martes, 14 de junio de 2011

VALOR DE LA MEMORIA en Don Segundo Sombra (1926) de Ricardo Güiraldes




Lo primero que nos encontramos al comenzar la lectura de Don Segundo Sombra es la dedicatoria y nos interesa el contenido de la última frase: “Al gaucho que llevo en mí, sacramente, como la custodia lleva la hostia”1. En esta Dedicatoria Ricardo Güiraldes muestra su simpatía, su predilección por el gaucho, quizá porque ya está desapareciendo de escena , como escribe en “El Cencerro de cristal” de 1915, “Al hombre que pasó”:
“Pero hoy el gaucho, vencido
Galopando hacia el olvido,
Se perdió”
Y pretende que sus valores pervivan, como apuntó Lugones en su elogioso artículo publicado en el diario bonaerense La Nación del 12 de septiembre de 1926, nada más publicarse la novela. Lugones viene a decir que la exaltación de las virtudes del gaucho era, en realidad, una exaltación de las virtudes y del espíritu nacionales, porque “el carácter gaucho se ha adaptado, como el país, a las nuevas condiciones de la civilización, lo cual prueba que es capaz de subsistir en ella”2; vemos, pues, un leve discurso nacionalista al que haremos referencia al final de este trabajo.
Pero para adentrarnos en la lectura de las memorias que escribe el gaucho, ya convertido en patrón estanciero, que constituyen la novela de aprendizaje, Don Segundo Sombra, veamos, de una forma somera, su argumento: Un muchacho innominado de 14 años, “guacho” (sin padre conocido), vive sin ilusiones en un pueblo de la pampa argentina y quiere vivir de verdad como un hombre libre, como un gaucho. El destino lo cruza con un gaucho de leyenda, Don Segundo Sombra, a quien el muchacho toma como padrino para que lo inicie en el duro aprendizaje de la vida gaucha. Pero este mismo destino que los unió, los separa, cuando con la muerte de quien se descubre que fue su padre (un rico estanciero), el gauchito innominado, ahora bautizado como Fabio Cáceres (hijo), tiene que asumir su nueva responsabilidad de estanciero y aceptar que Don Segundo se separe de él, empujado por su afán de soledad y de libertad.
Estamos ante una novela de iniciación o de aprendizaje (Un bildungsroman) en la que el narrador y protagonista es el mismo guacho, que habiendo heredado la estancia del padre, consigue adquirir cultura y competencia lingüística necesaria para contar su historia de aprendiz de gaucho, su proceso de guacho a gaucho.
Así pues, el momento del acto narrativo, el presente desde el que escribe sus memorias, es posterior a los hechos relatados: su adolescencia y juventud.
La voz narrativa, en primera persona, procede del Fabio “acajetillao” y esta voz emplea una lengua culta, que se separa de la lengua gauchesca de los diálogos. Sin embargo el que recuerda, no es el Fabio narrador, sino el Fabio de su periodo de guacho a gaucho, que rememora su vida ante un arroyo, un río y una laguna.
Por lo tanto la competencia lingüística es la de Fabio Cáceres, ya estanciero culto, pero la mirada, el que recuerda es el Fabio Cáceres contemporáneo de los hechos, es decir en su proceso de aprendizaje.
La voz y la mirada mantienen separados a los dos Fabios Cáceres entre los cuales se interpone la herencia de un nombre y de una estancia, la protección de don Leandro Galván y la amistad con Raucho, que reemplaza a Don Segundo en su nueva formación.
Esta escisión entre la voz y la mirada elude muchos conflictos a los que daría lugar una mirada culta en estas memorias.
Y aunque el final abierto de la novela no se narra la nueva vida del estanciero Fabio Cáceres, sin embargo queda representada en su propia escritura.
Pero el discurso narrativo, que relata las andanzas del joven Fabio Cáceres en compañía de su padrino, el gaucho idealizado, Don Segundo Sombra, se estructura en tres partes de diferente extensión:
1ª parte: Capítulos: I-IX; 2ª . X-XXIV; 3ª: XXV al final
Cada una de estas partes recoge los distintos periodos del pasado del narrador, que los va recordando y narrando en presente: “Gradualmente mis recuerdos habíanme llevado a los momentos entonces presentes. Volvía a pensar en lo hermoso que sería irse” (76), dice al final del primer capítulo, cuando todavía no se había encontrado con Don Segundo.
Estos dos tiempos pasado (el aprendizaje de gaucho) y el presente de la escritura correrán paralelos hasta encontrarse al final, cuando el narrador se identifique como patrón estanciero, que desde su presente comunica al lector la forma en que ha organizado sus memorias: “Está visto que en mi vida el agua es como un espejo en que desfilan las imágenes del pasado. A orillas de un arroyo resumí antaño mi niñez. Dando de beber a mi caballo en la picada de un río, revisé cinco años de andanzas gauchas. Por último, sentado sobre la pequeña barraca de una laguna, en mis posesiones, consultaba mentalmente mi diario de patrón” (309). En este párrafo del último capítulo resume el narrador-protagonista su vida, dando cuenta del profundo cambio que ha tenido lugar en su vida en virtud de la doble educación recibida: su transformación de “guacho” a gaucho, hombre cabal y libre, capaz de dominar la pampa y construir un futuro para su país.
En definitiva el “guacho” ha aprendido a ser hombre gracias a su maestro, padrino o preceptor, Don Segundo Sombra.
Terminado el aprendizaje de gaucho, el joven Fabio Cáceres retorna al pueblo de donde salió y bajo la tutela de dos nuevos maestros, Don Leandro Galván y su hijo Raucho, que sustituyen a Don Segundo, aprenderá, se formará en los nuevos quehaceres de su inesperada situación de patrón y narrador de su pasado.
En su nueva función de estanciero contará con la ayuda de don Leandro Galván, que será su tutor, pero en su proceder serán determinantes las enseñanzas morales de Don Segundo: “si sos gaucho en de veras no has de mudar, porque, andequiera que vayas, irás con tu alma por delante como madrina`e tropilla” (300).
Para poder escribir sus memorias el joven Fabio ha debido esperar unos años, hasta que mediante una educación libresca y viajera, tutelada por Raucho, se sienta capacitado para escribir sus memorias. En realidad todo este aprendizaje servirá para dar verosimilitud al discurso del narrador, pues no sería de recibo que, un gaucho, apenas letrado, se expresase con la corrección del Fabio Cáceres, ya gaucho “acajetillao”, como le dice Raucho.
Sin duda, Güiraldes, al haberse decidido por las memorias en la escritura de Don Segundo Sombra, logra la evocación de unos hechos en un hombre diferente del que los vivió, aún siendo gaucho.
Desde luego la doble naturaleza del narrador-protagonista- hombre culto/gaucho- es la que determina los diferentes tipos de lenguaje usados en la novela; por una parte una prosa literaria del narrador culto sin desechar las formas populares y gauchescas según la estrategia narrativa.
Fabio Cáceres evoca en sus memorias a Don Segundo Sombra, su padrino y narra su propia evolución desde la infancia hasta la juventud; su transformación de “guacho” en gaucho. Los tres núcleos narrativos, representan pausas retrospectivas, en las que Fabio, a los 14, 19 y 22 años hace el balance su progreso. En el transcurso de 8 años, que corresponden al periodo narrado, su personalidad va cambiando y cada fase nos muestra a un Fabio distinto, “guacho” a los 14, gaucho de oficio a los 19 y patrón estanciero a los 22.
El agua es el motivo estructural que enlaza los tres motivos en que se divide la evocación. La novela tiene una ajustada estructura externa: un primer capítulo que narra
la vida del futuro gaucho anteriores a su encuentro con Don Segundo; un capítulo final que presenta al protagonista ya hecho y con un patrimonio heredado de su padre, es decir proyectado hacia el futuro y 25 capítulos intermedios, los dedicados al aprendizaje de gaucho y a la búsqueda de su propia personalidad al lado de Don Segundo Sombra.
Y el motivo del agua- arroyo, río, laguna- preside su estructura externa. Cada nueva etapa de la vida del muchacho está señalada por la presencia de agua corriente en dos ocasiones y remansada al final.
En dos ocasiones el protagonista rememora su vida pasada junto a una corriente de agua: “En las afueras del pueblo, a unas diez cuadras de la plaza céntrica el puente viejo tiende su arco sobre el río” (69)- en el primer capítulo; y en la segunda parte, en el capítulo X, dice:”Mi vista cayó sobre el río, cuya corriente apenas perceptible hacía cerca de mí un hoyuelo, como la risa en la mejilla tersa de un niño” (143); y ya en el último capítulo: “La laguna hacía en la orilla unos flequitos cribados” (308), aquí es consciente que el agua es para él un símbolo del pasado, pero anuncia una nueva situación: el sedentarismo de estanciero rico, y por tanto la separación de su padrino, Don Segundo Sombra, la última prueba de esta novela de aprendizaje, su aceptación estoica de la ida de Don Segundo, su padrino, su Tata. Ahora tiene que pasar la más difícil de todas las pruebas y su rito de iniciación a la vida queda completo. Y el final abierto.
El retorno es un motivo básico, que hay que entender unido al mensaje que la novela se propuso, el retorno a la tierra argentina, al pago. Don Segundo retorna a su vida de gaucho, de cabalgar por el mar verde de la pampa, que muy pronto o ya estaba extinguido el oficio de gaucho por obra del progreso (los barcos frigoríficos permitieron exportar toneladas de carne a Europa). Don Segundo se pierde en el horizonte, como ya la había sucedido al gaucho Martín Fierro. Es la Argentina vieja, caduca que se va. Sin embargo Fabio Cáceres, forjado como gaucho, que conoce la pampa y sus necesidades, se establece como patrón y va a modernizar la explotación ganadera y por ende el futuro de la nación argentina. Este es, quizás, el mensaje nacionalista del cosmopolita Ricardo Gúiraldes.

BIBLIOGRAFÍA:
Barrera Trinidad (Coord), Historia de la literatura hispanoamericana, Tomo III. Siglo XX. Cátedra. Madrid, 2008.
Güiraldes Ricardo, Don Segundo sombra, (Edición de Sara Parkinson de Saz), Cátedra, Letras Hispánicas, (13ª edición), Madrid, 2009
-: Edición crítica de Paul Verdevoye Coord. Colección ARCHIVOS, Madrid, 1991
-: Edición de Ängela B. Dellepiane, Clásicos Castalia. Madrid, 1990


Madrid, 18 de mayo de 2011
Anastasio Serrano

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