunfo cultural para España.

Cela regresa a Bogotá el 20 de julio, asiste a las celebraciones del Día de la Independencia colombiana y dos días después se embarca para Caracas.

Estando en Ecuador nuestro novelista recibe una invitación del Centro Gallego en Caracas para dar una conferencia y también para dictar un ciclo de conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela. Aún contando con la ayuda de sus paisanos y la del embajador, el estatuto de Camilo José Cela en Venezuela es muy distinto del que tenía en Colombia y Ecuador. Aquí no es un invitado oficial del gobierno y huésped de honor, por el momento.

Camilo José Cela cumple con sus paisanos disertando en el Centro Gallego sobre “Tres facetas del alma gallega” y dos días después en el Teatro Nacional sobre “La morriña, la típica y especial nostalgia (saudade) gallega”. La prensa cubre ambas conferencias y también destaca el ciclo patrocinado por la Facultad de Filosofía y Letras en los salones de la Biblioteca Nacional.

Con toda esta actividad Cela se va abriendo paso. Cuenta con la colaboración de su paisano Silvio Santiago, director de actividades culturales del Centro Gallego en Caracas, persona muy conocida por la prensa y la política venezolana. También colabora la editora y escritora Amelia Góngora, española residente en Caracas, que tiene los contactos necesarios para hacer las presentaciones de rigor, dado que trabajaba en el turismo, cuyo desarrollo era esencial en los planes del gobierno de Pérez Jiménez.

Por estas u otras razones el 3 de agosto de 1953 el doctor Humberto Spinetti Dini, director de la Oficina Nacional de Informaciones y Publicaciones del Ministerio de Relaciones Interiores, ofrecerá un cóctel para agasajar al escritor español en los salones del club Paraíso. La fotografía de El Nacional reúne a cuatro de los protagonistas principales de esa velada: Spinetti Dini, Camilo José Cela, Amelia Góngora y Laureano Vallenilla Lanz hijo.

En este cóctel Cela conoce al hombre fuerte del régimen de Pérez Jiménez, a Laureano
Vallenilla Lanz y a los pocos días, deja de ser el prometedor novelista español, conferenciante invitado por el Centro Gallego para convertirse en protegido del Ministro del Interior y huésped de honor de la República.

Marcos Pérez Jiménez y su ministro del Interior Vallenilla Lanz pretendían impulsar el desarrollo de Venezuela mediante el turismo y la inmigración europea, y como se había demostrado con Brasil, país del futuro de Stefan Zweig, una obra de un autor consagrado podía ser un instrumento de propaganda bastante eficaz para lograr dichos objetivos. Hubo un rumor, entonces, que el ministro Vallenilla Lanz pensó hacer el encargo, antes que a CJC, a Hemingway, a Camus o a Curzio Malaparte, rumor cuya veracidad no se ha confirmado. La única condición de la obra literaria era que tenía que ser de tema venezolano.

El encargo, pues, recayó en Camilo José Cela y por una suma importante, unos tres millones de pesetas según estimaciones, abonados en dos plazos. El género literario quedaba a disposición de CJC, que tardó en decidirse por la novela; barajó el ensayo o el libro de viajes. Decidió escribir una novela venezolana, cuya trama tiene como escenario el Llano: La catira.

Cela es invitado en auto oficial y con guías locales para recorrer el país. Incluso se le facilita una avioneta de la Fuerza Aérea para recorrer los estados del Sur y del Oriente. De tal forma que cuando termine la gira, el novelista conoce el territorio venezolano mejor que muchos venezolanos.

Y el mayor logro de don Camilo durante su estancia en Venezuela fue la audiencia que le concedió Marcos Pérez Jiménez el 1 de octubre de 1953, entrevista que se publica en El Universal un mes más tarde. No cabe duda que trata de repetir el éxito de Bogotá con Rojas Pinilla. El resultado, no obstante, es diferente, porque Venezuela no es Colombia, y Pérez Jiménez ya está bien asentado en el poder, mientras que Rojas Pinilla acababa de llegar.

Con todo, la entrevista forma parte del relanzamiento de las relaciones hispano-venezolanas.



GÉNESIS DE LA CATIRA

Evidentemente que la dictadura de Pérez Jiménez trataba de promover la imagen de Venezuela en el extranjero y, en especial, en la España de Franco, de donde procedían, por esos años, muchos emigrantes canarios y gallegos, sobre todo.

El encargo de La catira pretendía promocionar a un régimen que había llegado al poder por la fuerza en noviembre de 1948, derrocando al presidente escritor Rómulo Gallegos y había falseado descaradamente el resultado de las elecciones en 1952, que encumbró como presidente a Pérez Jiménez.

Camilo J. C. durante su estancia en Venezuela hizo abundante acopio de materiales para su novela: fotos, mapas, vocabulario, libros, material que se puede ver en la Fundación CJC en Iria Flavia; pero además también se dispone de los borradores manuscritos editados por la Fundación en 2004: un extenso manuscrito autógrafo digitalizado con fecha de comienzo de 9 de marzo de 1954.

La elección del género es del propio Cela, como se ha dicho, novela rural, regional (del Llano como epítome de Venezuela) y vernácula, intentando calar en la entraña venezolana. Opta por la novela pensando que es el género que puede tener mayor difusión en el mundo hispánico.

Pero la osadía de Cela no se basa sólo en La catira, sino que proyectaba escribir un vasto ciclo novelesco que comprendía otras cinco novelas, lo que le supondría 10 años de trabajo y llevaría el título de “Historias de Venezuela”, antetítulo de La catira.

En una carta que le envía al ministro Vallenilla Lanz, el 23 de marzo de 1954, Cela le traza las líneas de su proyecto, “siempre bajo el título genérico de “Historias de Venezuela” voy anotando datos y escenas para los siguientes libros (…):

La flor del frailejón, novela de los Andes; La cachucha y el pumpá, novela de Caracas; Oro chocano, novela de la Guayana; Las inquietudes de un negrito mundano, novela del Caribe y una última (…)sobre el mundo del petróleo (el Zulia)”3.

Sabemos que este ambicioso proyecto, que debía proyectar la imagen de Venezuela por toda Europa, no se llevó efecto; ya que la polémica de la presentación de La catira en Caracas en 1955, pondrá fin a la colaboración del novelista gallego con el gobierno del coronel marcos Pérez Jiménez.



FUENTES DE LA CATIRA

 
 
 
 
 
Tenemos primero el libro de Rafael Bolívar Coronado, El llanero, estudio de sociología venezolana, publicado en Madrid en 1918 y se sirve de él para rodear la ficción de detalles autóctonos, como las numerosas coplas que se citan en la primera parte de la novela.

Además Rafael Bolívar Coronado es el autor de la letra de la zarzuela, Alma llanera, que se estrenó en Caracas en 1914 con la compañía de Matilde Rueda. Del éxito de la zarzuela se desprendió un corrido, que interpretado hasta la saciedad con los instrumentos llaneros tradicionales: arpa, cuatro y maracas, acabó convirtiéndose en el segundo himno nacional venezolano:

Yo nací en esta ribera

del Arauca vibrador.

Soy hermano de la espuma,

de las garzas, de las rosas

y del sol, y del sol.

En el Llano, esa región central, se inicia la gran epopeya fundacional de Venezuela; en ese primitivo escenario, descrito como una tierra de nadie, donde crece el ganado salvaje, y adonde, en tiempos remotos, huían a esconderse los esclavos cimarrones, los indios que abandonaban las encomiendas y todos aquellos que tenían cuentas pendientes con la justicia colonial.

Cela durante el proceso de redacción (febrero-septiembre de 1954) pide a Caracas bibliografía de consulta como el Glosario de bajo español de Venezuela (1929) de Lisandro Alvarado; la Enciclopedia Larense (1941) de Rafael Domingo Silva Uzcátegui; El castellano de Venezuela (1949) del lingüista Julio Calcaño, Lengua y cultura de Venezuela (1954) del filólogo Ángel Rosenblat, varios catálogos de la flora y la fauna llanera y hasta un mapa en relieve del país. También maneja Cesarismo democrático y Disgregación e integración de Vallenilla Lanz padre.

Con todo este material Cela iba a redactar la novela más venezolana de entonces, la novela del Nuevo Ideal Nacional.

Y en resumen lo que se nos cuenta en la novela es la consolidación del liderazgo regional de una gamonal llanera, Pipía (Primitiva) Sánchez, conocida como la catira.



LA CATIRA, NOVELA LLANERA

 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
Portada de la primera edición, 1955
 
 
 

La catira ubica la trama en los Llanos de Guárico y Apure. El título es llanero, igual que los subtítulos de los capítulos: “Moquinga”, “El ojo del zamuro” etc y por supuesto las cuidadas ilustraciones de Ricardo Arenys de la edición príncipe (una serie de finos dibujos de los indómitos caballos llaneros), colocados al principio de cada capítulo por unidades, por parejas o por conjuntos.

La novela se compone de dos partes, de 5 capítulos la primera, titulada, “Viento Oeste, viento Barinés” y por subtítulo, “La guerra”; la segunda parte consta de 4 capítulos, que se titula, “La garza en el cañabraval”y se subtitula, “La paz”.

Los capítulos de dividen en secuencias, separadas por espacios en blanco, al modo de La colmena, aunque un poco más extensas.

Cela utiliza un lenguaje extraño: el habla popular de los Llanos venezolanos, esto dice:

La catira es, en mi intención, un canto arrebatado a la mujer venezolana. También a la tierra venezolana. (…) en la catira ensayé (…) la doble experiencia de la incorporación del mundo americano y su peculiar lenguaje la literatura española. Sé bien que su lectura no es fácil, tanto por el empleo de palabras no habituales en el español de España como por la figuración que me propuse de su fonética. En la edición incluyo un vocabulario de venezolanismos, de cuyas 896 voces hago aquí gracia al lector” (…) a La catira le fue otorgado del Premio de la Critica 1956, único galardón que recibí.4



Los hechos se desarrollan en el Llano venezolano y el tiempo avanza sin rupturas. La segunda parte discurre por el tiempo de la escritura de la novela (1954) y la primera dieciséis o dieciocho años antes (se hace alguna alusión a la guerra civil española).

La novela tiene como eje al personaje femenino que da nombre al texto, la catira, rubia, blanca, muy hermosa y mujer de mucho carácter, Primitiva Sánchez, “Pipía”, cuyo papel en la obra resalta el amor a la tierra y su valor como fuente de riqueza. La catira se consagra a mantener unidos y apaciguados sus hatos, para los que sueña un heredero de su propia sangre.

Pero veamos su argumento:

La catira Pipía Sánchez huye del hato del Pedernal y del dominio de don Froilán Sánchez, de quien pasaba por ser su hija sin serlo5, para casarse con don Filiberto Marqués en el hato de Potreritos. Don Froilán envía a sus hombres para que se la devuelvan. Tras el enfrentamiento entre los dos bandos la catira queda viuda y huérfana- ella misma mata a don Froilán- y dueña de ambos hatos y de sus problemas con un caporal rebelde, Aquiles Valle, homosexual, asesino y violador6, que es vencido por Juan Evangelista Pacheco.

Más tarde vuelve a casarse, ahora, con don Juan Evangelista Pacheco, el más fiel colaborador de su difunto esposo don Filiberto Marqués. Vuelve a enviudar, esta vez con un hijo, en el que tiene puestas sus esperanzas, ya que piensa que será el heredero de todas sus posesiones, a las que con la muerte de su segundo esposo se han añadido los hatos Primavera (por compra a sus primas, misia Marisela y misia Flor de Oro) y Coracero Largo (propiedad de don Juan Evangelista), que serán unificados con un solo hierro, bajo el nombre de La Pachequera.

El joven Juan Evangelista muere en un accidente de coche. La catira recibe ofertas de compra, a las que no accede por considerar que “hasta que el mundo reviente e la viejera, la tierra tié que se e mismitica que la apaciguó (pp. 356-357).

“Toos lo tenemos que entendé…La tierra quea, negra… La tierra que siempre…manque los cielos lloren, durante días y días, y los rios se agolpen…manque los alzamientos ardan, güeno, y mueran abrasaos los hombres…manque las mujeres se tornaran jorras, negra…” (2ª parte, IV, p. 356).

La catira como Doña Bárbara son dos novelas con mensaje nacionalista; pero existe entre ellas una diferencia notable en el modo de abordar la cuestión llanera. Por un lado la novela de Rómulo Gallegos es una ficción liberal e ilustrada sobre la posibilidad de transformar los llanos y someter la violencia al imperio de la ley. Con la acción del abogado Santos Luzardo, quien evita convertirse en un nuevo cacique llanero, todo puede cambiar.

La caudilla (gamonal), Doña Bárbara puede ser derrotada y rescatada de su infierno, aunque sea por amor. Sin duda Doña Bárbara fue una respuesta literaria al determinismo histórico que planteaban ensayos como Cesarismo democrático de Vallenillas Lanz padre, intelectual orgánico del gomezismo (del dictador Juan Vicente Gómez).

Camilo José Cela, influido por la lectura de Cesarismo democrático y por las ideas del ministro Vallenilla Lanz hijo sobre el país, escribe una novela sobre la necesidad de un caudillo (o caudilla) y sobre la fidelidad telúrica a la región. Por eso la novela resulta tradicionalista, aunque se aderece con escenas procaces y tremendistas como la violación y el asesinato del peón Gilberto Flores, que producirá tanto escándalo.

En realidad el encargo (pluma mercenaria) de La catira cumple con los objetivos del régimen perezjimenista; ya que exalta los valores conservadores de la tierra llanera: el culto al pasado, la lealtad al jefe, el arrojo personal, el machismo y la fuerza.

En el mundo de la Pipía , aunque hay autos americanos, nevera, y pronto llegará la radio y la televisión y tampoco se oculta el progreso de la industria del petróleo; esto dicen tres peones del el Pedernal, cuando abandonan el hato: “Nosotros nos vamos a dir pal petróleo, don; allá hay muy güena realera” (1ª parte, I, 60), nada cambia: los blancos son los dueños de los hatos, los indios poseen un olfato y un oído como los animales, los negros tienen instintos y los homosexuales son castigados por la propia naturaleza, como al capataz Aquiles Valle, que es devorado por los peces caribes (las pirañas).

En cuanto al lenguaje utilizado CJC comete el gran error de elevar el habla llanera (la oralidad) a la condición de lengua literaria venezolana, marchando en contra de la tradición y esto perturba al lector venezolano.

Y, además, el método que sigue Cela para recrear el habla llanera es muy poco serio. Primero redacta la novela en un castellano normal, y luego va colocando las frases con giros y expresiones supuestamente llaneras; mutila las palabras hasta convertirlas en unos extraños fantasmas verbales muy ‘llaneros’.

Por lo tanto las estructuras sintácticas de la novela siguen siendo básicamente las de un castellano peninsular, adornadas con venezolanismos y elementos del léxico llanero, pero que se emplean mal o se colocan fuera de su sitio habitual dentro de la frase venezolana.

Después el narrador se expresa en un castellano normativo, mientras que los llaneros tienen todos el mismo registro de voz, habla igual el cura, el licenciado, el capataz, el peón que el dueño del hato. Incluso Telefoníasinhilos y Saludable Fernández son de Maracaibo, pero se expresan en lenguaje llanero.



LA RECEPCIÓN DE LA CATIRA

La catira sale a las librerías españolas el 14 de marzo de 1955 publicada por la editorial Moguer y la crítica le es favorable (Antonio Vilanova, Juan Ramón Masoliver, José Mª Castellet, Martínez Cachero); sólo Manuel G. Cerezales, el esposo de Carmen Laforet, emite una opinión contraria en su reseña del diario Informaciones. Esto dice Manuel Cerezales: “Los personajes de La catira son solo fantoches, que, a veces parecen cobrar voz y vida propia”; también señala la ausencia de intención política, que separa el ejercicio lingüístico de Cela del de Valle-Inclán en Tirano Banderas, sigue: “la novela serviría (…) como confirmación del atraso, de la miseria y de las primitivas condiciones de existencia en que vive el pueblo venezolano, es decir, que lo que en Gallegos es denuncia, en Cela aparece como una prueba objetiva”.7

Cela viaja a Caracas el 22 de marzo de 1955 para presentar su novela. La recepción crítica de La catira, por el contrario, fue totalmente negativa en Venezuela, entre las más destacada está la del periodista de El Universal, Manuel García Hernández, adicto al régimen, que en fecha del 25/04/ 1955 dice lo siguiente:

La catira es sucia, inmoral y ofende a Venezuela (…) Ni como ficción (…), ni como simple estudio de caracteres regionales, ni como argumento representativo de la cultura que haya podido ver en el llano (…) puede considerarse esta desfiguración lingüística y civil de los habitantes venezolanos en una vasta región en que los criminales no encuentran sanción judicial y en que las víctimas son enterradas bajo los árboles o llevadas a la caribera para su exterminio total, o entregados a los zamuros para penalidad extrema8.



Elías Toro desde El Nacional, 27/04/1955, publica un artículo titulado simplemente “La catira”, y aparte de otras consideraciones sobre la génesis (el encargo del gobierno)), sobre el lenguaje dice claramente:

Nuestro novelista emplea en toda la obra una jerigonza incomprensible compuesta de refranes, modismos, expresiones truncas, palabras incompletas y giros mal usados que demuestran (…) que por más fascinado que estuviera y obedeciendo a la hermosa inspiración que suponíamos en él, no podía en su precipitación asimilar ni comprender al hombre de nuestros llanos.9



Mariano Picón Salas señala el desfase entre La catira y las expectativas de las letras venezolanas en 1955: “Mientras que los escritores venezolanos quieren, superando o meramente anecdótico y coloquial, conquistar los temas y la problemática más general del hombre, el novelista parece llevarnos a los días del costumbrismo, cuando cada página debía acompañarse de un glosario”10.

Miguel Otero Silva, ante tanto malestar comenta a propósito del lenguaje:

Tal vez lo que produce mayor enojo a leer La catira es el léxico. Todos sus personajes- el cura, el poeta, el abogado (…) la criada, el peón- hablan al unísono una jerigonza incomprensible aun para el más curtido de los venezolanos. Es un dialecto singular, construido a base de regionalismos diversos, cubanismos, andalucismos, contracciones arbitrarias, giros inusuales en nuestro idioma, salpicados de obscenidades e indecencias.11



Camilo José Cela, ante tanta crítica, no puede seguir callado y el 28 de abril contesta a las críticas en una entrevista en Últimas Noticias bajo el título “No acepto que mi libro ofende deliberadamente a Venezuela” y referente al lenguaje empleado en La catira dice:

Todas las voces usadas en La catira las saqué de autores venezolanos, desde el doctor Calcaño, hasta Ángel Rosenblat, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietro…El lenguaje empleado en mi novela es, (…) el del bajo, nobilísimo y valeroso pueblo llanero. Al incorporar los desgarrados popularismos venezolanos a mi labor, no he hecho otra cosa que seguir la trayectoria que me marqué en La colmena al intentar dar valor literario a los también desgarrados popularismos madrileños. En mi libro figura un glosario de venezolanismos que agrupa (…) 896 voces de este país. Esa es mi contribución a la filología venezolana y me considero muy satisfecho de ser corregido y discutido. La lengua la forma el pueblo y nadie más que el pueblo y a él nos debemos los escritores.12



Cela contrariado y molesto por las malas críticas a La catira abandona Caracas el 5 de mayo de 1955 sin despedirse del ministro Vallenilla Lanz.

La academia de Venezolana de la Lengua echa su cuarto a espadas y pone punto final a la polémica en torno al lenguaje de La catira en estos términos:

Esta Academia (…) juzga que la obra (…) publicada en España, intitulada Historias de Venezuela, La catira de Camilo José Cela, adolece del defecto de presentar como habla típica popular de la región llanera venezolana, algo que es una mera combinación según el gusto personal del autor, quien ha reunido y usado a capricho (…) voces y locuciones tanto de diversas regiones de Venezuela, como de alguna república americana y aun de España. De esta manera se ha querido presentar como real y típica del llanl una jerigonza que, aun hecha a base de venezolanismos, nada tiene que ver con la realidad de nuestra habla popular.13

Alonso Zamora Vicente refiriéndose a la lengua de La catira dice:

En América existe una enorme distancia entre la lengua hablada y la lengua escrita (…) Es indudable que las gentes que en América pueden hoy leer la novela (…) ni hablan ni escriben como se ve en La catira, exclusivamente. No, aquellas gentes se van haciendo, aún, su lengua literaria. Y tienen muy lejos el tiempo en que un tipo de literatura a base de vulgarismos o ruralismos o localismos se quiso convertir en prototipo de los nacional. Recordemos la falsía, ya superada, de lo gauchesco respecto as los países del Plata; lo mismo que (…) nosotros, hispanohablantes europeos, no podemos considerar típicamente nuestro, representativo literariamente hablando, el habla de Arniches o de José Mª Gabriel y Galán.14

RASGOS ESTILÍSTICOS


En cuanto a los rasgos estilísticos podemos destacar los siguientes aspectos: la repetición del nombre completo de un personaje, el humor a través de los nombres propios de algunos personajes, el sexo, lo real maravilloso y el tono lírico.

La repetición del nombre completo de un personaje (“Gilberto Flores no era catire. Gilberto Flores aún tenía las carnes tibias.Gilberto Flores tenía la boca amarga. Gilberto Flores no tenía el pecho latidor”); la repetición del nombre con una característica física (la catira Pipía Sánchez, el vereco Nicanor Poveda, el mocho Clorinda López) o algo que indica el origen o la raza (el indio Fortunato García, el mestizo Pedro Apóstol Taborda, la negra Cándida José). Estas repeticiones dan morosidad a la narración.

También tenemos el humor a través de los nombres propios de algunos personajes entre cómicos e inverosímiles. Podemos considerar esta onomástica de extravagante, así: Telefoníasinhilos de Vásquez R. y sus seis hijos: Sesquicentenario del Lago, Helicóptero y Superheterodino y los tres de su primer esposo, Libertad de Asociación Gutiérrez- Tucán, Televisay y Penicilina; y los hermanos de Telefoníasinhilos, Armisticio (beisbolero) y Saludable Fernández (rumbera), con el sobrenombre de El Ardiente Vendaval de Guanabacoa.

El sexo truculento también tiene presencia en La catira. Los peones Gilberto Flores y Nicanor Poveda violan a la india María: “cabalgándola como a una mansa potra esquiva y desesperada” (1ª parte, III, 97).

Aquiles Valle, el caporal rebelde, homosexual y necrófilo, mata y viola al peón Gilberto Flores.

La negra Mª del Aire, aquí sin tremendismos, se rinde apasionada a las pretensiones amorosas del caporal Feliciano Bufanda.

Y por último El Ardiente Vendaval de Guanabacoa, la rumbera Saludable Fernández, se pone amorosa con el sudor: “ –Ah, y que estoy toita sudá, pues, como le gusto a mi amó” (2ª parte, III, 295); o también: “Al El Tornado Cubiche (otro sobrenombre de Saludable Fernández), la presencia de la muerte (…), la ponía cachonda. Cachonda como la criada que degüella al pavo sujetándole el tibio gañote entre los muslos” (2ª parte, III, 318).

Lo real maravilloso o el realismo mágico se asoma a las páginas de la novela en los personajes de Moquinga o Guardajumo, denominaciones del demonio y en las supersticiones de los llaneros.

El tono lírico se pude observar en estos pasajes:

En el horizonte se pintaron, viejas y elegantes, las nubes de la tarde. Lo mismo que el día del peleón del Turpial. El llano, a veces, varía poco, muy poco” (1ª parte, IV, 172)



Don Juan Evangelista Pacheco, saliendo de decirle adiós a la catira, se llegó al ceibo que sombreaba los restos del amo Filiberto (…) y se estuvo con los ojos prendidos en la verde hierba, un tiempo raro y sin medida, un tiempo durante el que escuchó latir, como una sonorosa frágil esquila de cristal, al corazón (1ª parte, V, 193).



La negra Mª del Aire y el caporal Feliciano Bufanda se veían todas las noches, entre el verde y ruidoso maíz, a la alta luz de las estrellas (2ª parte, I, 238)

Y el tono lírico final se manifiesta en: “la tierra queda. La tierra queda siempre. Aunque los ríos se agolpen (…) Aunque los hombres mueran (…). La tierra se alimenta de muertos” (2ª parte, IV, 329).



VALORACIÓN

La catira, como obra de encargo del régimen dictatorial del coronel Marcos Pérez Jiménez, se enclava dentro de la literatura (comprometida) como instrumento al servicio del poder; por esa razón se movía entre dos aparatos propagandísticos: el nacionalismo perezjimenista (el Nuevo Ideal Nacional), que ya entonces se declaraba bolivariano, y el viejo concepto de la Hispanidad, estamos en 1953, que el régimen de Franco lanzaba en términos neoimperialistas.

El gran error CJC fue intentar transcribir el habla de los llaneros; pues fue ahí donde se centraron las críticas y el rechazo de la novela. El novelista gallego reivindicaba que el lenguaje de La catira era un fiel reflejo del habla llanera y adjunta 896 voces que lo prueban. Pero transcribir palabras para construir un lenguaje por mimetismo y pretender escribir una novela llanera venezolana es, incluso, muy difícil para un venezolano no originario de los Llanos, y mucho más para un gallego que pasó un pequeño periodo en el país. Por tal motivo La catira fue rechazada por el gobierno, los opositores y los críticos.

Pues si bien es verdad que el espacio y los personajes son llaneros, el autor es español y entonces el encargo del Nuevo Ideal nacional y la mentalidad natural de la Hispanidad franquista se encuentran, chocan y raras veces coinciden. El resultado nunca estuvo a la altura de las expectativas de los jerarcas del régimen pérezjimenista ni de la oposición.

La catira viene a ser una novela bronca con su taracea tremendista y procaz, en cuyas páginas el esencialismo llanero procedía del correlato carpetovetónico que CJC cultivaba a propósito del paisanaje español.

Una novela conductista, de personajes apenas esbozados, sin ideas; y en la que Primitiva Sánchez (Pipía) muestra su voluntad de poder, creando sus propias normas morales y de todo tipo y apegada a la tierra, que es lo que permanecer; para nada se impulsan reformas modernizadoras del Llano; todo debe permanecer inmutable, como el régimen que realiza el encargo.



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA

Cela Camilo José, Historias de Venezuela, La catira, Editorial Moguer S. A. Barcelona, 1955, 1ª edicion. Ejemplar de lectura y citas textuales.

- Mis páginas preferidas, Editorial Gredos, Madrid,

- Edición facsimilar del manuscrito de La catira, A xoubiña voadora, nº 4, Fundación CJC, Iria Flavia, Padrón (la Coruña), 2004.

Cela Conde, Camilo José, Cela, mi padre, Ediciones de Hoy, Madrid, 1989, 6ª edición

- Cela, piel adentro, Destino, Barcelona, 2016

Guerrero Gustavo, Historia de un encargo: la catira de CJC, Anagrama, Barcelona 2008

Platas Tasende, Ana Mª, Camilo José Cela, Editorial Síntesis, Madrid, 2004

Pryevalinsky, Olga, El sistema estético de CJC. Expresividad y estructura, Editorial Castalia, Valencia, 1960

Zamora Vicente, Alonso, Camilo José Cela (Acercamiento a un escritor), Editorial Gredos, Madrid, 1962





Madrid, 25 de octubre de 2016



Anastasio Serrano



1 .- Cela Conde Camilo José, Cela, mi padre, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1989, 6ª edición, p. 67.

2 .- Nota tomada de Guerrero Gustavo, Historia de un encargo: La catira de Camilo José Cela, Editorial Anagrama, Barcelona, 2008, p. 50 (Obra en la que se basa la mayor parte de este estudio)

3 .- Carta de CJC, Pollensa, 23 de marzo de 1954. AFCJC, 95, V-C. Cita tomada de Historia de un encargo. P. 99

4 .- Cela Camilo José, Mis páginas preferidas, Editorial Gredos, Madrid, 1956, p. 179

5 . Esta es la conversación entre don Job Chapín (sacerdote) y don Juan Evangelista Pacheco, hombre de confianza de don Filiberto Marqués:
(…) ¡Usté sabe, don Froilán también, que la catira no era hija suya!
- Lo que pasa, güeno, es que don Froilán había andao con las venéreas, pu aquellas fechas, y tenía esatendida a misia Chabelonga, que era hembra muy amorosa. ( La catira, 1ª parte, II p.62).
Por lo tanto el supuesto padre de la catira es su tío, don Froilán Sánchez, con quien ha vivido hasta los 20 años, sin poder hacer nada sobre el asesinato de su padre real, don Servando Sánchez, ordenado por su tío. Como vemos el melodrama o folletín llanero está servido con la huída de Pipía Sánchez para casarse con el dueño del hato vecino.

6 .- Este es el pasaje más tremendista de La catira: “Aquiles Valle se abalanzó sobre Gilberto Flores y los dos rodaron por el suelo (…) y Aquiles Valle fiero como un tigre rijoso, tumbó al peón de un tajo en el gañote (…) Aquiles Valle a carcajadas siniestras, gozó el cadáver del peón” p. 144

7 .- Cerezales Manuel, “la catira” en Informaciones, Madrid, 16/04/1955, p. 12. Nota tomada de Historia de un encargo, p. 215

8 .- O. Cit. p. 232

9 .- O. Cit, p. 235

10 .- O. Cit, p.237

11 .-O. Cit, p. 240

12 .- O. Cit, p. 243

13 .- O. Cit, p. 250

14 .- Zamora Vicente, Alonso, Camilo José Cela (Acercamiento a un escritor), Editorial Gredos, Marid, 1962, pp. 200-201