lunes, 3 de octubre de 2011

ANÁLISIS DE LOS HIJOS DE MÁXIMO JUDAS (1950) de Luis Landínez (1911-1962)




La novela, Los hijos de Máximo Judas, se publicó por primera vez en Barcelona en 1950 en la editorial Miguel Arimany, Col. Aldebarán, 32, a quien dedica la novela: A Eladio Sanz y Miguel Arimany, que han seguido de cerca toda esta historia de los Judas. El autor la había presentado al premio Nadal de 1949, que ganó José Suárez Carreño con Las últimas horas. También concurrieron al premio Nadal, ese año, Ana Mª Matute y Darío Fernández Flórez. La novela figuró entre las finalistas y quizá esta circunstancia le dio la posibilidad de publicarla en otra editorial, donde tuvo una buena acogida y reseñas favorables, pero nunca fue reeditada y los estudiosos (Francisco Induráin, José Corrales Egea y Santos Sanz Villanueva) la citaban, ya en los ochenta, como una obra valiosa. Hoy con la perspectiva del tiempo se da uno cuenta que Los hijos de Máximo Judas es una novela de más calidad literaria que Las últimas horas de Suárez Carreño .
El autor Luis Landínez1 había nacido en La Fuente de San Esteban (Salamanca) en 1911 y su dedicación a la novela fue tardía, ya que antes había tentado otros géneros. Murió tempranamente en 1962, cuando se hallaba comprometido con la novela El aprendiz de genio de la que no ha quedado testimonio alguno.
Los hijos de Máximo Judas es un drama rural con tintes de tragedia griega. En la cubierta de la 1ª edición dice: “Nada tremendista, pero profundamente dramática”, frase quizá redactada por el propio autor o por el editor. Lo de nada tremendista será si consideramos la literatura de ese género como una “sanguinaria caricatura de la realidad” (CJC). Presenta el mundo campesino sin complacencia alguna, siguiendo un poco las Comedias bárbaras de Valle-Inclán, La casa de Bernarda Alba de García Lorca o La familia de Pascual Duarte de Cela. La novela hace un retrato de los miembros de la familia Judas y de otros habitantes del pueblo como Félix, Miguelín, don Isidro el boticario o el secretario Velones.
La codicia es el motor de la acción de la novela. Hilaria, primero asistenta y luego criada de los Judas, se casa con el patriarca de la familia, cuando éste enviuda, causando el rechazo de los siete hijos de Máximo Judas. Este hecho nacido de la avaricia de Hilaria, no del amor, encadena una serie de sucesos sórdidos que la van a conducir a la tragedia final: dos crueles asesinatos, un suicidio y su traslado a la cárcel como cómplice de los dos asesinatos. Los personajes actúan impulsados por móviles mezquinos. Máximo Judas se casa con Hilaria por conveniencia ( para que le cuide en la vejez). Hilaria procura ganarse a sus hijastros para mandar a su modo, para pasar de criada a dueña y señora. Tan solo se le resiste Anselmo, pero acabará por claudicar, con quien mantendrá una relación adúltera.
El matrimonio de Encarna (la menor de los Judas) con el valetudinario Agapito, también es un arreglo urdido por Hilaria: casar a la hija del mayor contribuyente del pueblo (el máximo Judas) con el hijo del segundo mayor contribuyente( el segundo máximo Judas) para engrandecer la hacienda. Como la pareja no tiene heredero, es Hilaria quien le propone a Encarna la relación mercenaria con Félix, el pastor, novio de Ángeles con quien ya tiene una niña (paternidad probada) y se casará más tarde.
Todos lo personajes de la novela, excepto Miguelín, están cegados por la codicia y la degradación moral. La misma Ángeles, ya casada con Félix, acepta una humillante situación pensando sólo en los beneficios que le reporta. El secretario Velones decide prestar ayuda al juez novato para esclarecer los crímenes con la promesa de un empleo fijo en el juzgado. En la reacción del pueblo contra la familia Judas hay, más que un deseo de justicia, una muestra de envidia y de rencor de los desheredados frente a la familia poderosa, porque la novela también contiene una denuncia de la miseria moral y material del campesinado en el primer tercio del siglo XX y en un lugar innominado de la sierra salmantina. El novelista, con el modelo de conducta rechazable de los personajes, no saca conclusiones morales; pero en su implacable severidad va incluida una lección evidente.
No hay, por otra parte, ningún atisbo de tomar la justicia por su mano ante los crímenes de Félix y Miguelín, si acaso un conato de linchamiento a la Hilaria.
Lo que pretende es esclarecer los orígenes de esos comportamientos desgraciados.
El desenlace de la novela termina con dos asesinatos, de Félix y Miguelín, éste parece ser porque pernoctaba ese día con Félix, el suicidio de Anselmo y la detención de la urdidora de toda la trama, juicio y posible ejecución en el garrote vil.
Pero, ¿cuál sería el móvil de estos crímenes? Porque aparentemente Félix, el pastor, había tenido unas palabras el día antes con uno de los Judas, con Alicio, pero este no tuvo nada que ver. Toda la decisión la tomó la madrastra, la Hilaria que no soportaba, que alguien pusiera en tela de juicio sus actuaciones y ya era moneda corriente que Agapitín era hijo de Félix y no de su padre, Agapito, recientemente fallecido.
Pero lo que de veras llama la atención del lector es el estilo narrativo, dotado de una prosa precisa y eficaz, que se limita a enunciar y sugerir. Los diálogos son secos y de frases cortas, como corresponde a la índole de los personajes. Una prosa funcional, sin ingredientes retóricos confiere a la novela un rigor de crónica. Por otra parte una lectura atenta descubre una equilibrada dosificación en el ritmo narrativo, de la secuencia de los hechos e informaciones que encamina la historia hacia un final trágico. La fuga de Anselmo narrada en el capítulo XXV es una muestra del poderío narrativo de Luis Landínez.
Los hijos de Máximo Judas es una novela de factura clásica y lenguaje conciso, cuyo descarnado realismo, próximo al tremendismo, no excluye el lirismo poético y es un claro antecedente de la narrativa social de los años siguientes.
La novela muestra la arraigada situación de desamparo del campo, la incultura ancestral de sus gentes y un primitivismo moral de consecuencias trágicas. Sin duda, con la presencia del progreso y con mayor cultura, esos campesinos reaccionaría de manera más civilizada. La miseria y la ignorancia padecidas históricamente por la sociedad rural serían, en parte, las responsables de los crímenes de la novela
La editorial ALCAYUELA de Salamanca ha reeditado la novela de nuevo en 1999 con una breve, pero incisiva introducción de Ricardo Senabre.

BIBLIOGRAFÍA:
*Basanta Angel, EL CULTURAL de EL MUNDO, 20/09/2000
*Landínez Luis, Los hijos de Máximo Judas, Alcayuela, Salamanca, 1999.
*Nora Eugenio de, Novela española contemporánea, III (1939-1967), Editorial Gredos, Madrid, 1973 (2ª edición ampliada)
León 26 de julio de 2011

Anastasio Serrano