Baldomero Espartero
INTRODUCCIÓN
Los Episodios
Nacionales ocupan aproximadamente la mitad de la obra galdosiana
y constituyen la primera y la última de las etapas de su carrera
literaria. Los 46 episodios están formados por cinco series de
narraciones. Las cuatro primeras de diez títulos y la última, ya en
los años de vejez del autor, por sólo seis.
Los 46 episodios abarcan
setenta y cinco años de la historia de España, desde 1805
(Trafalgar) hasta 1880 (Cánovas). La primera serie se
publicó entre 1873-1875; la segunda de 1875-1879 y tras diecinueve
años de silencio publica la tercera serie de 1898-1900; la cuarta de
1902-1907 y la quinta de 1907-1912.
Así explica Galdós en
sus memorias la génesis de los Episodios:
Siento pasar
el 70, 71, y a mediados del 72 vuelvo a la vida y me encuentro, sin
saber por qué sí o por qué no, preparaba una serie de novelas
históricas, breves, amenas. Hablaba yo de esto con Alvareda, y como
le decía que no sabía qué título poner a esta serie de obritas,
José Luis me dijo:
- Bautice
usted esas obritas con el Nombre de Episodios Nacionales. Y cuando me
preguntó en qué época pensaba iniciar la serie, brotó de mis
labios, como una obsesión del pensamiento, la palabra Trafalgar.1
Pérez Galdós tiene un
propósito general con la escritura de los Episodios:”Presentar en
forma agradable los principales hechos militares y patrióticos del
periodo más dramático del siglo, con objeto de recrear (y enseñar
también, aunque no gran cosa) a los aficionados a esta clase de
lecturas”.2
Nuestro novelista fiel
siempre a la máxima: historia magistra vitae, descubre su
preocupación política ante los hechos y conflictos tan cercanos de
la España que le tocó vivir. Y además de su propósito
ejemplificador, revela sus consideraciones personales sobre los
hechos, sus firmes convicciones liberales, su antibelicismo y su amor
al pueblo español.
Los Episodios
Nacionales no son historia propiamente dicha, sino novela
histórica, utilizada en ocasiones como fuente histórica. Pero, ¿
cómo se fusionan la historia y la ficción?; pues esto dice Galdós
en 1910, cuando estaba trabajando en Amadeo I: “Ahora estoy
preparando el cañamazo, es decir, el tinglado histórico…Una vez
abocetado el fondo histórico y político de la novela, inventaré la
intriga”3.
Parece deducirse de esta
declaración, que lo primario en el proceso de creación es la visión
histórica, y que la novela, la ficción es un ensamblaje a
posteriori. Así opinan algunos críticos como Pedro Laín
Entralgo y Gómez de Baquero.
Hans Hinterhauser afirma
que si bien en el conjunto de los Episodios tuvo presente lo
histórico como punto de partida, sin embargo, “la primera
preocupación artística del novelista debió ser lograr una
simbiosis entre historia y ficción”4.
Ricardo Gullón resuelve
la cuestión entre lo histórico y lo novelesco de esta forma:
Que los
Episodios Nacionales no son historia sino novela es una verdad
incuestionable, sólo controvertible desde otra certeza, muy
difundida y aceptada, que pudiera enumerarse así: en ninguna obra
puede aprenderse mejor la historia de España que en los Episodios
Nacionales5.
En efecto, Galdós,
consulta las fuentes históricas: libros de historia, crónicas,
diarios y hasta a algún testigo superviviente de los hechos. Pero el
novelista, que si bien es fiel a los hechos, a su vez, manipula esos
materiales, escogiendo unos, desechando otros y magnificando
algunos.
La trama novelesca juega
un doble papel. Por un lado se funde con la historia para actuar de
contrapunto (Fago-Zumalacárregui). Por otro la historia como marco y
cuadro temporal de los hechos, y la trama como espejo del trasfondo
social de los mismos. El lector sabe que tiene en sus manos una
novela, aunque vea en ella su preocupación por la historia reciente
de España, y quizá le incite a consultar un manual de Historia o
una monografía.
GÉNESIS DE LA TERCERA
SERIE
Al final de Un
faccioso más y algunos frailes menos, último episodio de la 2ª
serie, hace Galdós esta declaración:
Basta ya.
Aquí concluye el narrador su tarea, seguro de haberla desempeñado
imperfectamente (…). Los años que siguen al 34 están demasiado
cerca, nos tocan, nos codean, se familiarizan con nosotros (…).
Quédese, pues, aquí este trabajo, sobre cuya última página (…)
hago juramento de no abusar de la bondad del público, añadiendo más
cuartillas a las diez mil y pico de que constan los Episodios
Nacionales. Aquí concluyen definitivamente éstos6.
No obstante, diecinueve
años más tarde, en 1898, inicia con Zumalacárregui la 3ª
serie de sus interrumpidos episodios, que continuaría con dos series
más. Así justifica, Galdós, la continuación de los EE. NN.
en las primeras líneas de Zumalacárregui:
Al terminar
Un faccioso más y algunos frailes menos,
la segunda serie de los Episodios Nacionales, hice juramento de no
poner la mano por tercera vez en novelas históricas. ¡Cuán
duramente veo ahora que esto de jurar es cosa mala…! (…). A los
diez y nueve años, no justos, de aquel juramento, los amigos que me
favorecen, público o lectores, (…) me mandan quebrantar el voto, y
lo quebranto; me mandan escribir la Tercera Serie de episodios, y la
escribo7.
A pesar de estas
declaraciones, la mayoría de los estudiosos señalan que fueron
razones económicas las que le empujaron a escribir esta Tercera
Serie. El mismo Galdós confirma en sus Memorias, que había
quedado arruinado con los gastos del juicio con su socio editor,
Miguel de la Cámara:
Ved aquí lo
más esencial del laudo (que dictó don Gumersindo de Azcárate): En
primer lugar me reconocía la total propiedad de mis obras (…).
Disuelta la sociedad, el laudo me imponía la obligación de abonar a
mi contrario una parte bastante crecida de la liquidación por
anticipo que mi socio me había prestado. Por tal concepto yo tenía
que pagar a toca teja ochenta y dos mil pesetas.8
Sin embargo no fueron
sólo razones económicas las que empujaron a Galdós a escribir esta
3ª serie. Se sumaron, también, a las razones económicas,
condiciones ideológicas personales y preocupación patriótica.
Hinterhauser, (1962, p. 51), valorando la explicación económica,
añade dos razones coadyuvantes: la posición ideológica y las
circunstancias históricas, que dieron lugar a la crisis del 98, que
ya estaba a las puertas. Y además pretendía en su nueva serie:
“disecar la sociedad contemporánea desde un punto de vista
histórico, ético y crítico nacional”. José F. Montesinos admite
las razones económicas junto a las patrióticas: “una meditación
amarga, desesperada, sobre las torpezas, tal vez evitables, pues
emanaban del mismo ser español”9.
Galdós abre, pues, la 3ª
serie con Zumalacárregui en la primavera de 1898 y a finales
de 1900, la cierra con Bodas reales. Parece que don Benito
hubiera vuelto a su pujante juventud. Además esta 3ª serie refleja
la experiencia de Galdós como novelista, ofreciendo más variedad en
cuanto a temas y personajes. Las dos primeras series presentaban un
personaje único en torno al cual se desarrollaba la trama novelesca
inmersa en el hecho histórico, en cambio en esta tercera serie no
puede hablarse de un protagonista único, ya que Fernando Calpena, es
protagonista en algún episodio (Mendizábal, De Oñate a La
Granja, Vergara) y en otros ocupa un papel relevante (Luchana,
La campaña del Maestrazgo, La estafeta romántica); pero
en otros no aparece, como en Zumalacárregui, y Bodas reales.
Así mismo destacan como protagonistas otros personajes como D.
Beltrán de Urdaneta, Santiago Ibero o figuras históricas como
Zumalacárregui, Mendizábal, Cabrera Espartero o Maroto.
Lo que sí dice, Galdós,
en sus Memorias, es que una vez concluido el laudo con su
socio :
Viéndome
dueño de mis obras, resolví establecerme como editor de ellas en el
número 132 de la calle Hortaleza, piso bajo (…). El considerable
desembolso que tuve que hacer para liquidar las resultas del pleito
obligome a sacar de mi caletre los elementos necesarios para salir
del paso. Como el trabajo no en arredraba, al contrario, era mi mayor
delicia, acometí la tercera serie de los Episodios
Nacionales (O. cit, p. 105)
Don Benito, pues,
comienza a escribir el primer episodio de esta tercera serie en abril
de 1898: Zumalacárregui. Galdós en sus Memorias nos
da noticia del viaje que hizo por Navarra y Vascongadas al efecto:
Queriendo
documentarme para el estudio de esta figura y de otras, acudí a mi
amigo don Juan Vázquez de Mella (…).Amable en extremo don Juan, me
dio cartas para visitar diferentes pueblos y personas de Guipúzcoa,
Vizcaya y Navarra. Con las cartas (…) me dirigí a Cegama,
Azpeitia, Pamplona, Puente la Reina, Estella, Viana y otras
poblaciones que fueron teatro de las guerras civiles. En Cegama
visité a don Miguel Zumalacárregui, sobrino carnal del famoso
caudillo, que murió en aquella villa el 24 de junio de 1835, al
volver malherido del primer sitio de Bilbao. El bondadoso y simpático
don Miguel me recibió en su casa (…), mostrándome la estancia en
que su tío entregó su alma a Dios. Vi la cama, cubierta con una
colcha de damasco amarillo. Completaban el decorado de la alcoba las
armas y el retrato del héroe10.
Para el resto de la
geografía de Navarra Galdós utiliza el Diccionario geográfico
de Pascual Madoz, y no comete errores de relevancia.
A veces un corresponsal
le envía datos concretos sobre una villa, como señala Rodolfo
Cardona en >>Apostillas a los Episodios Nacionales de
Hinterhauser<<, en Anales Galdosianos III, 1968,
pp. 119-142, en las que el profesor Cardona aporta un número
considerable de materiales desconocidos que arrojan bastante luz
sobre la elaboración de los Episodios. En concreto tiene interés el
plano de Oñate, que Galdós guardaba entre sus papeles y se lo había
enviado don José Mª de Aguirre, seguro un erudito local, que le
informó con exhaustividad.
También contó Galdós
con fuentes librescas: libros y folletos políticos, estudios de
costumbres y periódicos en los que podía encontrar la información
histórica y la materia novelable, entre ellos: Historia general
de España de Modesto Lafuente; Estudio histórico de
las luchas políticas del siglo XIX (1899-1880) de A. Fernando de
los Ríos, Historia de Cabrera y de la Guera Civil en Aragón,
Valencia y Murcia (1845) de D. Calvo Rochina y la Historia de
la guerra civil de Antonio Pirala.
Sobre personajes manejó
los tomos de Galería de personajes célebres contemporáneos
(1841-1845) de Nicomedes Pastor Díaz y F. de Cárdenas, Vida
y hechos de Zumalacárregui (1845) de Zariategui,
Espartero: Historia de su vida militar y política y de los
grandes sucesos contemporáneos (1843-1845) de José Segundo
Flórez y la autobigrafía del general Fernández de Córdova,
Memorias íntimas (1886).
La crítica también ha
señalado otras fuentes de tipo artístico entre las que destaca la
pintura como Lectura de José Zorrilla en el estudio del pintor
de Esquivel, la Orgía de Cabrera y los suyos en Burjasot
de Manuel Miranda ( los carlistas vistos por los liberales) o El
abrazo de Vergara y los retratos de los generales carlistas
Zumalacárregui, Ramón Cabrera y Rafael Maroto y del general
cristino Baldomero Espartero y por último los retratos de la reina
regente, María Cristina de Nápoles, Isabel II y Carlos Mª Isidro,
el pretendiente, hermano de Fernando VII.
Con este acopio de
fuentes Galdós comienza a escribir el primer episodio de la serie en
abril de 1898: Zumalacárregui, pero ya tenía en la mente los
nueve títulos más que configuran esta tercera serie: Mendizázbal,
de Oñate a La Granja, Luchana, La campaña del Maestrazgo, La
estafeta romántica, Vergara, Montes de Oca, Los Ayacuchos y Bodas
reales.
Los cinco primeros
episodios fueron escritos en un año. Así, Zumalacárregui:
abril-mayo 1898; Mendizábal: agosto-septiembre 1898; De
Oñate a La Granja: octubre-noviembre 1898; Luchana:
enero-febrero 1899 y La campaña del Maestrazgo: abril-mayo
1899.
Los otros cinco, don
Benito los fue escribiendo sin descanso durante un año y dos meses.
La estafeta romántica: julio-agosto 1899; Vergara:
octubre-noviembre 1899; Montes de Oca: marzo-abril 1900; Los
Ayacuchos: mayo-junio 1900 y Bodas reales:
septiembre-octubre de 1900.
Fue el propio Galdós
quien, recuperados los derechos de autor, editó esta tercera serie
por su cuenta con esta razón social: MADRID. OBRAS DE PÉREZ GALDÓS,
C) HORTALEZA, 132. Impresos en Madrid por Establecimiento Tipográfico
de la Viuda e Hijos de Tello y además con el sello de BENITO PÉREZ
GALDÓS en tinta azul debajo del Copyright: “Es propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley. Serán furtivos los
ejemplares que no lleven el sello del autor”11
La cronología que abarca
esta tercera serie es de 1883 a 1846, periodo agitado de la vida
española, que incluye la primera guerra carlista durante la Regencia
de Mª Cristina y su finalización con el Convenio de Vergara, la
Regencia de Espartero, su caída, la mayoría de edad de Isabel II,
la subida al poder de Narváez, que inaugura la década moderada y el
matrimonio de la reina (Bodas reales).
VERGARA
Comienza este 7º
episodio siguiendo la estela del episodio anterior, La estafeta
romántica, todo él epistolar, con 10 cartas: dos de D. Pedro
Hillo (sacerdote castrense del ejército cristino) a los Sres. de
Maltrana en las que les informa de su participación en los últimos
auxilios a diez desdichados, mandados fusilar por el general
Espartero por sediciosos y asesinos del general isabelino Ceballos de
la Escalera. Uno de ellos resultó ileso por azar; entonces Pedro
Hillo intercede y los capitanes piden el indulto a Espartero, que lo
concedió en el acto. El afortunado era el bilbaíno Buenaventura (el
nombre es significativo) Iturbide, al que, una vez indultado,
metieron en la cárcel.
A continuación viene una
carta de Pepe Iturbide (hermano de Buenaventura) a su padre Casiano
Iturbide de Bilbao. Y Galdós comienza a urdir la primera subtrama
del episodio relacionando a Pepe Iturbide con Zoilo Arratia y con
Eustaquio de la Pertusa.
Pepe Iturbide se
encuentra en la cárcel junto con Zoilo Arratia (Luchu) y
Eustaquio de la Pertusa, aragonés fuerista y colaborador de los
carlistas. Estos tres sujetos están en la cárcel por desertores y
espías de los carlistas. También le informa que su hermano Ventura
(el resucitado) se encuentra en la misma cárcel y pide a su padre
que use sus influencias ante los generales Van-Halen y Espartero para
que los liberen.
Fernando Calpena escribe
tres cartas a su madre doña Pilar de Loaysa, éste y el presbítero
D. Pedro Hillo se encuentran en Vitoria hospedados en casa del
canónigo Sr. de Socobio. En estas cartas informa a su madre de la
vida cotidiana, más que de asuntos políticos. No obstante recibe
una carta del encarcelado Zoilo Arratia, esposo de Aura (antiguo amor
de Calpena), en la que le pide que use sus influencias para liberarle
de la cárcel y celebrar un duelo romántico. Calpena le confiesa a
su madre que el contenido de la carta no le afecta, porque ya ha
superado esa etapa y ha descubierto que “la felicidad es clásica.”
En la carta también le habla de D. Esutaquio de la Pertusa, que
estuvo preso en la cárcel de Miranda junto con Zoilo Arratia y José
Iturbide. D. Eustaquio está libre y los otros continúan en prisión
y es el autor caligráfico de la carta retadora de Zoilo.
Este de la Pertusa es un
desertor múltiple, tanto de la causa de Isabel como de la Causa de
D. Carlos; y ahora está afiliado a las banderas de la paz; trabaja
por la terminación de la guerra con pactos. D. Eustaquio está libre
porque tiene buenas relaciones en ambos bandos y sus compañeros
siguen presos, porque no tienen quien les ampare. Ante esta
injusticia F. Calpena le promete a su madre que volverá a Miranda a
poner en libertad a los dos inocentes: Zoilo y José.
Don Eustaquio de la
Pertusa- dice Calpena a su madre- estudió para cura, recibió las
órdenes menores y dejó la iglesia por las armas, militó en las
filas de los urbanos y luego en las de Cabrera; y por su paso por el
seminario recibió en apodo de El Epístola.
Hay una única carta de
doña Pilar Loaysa a su hijo fechada en Madrid, enero de 1938 en la
que invita a su hijo a que logre la libertad de Zoilo Arratia.
Una novena carta de D.
Beltrán de Urdaneta a F. Calpena, Villarcayo, enero, en la que le
recuerda el fusilamiento de los 9 en Miranda y le informa de la toma
de Morella por los carlistas de Cabrera.
Y una décima y última
carta de don Beltrán de Urdaneta a F. Calpena, La Nestosa, febrero.
Don Beltrán le nombra con el hipocorístico: Chiquio y le
habla de la toma de Balmaseda por Espartero con quien conversó una
media hora y le preguntó por él y parece que prepara el futuro
protagonismo de Calpena en el episodio.
Termina, pues, la
colección de cartas y un narrador omnisciente en 3ª persona toma la
palabra.
Esto dice el narrador:
Agotada la
colección de cartas que un Hado feliz puso en manos del narrador de
estas historias, (lo que no ha sido flojo alivio de tan rudo
trabajo), su afán de proseguirlas revistiendo de verdad la invención
y engalanando lo verdadero (…) Favorecido de otro Hado benéfico,
de los muchos que andan entre gente de pluma, tuvo las suerte de
adquirir en su primera salida conocimientos muy útiles, y allá van
del magín al papel.12
Y entran, de nuevo, en
escena F. Calpena y Pedro Hillo, que abandonan Vitoria y se dirigen a
Briviesca donde se encontraron Pilar Loaysa, condesa de Arista y
madre de Calpena, como tenían concertado. Doña Pilar iba a
instalarse en Medina de Pomar. Convinieron que D. Pedro Hillo no le
acompañara por tener la salud quebrantada. No obstante doña Pilar
agregó a la servidumbre de Calpena a Juan Urrea, joven guipuzcoano,
conocedor de la topografía del país, así como de Navarra y la
Rioja Alta.
Regresó F. Calpena a
Miranda con el deseo de liberar a Zoilo Arratia. Se entrevistó con
O´Donnell y después de arduas negociaciones entró en la cárcel de
Miranda con la orden a raja tabla de libertad para los presos Zoilo
Arratia y José Iturbide.
Aquí empieza la
resolución de una de las tramas que viene del episodio anterior: La
estafeta romática, el triángulo amoroso formado por Aura,
Zoilo Arratia y F. Calpena.
José Iturbe pone en
conocimiento de Calpena que Zolio se casó con Aura el día de la
toma de Luchana y se marchó con ella a vivir a Bermeo. Por otra
parte Aura se enteró que F. Calpena vivía y se trastornó con la
noticia, se escapó y tardaron un mes en encontrarla en unas
condiciones deplorables.
Zoilo Arratia interceptó
la carta de Calpena a Aura y cuando la leyó se perturbó más que su
mujer y decidió venir a Miranda para proponerle que se hiciera el
muerto otra vez y así su mujer, Aura, entraría en razón y pudieran
vivir en paz. F. Calpena le dice que tenga paciencia que el tiempo
todo lo cura, además ya no te la disputo.
Una moneda al aire ( la
cara, La Guardia y la cruz, Treviño) decidió que Calpena, Zoilo
Arratia, José Iturbide, Sabas y Urrea se drigieran a La Guardia.
Se estaba preparando con
fortificaciones Peñacerrada por los carlistas, que por su posición
topográfica era una fortaleza natural. La expedición de Calpena se
encuentra con la columna de Santiago Ibero, que está limpiando de
facciosos los caseríos de la sierra de Toloño y se une a ella.
Pronto se encuentran con el general Martín Zurbano.
Por orden del general
Zurbano, los cinco expedicionarios se enrolan en su división como
soldados cristinos, si quieren disfrutar de alimentos y amparo, que
en breve recibió la orden de reunirse con el ejército de Espartero
con objeto de atacar Peñacerrada, plaza bien fortificada por los
carlistas al mando del general Guergué, que después de duros
combates será tomada por las fuerzas de Espartero.
Depués de la toma de la
plaza, don Baldomero fijó su cuartel en Baroja. Mandó llamar a F.
Calpena y hablaron largamente de la situación de su madre en Medina
de Pomar.
Zoilo Arratia demostró
su arrojo y valentía, de tal modo que Zurbano le dijo: “Eres
capitán”. Calpena era consciente de la valentía de Zoilo y le
recomienda que no se exponga tanto, que tiene el compromiso de
entregarle a a su familia, sobre todo a Aura, sano y salvo. Zoilo le
confiesa. “Cómo hemos venido a ser amigos usted y yo” (p. 115),
con lo cual el tópico romántico se desvanece aún más y se produce
el primer abrazo.
Espartero se va a Logroño
a ver a su esposa; pero deja recado que quiere hablar con Calpena
para un asunto muy importante.
Como consecuencia de la
derrota de Peñacerrada, D. Carlos Mª Isidro, el pretendiente,
nombró General del ejército del Norte a D. Rafael Maroto, en
sustitución de Guergué.
Maroto se estableció en
Estella y reorganizó los batallones y dio ánimo a los de Labrada
para que se defendieran con denuedo y vigor, que él iría en su
socorro y se batiría con el otrora compañero de fatigas americanas
(guerras de independencia) Baldomero Espartero, pero no hubo tal
enfrentamiento.
Regresó Espartero a
Viana y F. Calpena solicitó audiencia a Espartero, que le fue
concedida al instante y fue invitado a cenar. Después de la cena
hablan en privado y después de ensalzar sus buenas cualidades, le
comunica que quiere encargarle una misión, pero no le dice cuál,
por el momento.
Por fin Espartero le
encarga la misión a Calpena. Primero tiene que incorporarse a las
fuerzas de Diego de León. Después un arriero, Martín Echaide, que
comercia y vende a los soldados de uno y otro bando, declarado
neutral, le entregará un mazo de puros habanos. Martín Echaide le
dirá: “D. Fernando, vámonos” y tendrá que seguirle y, por
supuesto, disfrazarse de arriero y su criado también y se encaminan
a Logroño. En una aldea, D. Fernando y su criado Urrea emplearon
gran parte de la noche en disfrazarse de buhoneros, con las ropas que
Echaide les facilitó. Asimismo se cambiaron el nombre, D. Fernando
en Aquilino Orcha, “Quilino”, natural de Briviesca y Urrea en
Francisco “Muno”.
Componían la cuadrilla
de Martín Echaide 4 personas: Echaide, El Santo Barato (de 60 años),
“Quilino” y Francisco Muno, dos mulos y dos borricos más la
mercancía. La 'comitiva' llegó a Estella una tarde de octubre y
Calpena tomó nota de la situación política en el bando carlista.
Echaide colocó la carga y tomó otra.
Siguieron camino de Oñate
hacia Vergara, donde estaba acuertalado el ejército de Maroto.
Martín Echaide le
entregó 4 botellas de aguardiente para que se las llevara a una
señora muy principal, doña Tiburcia Esnaola, en cuya casa estaba el
general Maroto, que ante la contraseña. “Inquisivi”, le manda
pasar. No se informa al lector del contenido de la conversación.
Partió, de nuevo, la
comitiva para Logroño a dar nuevas a Espartero y a media legua de
Logroño, Echaide le dice a Quilino y a Urrea, que se quedaran a
dormir en una venta, mientras él avisaba a Espartero, que le dio
orden que le esperasen en Fombona, en una finca propiedad de doña
Jacinta , su mujer.
Espartero y Calpena
conversan paseando por el jardín de la finca y el contenido de la
conversación no se muestra en su totalidad. Espartero apunta que no
puede admitir que D. Carlos conserve los honores de rey y su mujer de
reina, tampoco puede admitir todos lo grados del ejército carlista,
si acaso la mitad. No obstante le insta a que vuelva con una nueva
embajada con unas condiciones más afinadas para que la negociación
de paz llegue buen puerto.
En Durango F. Calpena se
encuentra con D. Eustaquio de la Pertusa, el “Epístola”, quien
le conoce a pesar del disfraz. Conversan y Calpena le dice que su
estancia en Durango de debe a un asunto amoroso: la búsqueda de
Aura, esposa de Zoilo Arratia. Pertusa le dice que Aura se encuentra
en el barrio de Curuciaga y hasta allí le conduce.
Pertusa hacía
proselitismo por “Paz y fueros”, conspiraba.
Una vez más Galdós
muestra su habilidad en componer tramas y combina la actividad
política de Calpena con sus inquietudes personales (Zoilo-Aura).
Pertusa y Calpena van a
visitar a dos señoras sesentonas, que viven cerca de Aura. ”Las
niñas de Morentín”, doña Rita y doña Marta, de la Causa
naturalmente, que reconocen a Calpena y les dice que trae un encargo
para las señoras de D. Beltrán de Urdaneta, a quien conocían del
año 1805 en Tudela. El encargo en cuestión consistía en una dádiva
de la herencia de D. Beltrán y a las dos señoras les corresponde
una onza (una pelucona).
No conformes con el traje
y la educación las dos hermanas, Calpena les confesó, que iba
disfrazado de esa guisa para disimular la cantidad de dinero que
portaba. Una vez convencidas las hermanas les piden hospedaje para
una noche con el fin de observar en la casa contigua a Aura y
efectivamente Aura aparece con un hijo en brazos.
El niño era el vivo
retrato de Zoilo Arratia. Aura ha curado su desvarío dando vida a
otro ser.
Pertusa y Calpena
conversan con la niñas de Morentín y se despiden con intención de
volver, pero D. Fernando da por concluido el asunto, que fue avistar
a Aura curada con su retoño.
Calpena y Pertusa se
separan. D. Fernando va al parador de Pinondo a reunirse con Urrea y
Echaide. Se dirigen a Vergara, donde había llegado Maroto con su
ejército y el pretendiente con su corte errante. Se produce una
entrevista entre el rey y Maroto con resultado nulo por la indecisión
del monarca pretendiente.
“Quilino” va a
entrevistarse con Maroto con un barrilito de aceitunas para la señora
doña Tiburcia Esnaola. Le abre una criada y la señora le presentó
un papel con la contraseña: “Inquisivi” y debajo: “Aquí no
puede ser. Váyase a Estella” (p. 229). Así pues, parte, de nuevo,
la cuadrilla de arrieros para Estella.
Calpena intenta localizar
a Zoilo Arratia, enrolado en la división de Zurbano; pero fue
apresado, el ya capitán bilbaíno, por los carlistas con otros 10.
Su padre D. Sabino Arratia también andaba buscándole y moviendo
influencias para llevarlo a casa.
Ya cerca de Estella, se
enteraron que había entrado Maroto con su ejército y había un gran
revuelo producido por los “impostólicos” en contra de Maroto. El
motivo fue que habían interceptado unos papeles en los que se decía
que Maroto y Espartero firmaban la paz, transigiendo Espartero con
los grados militares y Maroto aceptando la Constitución.
Pero Maroto sofocó la
rebeldía, nunca mejor dicho, “manu militari”, pasando por la
armas a los generales Guergué, García y Sanz, el Brigadier Carmona,
el Intendente Uriz y el oficial D. Luis Ibáñez.
Calpena sigue con la
obsesión de Zoilo Arratia y busca a su padre, D. Sabino, que lo
encuentra rezando en el Santuario del Puy. El padre de Zoilo reniega
de la guerra y dice. “Y todo por un papelito, la Pragmática
Sanción” (p. 238). Zoilo está preso en el Santo Hospital, le dice
el padre a Calpena.
Echaide acompañó a
Calpena a la residencia de Maroto y entró “Quilino” con una caja
de puros abierta y dentro un papel que decía: “Inquisivi”.
Maroto, recién
levantado, recibe a Calpena, que como emisario de Espartero, le
expuso sus condiciones. Maroto le propone que D. Carlos abdique en su
hijo Sebastián, que gobernaría al alimón, con su prima Isabel,
algo inaceptable para Espartero. Sin embargo hay necesidad del cese
de la guerra y que se produzca el abrazo entre los dos espadones.
De la entrevista Calpena
consigue una orden a raja tabla de Maroto para excarcelar a Zoilo
Arratia . Avanza, pues, la subtrama amorosa hacia su resolución.
Encontró a D. Sabino
Arratia durmiendo en el parador y medio delirando, con lo que decidió
liberar él mismo a Zoilo. Martín Echaide le dijo que no se dejara
ver en el asunto y encarga a Urrea, que vaya con la orden al Hospital
y sin ninguna dificultad trajo a Zoilo del brazo, que, en seguida,
conoció a Calpena, a pesar del disfraz.
Tomó alimento, descansó
y Calpena le comunica que su mujer Aura está curada y, además, es
padre y vive en Durango. También le presentó a su padre, que con
emoción se abrazaron y partieron para Durango. Aquí se produce otro
abrazo del episodio.
Regresa la comitiva
buhonera a Logroño y avisan a Espartero si puede recibir a Calpena
en Fombera; pero Espartero ordenó que D. Fernando ya podía quitarse
el disfraz y visitarle en el palacio de la plazuela de San Agustín.
Fue invitado a comer por
Espartero y a la hora del café bajaron al jardín a parlamentar.
Don Baldomero no se cree
las componendas de los dos reyes de Maroto, que lo que quiere es una
situación de ventaja para dictar una paz con los fueros.
Espartero da la orden a
su ejército de partir al encuentro de Maroto. En premio a sus
buenos servicios le lleva a ver a su madre, que está en Medina de
Pomar. Allí la saluda y la abraza (nuevo abrazo del episodio).
Comienza una fuerte
ofensiva contra el ejército de Maroto, dirigida por O' Donnell y con
la participación del propio Espartero. Tenían cercado Guardamino,
cuando Espartero recibió un emisario de Maroto con las condiciones
para rendir el fuerte: entrega de su artillería, municiones,
pertrechos y víveres y después canjear el mismo números de
liberales por facciosos. Gran victoria, pues, de Espartero.
Maroto se internó en
Vizcaya y Espartero fijó en Ramales su Cuartel General.
Larga entrevista de
Calpena, sin disfraz, con un Maroto abrumado, indeciso y propicio a
la paz honrosa.
Se celebra una entrevista
a finales de junio en Miravalles entre Maroto y Lord John Hay, que
tiene instrucciones de su gobierno para proponer la paz a Espartero;
pero no hubo acuerdo de paz.
Maroto propuso a
Espartero por el conducto del Comodoro Hay, el cese de las
hostilidades. Espartero no aceptó y dirigió su ejército desde
Amurrio hasta Vitoria. Venció en Villarreal y limpió de facciosos
todas aquellas alturas.
Se dirigieron a Oñate,
cuna y sepulcro de la Causa. Avanzó Espartero hasta Durango y entró
en la villa sin pegar un tiro.
Apareció en Durango D.
Eustaquio de la Pertusa y le informa que los Arratia se han ido para
Bilbao.
Espartero ordenó a
Calpena que fuera al Cuartel General de Maroto y se instalara allí.
Se produce un encuentro
entre el rey Carlos y Maroto. El rey le dice que tienen que hablar.
Maroto le contesta que tiene los cuerpos formados y tiene que dar una
orden muy precisa y regresa a Villarreal.
Fernando Calpena se
entrevista con Maroto con la consabida contraseña: “Inquisivi”.
El general carlista le pide opinión si debe ir a la entrevista
prometida al rey Carlos V. Calpena le contesta que sí. Maroto acudió
a la cita real y le hizo demostraciones de lealtad a la Causa.
Llegó Zabala, conocido
de Calpena, con la orden de Espartero de parlamentar con Maroto, que
se negó a recibirlo. Largo tiempo le llevó a Calpena convencer al
General y al fin accedió.
Por fin el día 25, a las
seis de la mañana se reunieron en la venta de Abadiano, entre
Durango y Elorrio, D. Baldomero Espartero con el brigadier Linaje y
el coronel inglés Wilde por el bando constitucional y D. Rafael
Maroto y el general Urbistondo por el bando absolutista. No hubo
acuerdo, porque se querían imponer los fueros.
Volvió Maroto a
Guipúzcoa y de improviso se presentó el Rey con su escolta en el
Cuartel General, mandó formar a los batallones, pasó revista y les
arengó. Soltó su perorata, que traía bien aprendida; pero no hizo
impacto en la tropa, que lo que quería era la paz.
Don Carlos reúne a su
Consejo de adictos y opinan que debe situarse en un punto cercano a
la frontera para poner a salvo su persona.
Calpena y Uhagón acuden
a visitar a Maroto, el día 26, después de la revista real y le
encuentran turbado y apocado e intentan convencerlo para que firme el
convenio.
Maroto, en su desvarío,
mandó marchar a los negociadores con amenaza de muerte; pero en esto
entra en escena el general Simón de la Torre, que informado del
estado de Maroto, les tranquilizó en cuanto a sus vidas.
Torre y Maroto
conferenciaron y salieron con sus tropas para Azpeitia.
Espartero avanzaba por el
interior de Guipúzcoa; había entrado en Vergara, donde le acogieron
con deseosas demostraciones de paz.
Maroto de Vergara pasó a
Oñate, donde le recibieron con palmas. En Villarreal se presentó el
Conde de Negri con una orden del Rey para que entregase el mando;
cosa que ni Maroto ni de la Torre hicieron el menor caso en aquella
situación. Con lo cual el Rey tomó el camino de la frontera
francesa.
Ante esta presión del
Rey, Maroto, Torre y Urbistondo toman la decisión de firmar el
convenio de paz, que se había presentado de Abadiano.
Maroto que está
dispuesto a la paz, duda que la acepten algunos cuerpos de ejército,
sobre todo los guipúzcoanos. Calpena (siempre negociador) le
advierte, que antes de firmar debe hablar con los jefes y oficiales y
explicarles las condiciones de paz.
Llegaron de Oñate, Torre
y Urbistondo con Zabala y Linaje con el convenio, que Maroto firmó
en el acto.
Asimismo la doble
comisión le propuso, que al día siguiente, el 30 de agosto, se
reunieran en Vergara, los dos ejércitos con sus caudillos al frente,
para dar forma solemne a la firma de la paz: el llamado ABRAZO DE
VERGARA.
Se entrevistan Maroto y
la Torre con Espartero; y Maroto le dice que las tropas se niegan a
cumplir lo pactado, si no se respetan los Fueros provinciales en su
integridad. Espartero se frustra, pero la Torre se compromete en 24
horas a convencer a los vizcaínos y ayudado por Urbistondo y el
Brigadier Iturbe logran convencer a las tropas después de leerles el
art. 1º de Convenio: “El General Espartero recomendará al
Gobierno el cumplimiento de su oferta de comprometerse (…) a
proponer a las Cortes la concesión o modificación de los Fueros”
(p. 323).
Simón de la Torre
trataba de reducir a los vizcaínos, Urbistondo a los castellanos;
pero el Brigadier Iturbe no logró convencer a los guipuzcoanos, que
enterados de la vaga promesa del art. 1º, se negaron a firmar,
gritando, ¡traición, traición! Hubo que convencerlos uno por uno a
jefes y oficiales..
Al fin el 31 de agosto
desfilan hacia Vergara los batallones reacios, precedidos de los
castellanos.
A las afueras de Vergara,
en una campa, formó el ejército de Espartero y ante él fue
desfilando el ejército faccioso. En un momento dado apareció
Espartero con su Estado Mayor, mandó a sus soldados armar bayonetas
y otro tanto hizo Maroto. Espartero con voz marcial arengó a las
tropas, terminando así: “Abrazaos, hijos míos, como yo abrazo
al general de los que fueron contrarios nuestros. Juntáronse
los dos caballos, los dos jinetes, inclinando el cuerpo uno contra
otro, se enlazaron en cordial apretón de brazos” (p.326),. Con
este acto terminaban seis años de guerra civil.
El Abrazo de Vergara
Don Carlos Mª Isidro,
los mismos días 30 y 31 de agosto, seguía emitiendo proclamas desde
Andoaín y Lecumberri, acusando a Espartero de rebelde y a Maroto de
traidor.
Y lógicamente al conocer
la firma de la paz se produjo la desbandada y “sálvese quien
pueda”. La Corte y sus fieles seguían en Elizondo y Espartero,
incansable, les persiguió. El batallón cántabro, último en la
fidelidad, defendió con bravura las posiciones de Urdax, que fueron
rendidas por Zabala, dando por terminada en la misma frontera (en
Dancharinea) la guerra del Norte.
El Rey y la Reina,
familia y servidumbre emprendieron la fuga para refugiarse en
Francia. Seis años antes había entrado D. Carlos por el mismo
lugar, siendo recibido por Zumalacárregui.
Fernando Calpena y
Santiago Ibero, militar romántico, testigos de la última refriega
de los valientes cántabros, no pudieron más que alabarles. De
regreso al Cuartel General de Espartero en Elizondo expresaron su
alegría por el término real de la guerra civil; pero se muestran
escépticos respecto del futuro, creen que se trata de una tregua,
que se debe alargar lo más posible. Vinieron dos guerras carlistas
más.
Y a modo de epílogo el
narrador indica lo siguiente:
En opinión del carlismo
Maroto quedó como el prototipo de la traición y la perfidia. No es
justo.
Otro fue, sin embargo, el
tratamiento del Gobierno de Isabel II, que recompensó a Maroto con
un alto cargo militar.
El brazo eclesiástico,
firme apoyo de la facción, no perdonó a Maroto su cooperación en
la consecución de la paz.
Como muestra de esta
intransigencia clerical cuenta Galdós la siguiente anécdota-
rigurosamente cierta-: Su hija Margarita Maroto fue a confesarse de
sus pecados una mañana y cuando terminaba la confesión, el
sacerdote le preguntó su nombre y cuando se lo dijo, el cura se
levantó irritado y con voces destempladas, le negó la absolución.
Y así termina la
anécdota y el episodio Vergara: “¿Se pone en duda este
hecho? Pues de él puede dar testimonio Doña Margarita Maroto, viuda
de Borgoño, (…) que aún vive. Reside en Valparaíso” (p. 332).
ESTRUCTURA
El contenido narrativo de
Vergara se presenta en 38 capítulos numerados en romanos y un
breve epílogo señalado con un espacio en blanco y una línea
horizontal.
La primera parte está
formada por 10 cartas, que vienen a ser- como se ha dicho- una
continuación del episodio anterior: La estafeta romántica,
no en vano ésta termina con una carta de octubre de 1837 y Vergara
comienza con otra de la misma fecha.
En la tercera carta
(capit. III). “De Pepe Iturbide a su padre Casiano Iturbe,
residente en Bilbao”, Galdós comienza a urdir la 1ª subtrama (el
triánguilo amoroso de Zoilo-Aura-Calpena) relacionando a Pepe
Iturbide con Zoilo Arratia y Eustaquio de la Pertusa, que se
encuentran en la cárcel por espías de los facciosos.
La segunda parte abarca
del capítulo XI al XVII, ya narrados en 3ª persona.
Se produce el encuentro
de Fernando Calpena con su madre doña Pilar de Loaysa.
Se perfila la resolución
del triágulo amoroso: Zoilo-Aura-Calpena, con la intervención
afanosa de Calpena, cuya reacción ante la actitud de Zoilo Arratia
no es nada romántica.
Otro acontecimiento
importante es la sustitución del general Guergué por Rafael Maroto
en el ejército carlista.
Fernando Calpena se
entrevista con Espartero y éste le dice que quiere encomendarle una
misión.
La 3ª parte va del
capítulo XVIII al final; es la más extensa y en ella se narran los
hechos de armas y todas las vicisitudes protagonizadas por Fernando
Calpena, Martín Echaide, Maroto y Espartero para la consecución de
la paz.
También se produce la
liberación de Zoilo Arratia con lo cual ya se pudo reunir con su
mujer Aura y el triángulo quedó resuelto.
Y como elemento
estructurante del episodio son los continuos viajes de la cuadrilla
de Martín Echaide.
Y hay una 4ª parte, a
modo de epílogo, que viene a ser la valoración de Maroto por los
carlistas como traidor y el reconocimiento de su contribución a la
paz por el Gobierno de la Regente Mª Cristina.
También se muestra la
intransigencia del clero, firme partidario del carlismo
PERSONAJES
Históricos (militares):
- del bando constitucional: Baldomero Espartero, Zurbano, O' Donnell, Juan Zabala, Pedro Pascual Uhagón.
- del bando carlista: Rafael Maroto, Antonio Guergué, Simón de la Torre, Urbistondo e Iturbe (brigadier)y el pretendiente D. Carlos Mª Isidro.
- neutrales: Lord John Hay, “Lorchón”, comodoro inglés mediador entre ambos bandos y Wilde, coronel inglés, comisionado por su gobierno para estudiar la guerra.
Ficticios: Santiago Ibero
(militar romántico)
- Femeninos: Aura,
esposa de Zoilo Arratia, Pilar de Loaysa, madre de F. Calpena, las
niñas de Morentín (Rita y Marta), doña Tiburcia Esnaola.
Personajes principales:
Protagonista: F. Calpena
con su cuadrilla de arrieros: Martín Echaide, Juan Urrea, el “Santo
Barato” y Sabas de San Pedro, y, por supuesto, los personajes
históricos Maroto y Espartero, que interactúan con los ficticios.
Personajes secundarios:
Zolilo Arratia y su padre
D. Sabino, Buenaventura Iturbide y José Iturbide, hijos de Casiano,
bilbaínos, Eustaquio de la Pertusa, el Epístola, D. Pedro Hillo,
sacerdote y D. Beltrán de Urdaneta, gran conspirador.
SIGNIFICACIÓN
La época histórica que
narra Vergara es el final de la primera guerra carlista, cuyo
origen se produjo a la muerte de Fernando VII en 1833 sin sucesor
varón. Entonces se disputaron la sucesión al trono su hermano
Carlos Mª Isidro y su hija recién nacida, la futura Isabel II,
representada, entonces, por su la reina regente, Mª Cristina, y todo
como consecuencia de la derogación de la Ley sálica, que impedía
que las mujeres accedieran al trono, en caso de haber varones con
derechos dinásticos (hermanos, sobrinos, etec).
Al lado del pretendiente,
Don Carlos, se alinearon los sectores más conservadores de la
sociedad española; pues el hermano del rey, ya era la cabeza visible
de la línea más dura del régimen.
Pues bien, en una reunión
celebrada el 13 de septiembre de 1832, presidida por el absolutista
Tadeo Calomarde, se acuerda ante la sorpresa general, que gobierne Mª
Cristina como regente. Fernando VII firma la habilitación de su
mujer como regente.
Don Carlos Mª Isidro
impugna esta habilitación y así nace el carlismo. Los liberales,
antes perseguidos por Fernando VII, defendieron los derechos de Mª
Cristina como regente y los de su hija Isabel.
Y Galdós, fiel a su idea
de relacionar historia y ficción, va a narrar el final de la primera
guerra carlista.
En 1838 el ejército del
Norte del general Espartero, superior en hombres y en armamento al
ejército carlista avanza por las provincias vascongadas.
Los carlistas tenían,
como única ventaja, el conocimiento del terreno, lo que les permitía
las emboscadas, la guerra de guerrillas y los golpes de mano; porque
el arraigo de las ideas tradicionalistas del absolutismo en las zonas
rurales iba declinando por la pesada carga económica que suponía el
mantenimiento de las tropas. Por todo lo cual el deseo de paz iba
calando en la población.
Don Carlos Mª Isidro
nombró a Rafael Maroto general de la región del Norte en
sustitución de Guergué. Maroto era un militar de carrera, veterano
de las guerras independentistas americanas, como su oponente
Espartero, y su fuerza residía en la capacidad de arengar a sus
tropas.
Por otra parte, odiaba a
la camarilla clerical de D. Carlos, al igual que muchos combatientes
y la gente decente. Pronto se vio envuelto en una lucha a vida o
muerte con una corte que había de tildarle de traidor a la Causa del
carlismo.
Maroto destituyó a
Tejeiro, jefe de los absolutistas clericales, lo que trajo una guerra
civil interna. En febrero de 1839 la crisis latente se convirtió en
contienda sangrienta. Maroto mandó fusilar a seis de sus enemigos
militares, aliados de Tejeiro y de la facción más absolutista de la
corte. Tejeiro y los apostólicos tuvieron que exiliarse.
La lucha interna fue tan
intensa que se decía que Maroto había envejecido 10 años en dos
días. Y para evitar la venganza de los “apostólicos”, apoyados
por Cabrera desde Aragón, Maroto tuvo que elegir entre ser fusilado
por su propio bando o pactar con sus enemigos.
Espartero iba penetrando
en territorio carlista en una carrera triunfal y el anhelo de paz por
el hartazgo de la guerra, iba calando en los vascos, siempre que se
respetaran los fueros.
Las negociaciones de paz
fueron lentas y complicadas y se llevaron con el mayor sigilo. La
posición militar de Maroto era cada vez más difícil; porque el
Quinto Batallón navarro se rebeló contra el acuerdo de paz y D.
Carlos Mª Isidro hizo un último intento de arengar a las tropas.
Por fin el 29 de agosto,
Maroto abandonó todos los intentos de salvar los derechos dinásticos
de D. Carlos y firmó en Convenio de Vergara, que puso fin a la
guerra y reconocía a Isabel como legítima reina.
El Convenio ponía a
salvo los fueros de las provincias y los grados de los militares
carlistas.
Resistió Navarra, pero
Espartero puso en fuga a los restos del ejército carlista en Urdax.
Hasta aquí la parte
histórica del episodio. Veamos la parte ficcional.
La villa de Vergara
(Guipúzcoa), capital del Alto Deva, que da nombre al episodio, es el
lugar donde se produce el abrazo de Espartero y Maroto, que pone fin
a la primera guerra carlista, el 31 de agosto de 1839. Dos días
antes habían firmado el Convenio en Oñate, que llevaría al abrazo
ecuestre de los dos generales con las tropas formadas de ambos
ejércitos en una campa de Vergara.
Estos deseos de paz ya
los había anunciado don Beltrán de Urdaneta, gran conspirador, en
su última carta a F. Calpena: “en la presente guerra no hay más
que un tejer y un destejer continuo, y un tomar y dejar territorios.
Cruel sangría derrama la vida de la patria (…) y si no se la
cierra pronto, las venas no contendrán más que miseria y
podredumbre” (p. 66).
Don Beltrán también
apunta, ante tanto desvarío, una salida regeneracionista por el
trabajo y la agricultura:
Cuando la
realeza falla, cuando la milicia es impotente, inepto el
cleriguicidio, incapaz la aristocracia, veamos, hombre, veamos si
aparece algo grande y fuerte en medio del surco de la tierra, allí
por donde anda la reja del arado. (p. 62)
Así pues estamos ante
una novela histórica con ingredientes ficcionales, donde como en
episodios anteriores involucra a los personajes de ficción en hechos
reales: Fernando Calpena interviene activamente en la consecución
del convenio de Vergara.
A este respecto Clarín
dice: “El lector menos avisado (…) sigue la lectura con el
clásico afán de saber en qué parará aquello. Se sane en qué
paró, pero no cómo; a lo menos no como el autor nos va a servir los
pormenores estéticos de las escenas históricas”13.
De este modo, además de
la trama principal histórica, ya conocida desde el título como
señala Clarín, se narran otras subtramas ficcionales coadyuvantes
de la trama principal.
Así tenemos una primera
subtrama que es la resolución del triángulo amoroso:
Zoilo-Aura-Calpena.
Hay una segunda subtrama
que es la búsqueda de Zolilo Arratia por su padre D. Sabino y la
última subtrama sería la relación materno-filial entre F. Calpena
y su madre doña Pilar de Loaysa, condesa de Arista.
Y como elementos
coadyuvantes a la resolución de esta 1ª subtrama tendríamos a
Martín Echaide y su cuadrilla de arrieros, en especial F. Calpena y
don Eustaquio de la Pertusa como colaborador ocasional.
Elementos coadyuvantes de
la segunda subtrama: D. Sabino Arratia, “las niñas de Morentín”
y sobre todo F. Calpena, que es quien logra de Maroto la orden de
excarcelar a Zoilo Arratia.
Elementos coadyuvantes de
la tercera subtrama: las cartas de Calpena a su madre y la
intervención de Espartero, que facilita el encuentro de Calpena con
doña Pilar de Loaysa, su madre.
Si en la trama principal
se produce el famoso abrazo de Vergara, abrazo de paz sincera por el
momento. Pues en el resto de las subtramas se van produciendo abrazos
paralelos entre Zoilo Arratia y F. Calpena, que pone fin a la
rivalidad ente ambos.
El abrazo paterno filial
entre D. Sabino Arratia y su hijo Zoilo, cuando es excarcelado, que
supone para ambos la paz histórica y familiar.
El abrazo de Zoilo
Arratia y Aura, su mujer, ya curada de su desvarío y con su retoño.
El abrazo de doña Pilar
y F. Calpena supone un impulso a resolver la subtrama del triángulo
amoroso y sobre todo la contribución a la firma de la paz.
Y habría un
último abrazo desilusionado entre Santiago Ibero y F. Calpena, que
no creen que la paz sea duradera
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