jueves, 21 de junio de 2012

ANÁLISIS Y SIGNIFICACIÓN DE AMOR Y PEDAGOGÍA de Unamuno






Génesis: Amor y pedagogía inauguró la colección “Biblioteca de Novelistas del siglo XX”, que dirigía el escritor catalán Santiago Valentí Camp y publicó la Imprenta de Henrich y Cia, editorial fundada por Manuel Henrich y Girona en 1890.

Esta primera edición lleva un prólogo, un epílogo y los >>Apuntes para un tratado de Cocotología<<; todo ello a instancias del editor para ajustarse a las 300 páginas que debía tener la novela. Al publicar esta novela, Unamuno ya era Rector de la universidad de Salamanca (había sido nombrado el 31 de octubre de 1900). Los problemas del cargo y la muerte de su hijo influyen en la novela, que puede ser considerada en clave de humor, un desahogo de sus problemas personales.

En una carta al crítico Candamo dice Unamuno:

“Estoy ahora enfangado en una novela pedagógico-humanista (mis niños de 7 y 8 años me ayudan sin saberlo). Me va saliendo un libro doloroso y triste, por bajo lo grotesco. Y tiene no poco de sátira, tal vez hasta dura a menudo. Gran parte de él es un cuento de amor, por primera vez en mi vida es el amor como pedagogo”1.

En otra carta a su amigo Múgica del 12 de mayo de 1902, Unamuno le dice, al enviarle un ejemplar ya editado: “Le envío mi Amor y pedagogía, que me ha comprado y publicado y editor barcelonés. Es como verá un desahogo…en España no faltan quienes escriban bien, lo que falta es quienes piensen o sientan”2.

Unamuno después del tira y afloja con el editor por lo del tamaño de la colección, comenta en el prólogo a la primera edición la anécdota del librero de Bilbao, al que un cliente le pide los libros de un mismo autor, del mismo tamaño para que no desentonen en la biblioteca. Y Unamuno dice que publica para los lectores y no para las bibliotecas. Por eso dedica su edición de esta forma: “Al lector dedica esta obra El Autor”. Por fin el 26 de abril de 1902 Unamuno escribe a Valentí Camp, que ha recibido los ejemplares de Amor y pedagogía y que le ha gustado la edición, aunque tiene algunas erratas.



Síntesis argumental

Don Avito Carrascal, personaje que ha sustituido la religión por la ciencia, cree que puede obtener la genialidad haciendo un adecuado programa de educación, basado en una vida austera y sin excesos. Decide Avito Carrascal que debe casarse con una dólico-rubia, Leoncia, pero cuando va a declararle su amor (a modo de informe científico) se encuentra a una tal Marina, “braquimorena”, y se casa con ella. Tienen un hijo; lo inscribe en el registro con el nombre de Apolodoro (don de Apolo, el más bello), aunque su madre preferirá llamarlo Luisito. El hijo predestinado a ser científico, es sometido a las más diversas pruebas, como la de sumergirlo en agua al nacer, para medir su peso específico y su densidad.

De la cuidadísima educación se encargará el profesor don Fulgencio de Entrambosmares. Crece Apolodoro en la mediocridad. El resultado parece normal, pero su vida, carente de sentido, está vacía. Un día Apolodoro-Luisito se enamora de Clarita. La chica rechaza al pedante portento y prefiere a Federico, más fogoso y vehemente. El genio programado sufre un desengaño y se suicida. Don Avito que aún confía en su método, tiene la intención de aplicar la teoría a su nieto, hijo póstumo de Apoldoro-Luisito Carrascal y Petra, la criada.



Contexto ideológico: El final del siglo XIX había vivido un auge de los programas científicos y Unamuno se propone caricaturizarlos con Amor y pedagogía.

El Krausismo, la Institución Libre de Enseñanza y la pedagogía institucionista preconizaban la educación armónica del hombre para alcanzar el progreso de la sociedad. Esta pedagogía estaba basada en la libertad, el laicismo, la razón y la tolerancia. Herbert Spencer aplicó la teoría de Darwin a los fenómenos sociales: la evolución debe tender al progreso de la sociedad. Augusto Comte, representante del positivismo, rechaza todo conocimiento subjetivo y sólo atiende a los hechos, su clasificación, sus relaciones y sus leyes. Don Avito y don Fulgencio están dentro de esta corriente, que Unamuno caricaturiza.

La misión del pedagogo es hacer hombres libres, hacer ciudadanos. El pedagogo debe ayudar al alumno a conocerse a sí mismo, con sus límites y capacidades, y ejercer su libertad, cosa que no hacen don Avito y don Fulgencio, que pretenden a toda costa lograr un genio, ignorando las capacidades y la naturaleza de Apolodoro.



Estructura

La primera edición de 1902 constaba de cinco apartados integrados en la ficción de la novela:

1. Dedicatoria: “Al lector , dedica esta obra El Autor”

2. Prólogo original, con enfoque autocrítico. Se simula escrito por un autor anónimo, que critica al autor de Amor y pedagogía.

3.La novela, que Unamuno llama logo, que consta de 15 capítulos numerados en romanos y subdivididos, a veces, por escenas separadas por asteriscos.

4.Epílogo, de tono irónico, escrito para ampliar las páginas del libro por exigencias del editor.

5. Ensayo: “Apuntes para un tratado de Cocotología”, atribuido a don Fulgencio

El la segunda edición de 1934 de añaden más elementos paratextuales:

“Un prólogo-epílogo a esta edición”, escrito por el autor en el que se reflexiona sobre las “nivolas” y un “Apéndice” grotesco sobre del descubrimiento del sexo de las pajaritas.

En el Epílogo de la primera edición, Unamuno cuenta alguno de los pormenores de la publicación de la novela:

“Mi primer propósito (…) fue publicarla por mi cuenta y riesgo, como hice, y por cierto con buen éxito, con mi obra (Paz en la guerra); pero necesidades ineludibles y consideraciones de cierta clase me obligaron a cederla, mediante estipendio, claro está, aun editor”3.

También hace referencia a la presión editorial para que las obras editadas en la colección tengan cierta uniformidad (300 páginas).

Asimismo da noticia del embarazo de Petra, la criada, que “tuvo la desgracia de enamorarse de su señorito, del padre del fruto que ahora lleva en sus entrañas” (p. 135), en el cual va a seguir aplicando, don Avito, su método pedagógico.

Luego también incorpora un texto: “Apuntes para un tratado de cocotología”, que trata del arte de construir pajaritas de papel (para llegar a las 300 páginas exigidas por el editor barcelonés), texto que atribuye a don Fulgencio y que responde a una de las aficiones más conocidas y divulgadas de Unamuno.

Además hay otras dos adiciones en la edición de Espasa-Calpe de 1934: “Prólogo-epílogo a esta edición”, y encontramos una diferencia notable en el prólogo a esta segunda edición, respecto del de la primera, y es la lectura política que Unamuno hace de Amor y pedagogía en 1934: “El pobre don Avito Carrascal quiso de su hijo, mediante la pedagogía, hacer un genio, y nosotros queremos hacer, mediante la ‘demagogía’, de nuestros hijos (…) de los hijos de nuestros prójimos (…), unos ciudadanos” (p.18).

Don Avito, mediante la pedagogía, pretendía lograr un genio, pues el Estado mediante la demagogia, que Unamuno equipara con democracia, pretende formar ciudadanos libres. Don Avito fracasa, por errar en el método, y Apolodoro termina suicidándose: “Haga Dios que no tengan que suicidarse-mental y espiritualmente se entiende- nuestros Apolodoros” (p.19). Clara alusión a ese suicidio colectivo, que fue la guerra civil. Unamuno escribe este epílogo en 1934.

La otra adición a esta segunda edición es el Apéndice grotesco a los apuntes de cocotología, donde ya se vislumbra el fascismo: una pajarita contempla una puesta del sol en la mar, compuesta por una greca a modo de olas sobre las que cabalga una svástica.

Todos los prólogos, epílogos, ensayo y apéndices, el autor los ha incorporado al texto narrativo y ahí radica la modernidad de la novela.

Por último dentro de este doble o triple marco va el cuerpo de la novela con los quince capítulos, numerados en romanos, separadas algunas escenas por asteriscos.



El tiempo y el espacio: Unamuno en Amor y pedagogía prescinde del tiempo cronológico y del espacio concreto, desconocemos el cuándo y el cómo de la acción. Los personajes carecen de pasado, nacen “in medias res”: “Hipótesis más o menos plausibles, (…) es todo lo que se nos ofrece respecto al cómo, cuándo y dónde, por qué y para qué ha nacido Avito Carrascal. Hombre del porvenir, jamás habla de su pasado” (p.23). Don Avito Carrascal, pues, carece de biografía conocida. Su única entidad será la que se forje en el texto. Nuestra información sobre el personaje será proporcionada por el narrador, por los diálogos frecuentes que mantiene con el resto de los personajes y por sus monodiálogos.

Los espacios que presenta la novela son la casa de don Avito, “un microcosmos racional” y la de don Fulgencio, que convive con esqueletos disfrazados, “un hombre con chistera, corbata, frac, sortija en los huesos de los dedos y un paraguas en una mano y sobre él está la inscripción Homo insipiens, otro de un gorila, simia sapiens” (48-49); y con carteles con aforismos de este jaez: “Pensar la vida es vivir el pensamiento; El fin del hombre es la ciencia” (p.49).

Son espacios cerrados, ajustados a las características psicológicas de los personajes. Así es el despacho de don Avito: “Por todas partes barómetros, termómetros, pluviómetros, aerómetro (…), que adonde quiera que vuelva los ojos se empape de ciencia, la casa es un microcosmos racional” (41).



Los personajes son arquetipos para la sátira:

Don Avito Carrascal es un apasionado de la pedagogía y de la ciencia en general. Pretende, sirviéndose de métodos deductivos y de técnicas pedagógicas, crear un genio. Una adecuada elección de la madre y un correcto control de la gestación serán los primeros pasos a seguir. Desde el principio de la novela vemos a don Avito luchando contra los sentimientos. Don Avito lamenta haber caído en la ‘inducción’, cuando debía haberse casado deductivamente, pero sigue adelante. Hay como un “ritornello” (voz interior) que repite don Avito a lo largo de la novela: “Caíste, vuelves a caer y caerás cien veces más” (p.45), cuando se desvía del rigor pedagógico. No ha tenido en cuenta en sus experimentos pedagógicos el amor, el instinto y la naturaleza. Es el personaje más caricaturizado. Simboliza el fanatismo científico y pedagógico.

Don Fulgencio de Entrambosmares, apellido simbólico, en tanto que hace referencia al hecho de moverse entre el amor y la pedagogía. Así lo presenta el narrador: “Es don Fulgencio de Entrambosmares hombre entrado en años y de ilusiones salido, de mirar vago (…), de reposado ademán y de palabra en que subraya tanto todo que dicen sus admiradores que habla en bastardilla” (p.48). “Profesa un santo odio, un odium philosoficum al sentido común” (p.51). Pues bien a este insodable filósofo encarga don Avito la educación de su hijo: “Tal es el guía para la educación del genio” (p.51)

Don Fulgencio es más moderado que don Avito- de Entrambosmares- le advierte: (…) “quítesele de la cabeza lo de hacerle un genio; harto haremos con que se nos quede en talento” (p.89). Es el personaje más complejao de la novela, posible alter ego de los problemas existenciales de Unamuno. Caricaturizado, además, al hacerle autor del Tratado de cocotología

Don Fulgencio es el maestro, el sabio, el filósofo en chancletas (Gullón R., 1976) caricaturizado. La vida es para don Fulgencio un escenario en el que cada hombre representa un papel asignado por Dios y lo importante será poder intercalar una “morcilla” en ese papel asignado:

“Yo, Fulgencio Entrambosmares, tengo conciencia del papel (…) que el Autor me repartió (…), y procuro desempeñarlo bien (…). Y hay, fíjese bien en esto, Avito, hay quien mete su morcilla en la comedia (…)

-La morcilla, ¡oh la morcilla! ¡Por la morcilla sobreviviremos los que sobrevivamos (…) Y ante todo, ¿sabe usted, Avito lo que es la morcilla? (…) Pues la morcilla se llama, amigo Carrascal, a lo que meten los cómicos por su cuenta en los recitados, a lo que añaden a la obra del autor dramático (…) Por esa morcilla, sobreviviremos, morcilla, ¡ay!, que también nos la sopla al oído el gran Apuntador” (p.54).

Don Fulgencio apunta aquí los temas unamunianos de la dependencia del personaje de su creador, que más tarde desarrollaría en Niebla.

Apolodoro, el futuro genio, presunto protagonista del proyecto educativo, pero no por ello aparece más definido que los demás. Ni siquiera tenemos un a descripción física suya. Es presentado como un tonto, como un pedante, resultado de una confusa educación. Desde su nacimiento se ve condicionado por su nombre y por el destino que ha decidido su padre para él. Con el tiempo acabará sufriendo un doble fracaso, como escritor y como pretendido amante de Clarita. El final será el suicidio.

La influencia materna (amor) pugna por prevalecer sobre la paterna (pedagogía). La madre, el amor, el instinto y la naturaleza contra el padre, la ciencia, la pedagogía y la razón. Clarita le rechaza y ha fracasado como escritor. Las ideas del padre no le sirven, no le queda otra salida que el suicidio.

Apolodoro es un producto del fanatismo de su padre, genio abortado y víctima indefensa, más humano y creíble que su padre, don Avito. Es un personaje abúlico, indolente como Antonio Azorín o Fernando Osorio. Apolodoro está afectado por el “mal de fin de siglo”, tan propio de los personajes del modernismo.

Los personajes femeninos (Marina, la madre; Clarita, la amante; Edelmira, esposa de don Fulgencio y Petra, la criada) tienen poca relevancia.

Marina, la madre de Apolodoro, es la antítesis de don Avito. Encarna el instinto, la vida, la pasión y representa la tradición, la intrahistoria del pueblo dormido en su fe. Influye en su hijo Apolodoro, a quien bautiza en secreto con el nombre cristiano de Luis y le da los besos y caricias propios de una madre; mientras don Avito procura ir imponiendo a su hijo una formación basada en la razón. Pero la influencia de la madre es definitiva.

Al final, también, don Avito cae en los brazos de Marina. Pierde don Avito por un momento la confianza en la ciencia, en el progreso y se refugia en la tradición. La novela termina cuando Marina besa la ardorosa frente de su marido mientras grita: “¡Hijo mío! Y él responde: “-¡Madre!- gimió desde sus honduras insondables el pobre pedagogo, y cayó desfallecido en los brazos de su mujer.

El amor había vencido” (p.146).

Algunos críticos- dice Anna Caballé- han querido ver “el triunfo del amor frente a la ciencia en la novela, interpretando literalmente la última frase del cuerpo central de la obra: “El amor había vencido”4. Y no parece que el amor triunfe, pues el suicidio de Apolodoro-Luis, después de su doble fracaso sentimental e intelectual y la inconsciencia machacona de don Avito, que una vez recuperado del impacto de la muerte de Apolodoro-Luis, pretende repetir la experiencia funesta en su futuro nieto. Todo esto no permite pensar que el desenlace de la novela suponga un triunfo del amor.

Por otra parte cuando en el epílogo, Unamuno retoma fugazmente a sus personajes, se nos informa que la tragedia del funesto pedagogo no es absoluta, pues la noticia del futuro nieto permitirá a don Avito reanudar sus ideales educativos y con los mismos resultados, cabe suponer, por más que don Avito quiera enmendar su postura: “Le educaré, sí, le educaré, le educaré con arreglo ala más estricta pedagogía, y no habrá don Fulgencio ni don Tenebrencio que me le eche a perder (…). Le educaré yo” (p.136).

Clarita es un personaje superficial, pragmático y vulgar, que elige a su novio por simple cálculo.

Edelmira-Mira- esposa de don Fulgencio, es el retrato de la mujer dominante. Considera a su marido un charlatán y desprecia sus filosofías.

Petra, la criada, es el personaje que más hondamente sintió la muerte de Apolodoro y esto sirve “para que se vea que la mayor rudeza de inteligencia y de carácter puede ir unida a la mayor profundidad y ternura de sentimientos” (Epílogo, 135).

Menaguti (Hildebrando F. Menaguti) es un personaje secundario, caricatura del esteta modernista, melenudo, iconoclasta, que había de estimular la creación poética de Apolodoro.

Federico, el novio de Clarita, es otro personaje tipo, que nos recuerda el hombre-voluntad, el superhombre nietzscheano. Contrasta con la falta de voluntad de Apolodoro.



El estilo: Estamos ante una farsa trágica en la que se critica la manía pedagógica sacada de su justo medio, mediante una técnica narrativa deformadora e hiperbólica. Se combina lo humorístico y lo serio, presentándonos a los personajes como víctimas de su propio fanatismo. Se usan tecnicismos científicos con intención irónica y burlesca.

Hay una sencillez expresiva, con una clara voluntad antirretórica y un predominio del diálogo.

Observamos también, un juego literario de gran originalidad a partir de los componentes paratextuales (prólogos, epílogos y Apuntes para un tratado de cocotología) que acaban participando en las claves interpretativas de la novela a pesar de ser ajenos, en apariencia, al desarrollo argumental de la obra y dotan a la novela de un carácter metaliterario.

Finalizada la novela con la muerte del pobre Aplodoro-Luis, Unamuno sigue dando vida a sus personajes en el epílogo, que lamentan la muerte del infortunado protagonista. Pero será don Fulgencio, quien visitado por Unamuno e interrogado por el autor no ha querido manifestarse acerca de la muerte de Apolodoro: “Se me mostró muy afectado y dolorido y me dijo: ¡Pasemos a otra cosa!” (p.1459. Y al manifestarle Unamuno la necesidad de original para completar la novela, don Fulgencio le entrega u pequeño diálogo titulado “El Calamar” y los “Apuntes para un tratado de cocotología”, que Unamuno ofrece a continuación. Estos “Apuntes…” son una parodia de los tratados científicos al uso, con prolegómenos, historia, razón de método, etimología, definición y con las ilustraciones pertinentes.

El apéndice final, también está dedicado a don Fulgencio, que “sigue pensando en escribir un extenso Tratado comparativo de Cocotología racional en dos tomos” (p.167); y hace referencia al descubrimiento del sexo en la cocotta vulgaris, o pajarita de papel ordinaria.

Hace un guiño al ascenso del fascismo (estamos en 1934) con una ilustración en la que una pajarita contempla una puesta del sol en la mar con una svástica sobre una greca que simula las olas del mar.

Concluye, pues, el autor arremetiendo contra los “pedantes investigacionistas, que no investigadores. Tengamos la fiesta en paz, y ahoguemos en amor, en caridad, la pedagogía.” (p. 177).



Significación:

El final del siglo XIX había vivido un gran auge de los procesos científicos y Unamuno se propone caricaturizarlos. Por lo tanto Amor y pedagogía es una burla cruel contra el cientifismo positivista, que exclusivamente pretende regir la conducta humana por las leyes naturales.

Como figura grotesca, bufa muestra a don Fulgencio de Entrambosmares, que como su apellido indica, se mueve entre la filosofía escolástica y la liberación por medio del absurdo. Sus cavilaciones filosóficas quedan resumidas- como se ha dicho- en la teoría de la “morcilla”. Sostiene don Fulgencio que el ser humano es un actor que representa un papel impuesto y lo más importante para él es el momento en que puede meter una “morcilla”. Esta teoría será llevada a la práctica por su propio discípulo, que, al ahorcarse, introduce un elemento que no estaba previsto en el texto dramático.

Al método científico infalible preconizado por don Avito se opone la función del sentimiento y del instinto como partes fundamentales del crecimiento intelectual. Esta faceta está representada por Marina, la madre, que vive envuelta en una niebla similar a la que, más tarde, rodeará a Augusto Pérez en Niebla.

El ensayo, “Apuntes para un tratado de cocotología” o ciencia de las pajaritas de papel, obra de don Fulgencio de Entrambosmares, en ella siguiendo el modelo de un tratado científico argumenta con todo rigor sobre tan ‘apasionante’ materia. Es un aclara parodia de los tratados de Ética, Lógica y Pedagogía que escribían los krausistas.

El prólogo-epílogo de 1934 está escrito en primera persona por el autor y con un estilo más demagógico que pedagógico. Si lo comparamos con el prólogo ficticio (de autor anónimo) de 1902, notaremos un cambio de estilo vinculado a la gravedad de las circunstancias históricas: la guerra “incivil” que se avecina.

Si la pajarita del “Apéndice” de 1934 declaraba el temor del autor ante el fascismo ascendente; el prólogo-epilogo sirvió al autor para manifestar su rechazo a la escuela laica, que la Constitución republicana pretendía imponer. Unamuno rechaza explícitamente una situación que desembocaría en otra forma de intolerancia.

El autor se pronuncia en este prólogo-epílogo contra la escuela única: “El niño es el Estado, y debe ser entregado a los pedagogos-demagogos-oficiales del Estado, a los de la escuela única (…) El pobre Apolodoro se suicidó. Haga Dios que no tengan que suicidarse- mental y espiritualmente, se entiende- nuestros Apolodoros” (p.19). Unamuno vislumbraba la guerra civil.

Amor y pedagogía supuso en 1902 un replanteamiento (innovación) a nivel formal y estructural del género novelístico.

Dice José-Carlos Mainer:

Esta novela “significa una ruptura muy personal en la línea del relato tradicional: existe desde luego un fondo realista (una clase media vista sin la piedad galdosiana), pero lo que destaca es la lucha de conciencias, y (…) el enfrentamiento de principios generales-ideología y práctica-, encarnados en voluntades humanas, pero sin que nada oculte el acuciante problema personal que el escritor ventila en el relato”5.

Así pues, tenemos una ruptura con los moldes narrativos realistas del siglo XIX y la incorporación al relato novelesco del paratexto (prólogos, epílogos, Apuntes, y Apéndice). Unamuno necesitaba hacer innovaciones en el género novelístico para reflejar los problemas de conciencia de sus personajes. Y una de las mayores innovaciones será la concepción de la novela como entidad abierta. Se trata de escribir una novela improvisando, “a lo que salga”, “vivípara”- como él decía- sin plan previo. Tal vez en el mismo sentido se pronuncia Baroja en el “Prólogo casi doctoral sobre la novela”: “La novela, hoy por hoy, es un género multiforme, proteico, en formación, en fermentación, lo abarca todo: el libro filosófico, el libro psicológico, la aventura, la utopía, lo épico; todo absolutamente.”6

El título Amor y pedagogía revela un conflicto, la imposibilidad de suprimir las reacciones primarias del hombre y de encaminarlas pedagógicamente para lograr una conducta guiada por los últimos descubrimientos de la sociología y de la pedagogía. Don Avito Carrascal: “Anda por mecánica, digiere por química y se hace cortar el traje por geometría proyectiva” (p.21); y este cientifismo lo quiere aplicar a la educación de su hijo Apolodoro.

Unamuno entabla en la novela una lucha contra el mundo rigurosamente organizado del saber científico, que al fin y al cabo, resulta ser un tema más del modernismo. El pobre Apolodoro resulta ser la víctima de los experimentos paternos. Don Avito, con la ayuda de don Fulgencio, lo educa sin dejar ningún resquicio para los sentimientos. El amor figura de comodín que desbarata todo el edificio basado en una pedagogía mal entendida.

En la educación de su nieto, don Avito manifiesta que no dejará ninguna oportunidad al amor, que todo será pedagogía pura. De este modo, amor y pedagogía volverán a ser términos antitéticos.

Será en la siguiente novela, Niebla, escrita en 1907 y publicada en 1914, donde se dé la solución al conflicto ente amor y pedagogía. Así en el capítulo XIII de Niebla, Augusto Pérez se encuentra con don Avito en la iglesia de San Martín de Salamanca y éste le confiesa a Augusto Pérez que “la vida es la única maestra de la vida; no hay pedagogía que valga. Sólo se aprende a vivir viviendo, y cada hombre tiene que recomenzar el aprendizaje de la vida de nuevo”7 .

Por lo tanto, la conclusión final del conflicto entre amor y pedagogía será el triunfo definitivo del amor.

Por último hemos de destacar cómo Unamuno sigue dando vida a su personaje, fuera del ámbito novelesco de Amor y pedagogía.

En cuanto a las ediciones, además de las dos ediciones vida del autor (1902 y 1934) tenemos las siguientes:

Obras Completas, vol. II, Novelas, Afrodisio Aguado Aguado, 1958; Obras Completas, vol. II, Novelas, Escelicer, 1967; edición de José Luis Abellán, Novelas y cuentos, 1967; edición de Julia Varella, Alianza Editorial, Madrid, 1989; Obras Completas, vol. I, Turner, Madrid, 1995; edición de Anna Caballé, Espasa-Calpe, Madrid, 1996 y edición de Bénédicte Vauthier, Biblioteca Nueva, Madrid, 2002.



Bibliografía:

Baroja, Pío, La nave de los locos, Editorial Planeta, Barcelona, 1969

Fernández Larrain S., Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, Rodas, Santiago de chile-Madrid, 1972.

García Jambrina, Luis, >>Los antecedentes unamunianos de 1902. Nuevo mundo o la anticipación de la nueva novela<<, en Ínsula, 665, mayo, 2002.

Gullón Germán, El jardín interior de la burguesía: la novela moderna en España, 1885-1902, Biblioteca Nueva, Madrid, 2002.

Gullón Ricardo, Autobiografías de Unamuno, Gredos, Madrid, 1976

Mainer José-Carlos, La edad de plata (1902-1939), Cátedra, Madrid, 1986 (p. 44)

Martín Francisco (Editor), Las novelas de 1902, Biblioteca Nueva, Madrid, 2003.

Unamuno, Miguel de, Amor y pedagogía, Colección Austral, 141, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1944 (3ª edición).

-: Edición de Julia Barella, Alianza Editorial, Madrid, 2000

-: Edición de Anna Caballé, Espasa-Calpe, Madrid, 2002 (20ª edición)

-: Edición de Bénédicte Vauthier, Biblioteca Nueva, Madrid, 2002

Unamuno, Miguel de, Niebla, Edición de Armando F. Zubizarreta, Clásicos Castalia, madrd, 1995.



Madrid, 20 de abril de 2012




















1. >>Cartas de Unamuno a Candamo<<, en Índice, año XII, nº 114, junio de 1958. Carta del 16/01/1901

2 .Fernández Larrain S. Cartas inéditas de Miguel de Unamuno, Rodas, Santiago de Chile-Madrid, 1972 (p. 279)

3 . Unamuno Miguel de, Amor y pedagogía, Espasa-Calpe, Col. Austral, 141, Buenos Aires, 1944 (p. 127). Todas las notas textuales serán de esta edición, señalando la página.

4 . Unamuno Miguel de, Amor y pedagogía, Espasa-Calpe, Edición de Anna Caballé, Madrid, 2002. Introducción, p.20

5 . Mainer José-Carlos, La edad de plata (1902-1939), Editorial Cátedra, Madrid, 1986, (p. 44)

6 . Baroja Pío, La nave de los locos, Planeta, Barcelona, 1969 ( >>Prólogo<<, p. 17)

7 . Unamuno Miguel de, Niebla, Edición de Armando F. Zubizarreta, Clásicos Castalia, Madrid, 1995 (XIII, 152)

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