jueves, 27 de junio de 2013

EJECUCIÓN DE LOS ASALTANTES DEL EXPRESO DE ANDALUCÍA

 José Sánchez Navarrete, ex oficial de Correos, que conoce las costumbres del correo y sus normas de seguridad, planea el asalto, junto con su amante José Donday, alias el “Pildorita”, por su afición a las drogas, al vagón correo del tren expreso de Andalucía, el día 11 de abril de 1924.

Al asalto se sumaron Honorio Sánchez Molina, cerebro y financiero de la empresa y dos personas de los bajos fondos de la época, Antonio Teruel López y Francisco de Dios Piqueras, tahúres profesionales.

Atracan el vagón correo y asesinan a los dos ambulantes de Correos, porque el narcótico que había preparado el “Pildorita” no hizo efecto o no tomaron la cantidad suficiente del vino que le ofrecieron. A continuación Navarrete, Piqueras y Teruel comienzan a abrir los sobres y paquetes en busca de dinero y joyas; pero con su nerviosismo olvidan los envíos de más valor.

Una vez recogido el botín, los bandidos saltan del tren, antes de que entre en la estación de Alcázar de San Juan, donde José Donday les espera con un taxi para llevarles a Madrid. El tren continúa su marcha hasta Córdoba, sin que la pareja de la Guardia Civil advierta nada.

Una vez que llegan a Madrid se reparten el botín en casa de Antonio Teruel, que vivía en la calle de Toledo. Navarrete se encarga de llevarle su parte al quinto miembro del grupo y cerebro del atraco, Honorio Sánchez Molina.

Descubierto el doble crimen en la estación de Córdoba, la policía comienza la investigación y dan con el taxista que los trajo de Alcázar de San Juan, indicándole a la policía el final del recorrido en la calle Toledo.

El sereno de la calle Toledo informa a la policía de la extraña actividad de Antonio Teruel e interrogan a su esposa y la llevan detenida a comisaría.

Antonio Teruel oculto en la buhardilla, ve cómo se llevan a su esposa, y, sintiéndose acosado, se suicida el lunes 24 de abril de 1924. La portera, que oye ruidos en la finca, avisa a la policía, que fuerza la entrada y encuentra el cadáver de Antonio Teruel con un tiro en la sien. En los tubos metálicos de la estructura de la cama de matrimonio, la policía encuentra escondido parte del botín del robo del tren expreso de Andalucía.

Pronto detienen al resto de la banda, sólo José Donday logra atravesar la frontera, pero se entregó en la embajada española en París.

Se celebra un juicio sumarísimo y se condena a muerte a José Mª Sánchez Navarrete, a Francisco Piqueras y a Honorio Sánchez Molina. José Donday se libra de la muerte con una condena de 30 años.

Eduardo Zamacois1, para documentarse sobre su novela, Los muertos vivos (1932), cuya acción se desarrolla en un presidio, pidió permiso para presenciar la ejecución de los asaltantes del tren expreso de Andalucía sucedido en 1924.

Los condenados eran tres: Honorio, autor intelectual, que tenía una tienda en la calle Hortaleza de Madrid, Piqueras, tratante de ganado y tahúr y el afeminado funcionario de Correos, José Sánchez Navarrete, hijo de un coronel de la Guardia Civil.

Antes de la ejecución pasaron la capilla en la cárcel Modelo de Madrid. Asistieron a la ejecución el citado Eduardo Zamacois y el también escritor Luis de Oteyza.2 A los periodistas se les había negado la entrada.

Siempre tenía acceso a la prisión la asociación centenaria, “Hermanos de la Paz y la Caridad”3, cuya misión era acompañar y consolar a los reos en el último trance. Allí estaban los reos Honorio, Piqueras y Sánchez Navarrete y había también una larga mesa como para un banquete surtida de fiambres selectos, dulces, pasteles y vinos generosos. En el centro de la capilla estaba el altar y celebraban la misa para los reos.

Los condenados comienzan a despedirse de sus seres queridos. Honorio pide perdón a su esposa e hijos. Piqueras, el tratante, hablaba de las ferias de Sevilla y de Badajoz, como si la ejecución al alba, no fuera con él.

José Sánchez Navarrete, el homosexual fue el coautor junto con Piqueras y Teruel, que se suicidaría días después, del asalto al tren Expreso de Andalucía; y el resultado fue el asesinato de dos compañeros, ambulantes de Correos. Sánchez Navarrete disparó a su compañero corpulento, que estaba avanzando con Piqueras y Teruel, ante la instancia de éstos.

Sánchez Navarrete, de unos 25 años, convertido en un guiñapo por el miedo a morir es visitado en capilla por un duque, que se disculpó por no haber venido antes a consolarle. Entonces Sánchez Navarrete- amante del duque- le ofrece una cigarrera de oro para que se acuerde siempre de él. Y Sánchez Navarrete profiere: -“Señor duque…Usted ha sido el único amor de mi vida”.

Después de esto ya entran en acción los verdugos, que eran dos: el de Madrid y el de Burgos, a quien la Dirección de Penales ordenó trasladarse a Madrid por si su compañero caía enfermo.

El verdugo de Madrid, largo, flaco, callado, era francamente desagradable, repelente. El de Burgos, que era más viejo, tenía su desparpajo y confianza en sí mismo. Era bajito, de barba y cabellos blancos y mejillas rosadas, recordaba a Víctor Hugo.

Los verdugos cobraban las ejecuciones aparte del sueldo, a diez duros. El verdugo de Burgos, que era el decano de los verdugos españoles, llevaba ya 58 ejecuciones y con las dos de hoy 60.

Ya estaban dispuestos los tres patíbulos. El primero en aparecer fue Honorio, el comerciante, que seguía gimoteando y sin encarar lo inevitable con valentía.

El verdugo de Madrid era quien debía ejecutarle, le invitó a sentarse y le sujetó los brazos y lasa piernas con fuertes correas. Honorio seguía lamentándose. El verdugo le tapó la cara y le colocó la ‘corbata’ fatal sobre la garganta e hizo girar la palanca, pero no acababa con la fortaleza de Honorio. Tuvo que intervenir el verdugo de Burgos (el decano) y dar una vuelta completa a la palanca y el reo sucumbió. El médico que estaba presente pudo certificar su muerte.

El segundo en ser ajusticiado fue Piqueras, el tahúr y valiente se encogió de hombros y dejó hacer al verdugo decano. Sacó del bolsillo la fotografía de su madre, la miró por última vez y cuando sintió el frío de la ‘corbata’ fatídica dijo: -“Señores…buenos días”.

A Sánchez Navarrete lo llevaron al patíbulo en brazos. Murió inconsciente. Decían que su defensor, el capitán Matilla, le había aplicado una inyección de morfina para que no sufriera inútilmente.

Una vez cumplido el fallo de la ley en la fachada de la cárcel ondeó la bandera negra y eran las seis en punto de la mañana.



BIBLIOGRAFÍA:

Oteyza, Luis de, Anticípolis, Ed. de BeatrizBarrantes Marín, Cátedra, Mzadrid, 2006

Reta Munárriz, Ramón, Hermandad de la Paz y la Caridad, Navarra, 2010

Zamacois Eduardo, Un hombre que se va, de. Renacimiento, Sevilla, 2011

Madrid, 26 de junio de 2013

Anastasio Serrano

1 . Eduardo Zamacois, Pinar del Río (Cuba), 1876, Buenos Aires, 1976. Cubano, aunque de ascendencia española. Se exilió después de la guerra civil a Argentina. Periodista. Colaboró en el semanario Germinal y dirigió en Barcelona, Vida Galante. Fue director de El Cuento Semanal y Los contemporáneos. Novelista, dramaturgo, conferenciante, hombre de letras en suma , cosmopolita y seductor
Autor, en una primera época, de novela erótica o galante: Punto negro (1897), Loca de amor y El seductor (1902).
Y una segunda época de novela realista: Memorias de un vagón de ferrocarril, 1924, Los muertos vivos, 1932, La antorcha pagada, 1935 y el libro de memorias titulado: Un hombre que se va (1964), reeditado por Renacimiento en 2011.

2 . Luis de Oteyza, Zafra (Badajoz), 1883, Caracas, 1961. Poeta primerizo en la órbita del modernismo: Flores de almendro, 1903, Brumas, 1905 y Baladas, 1908.
Autor de obras divulgación como: Galería de obras famosas, 1916, Las mujeres de la literatura, 1917.
Periodista de El Liberal y director de La Libertad, para este periódico consiguió una entrevista con el cabecilla del Rif Abd-El Krim. Iba acompañado, del que luego sería el famoso fotógrafo Alfonso (Alfonso Sánchez Portela). La entrevista titulada: >>Caudillo del Rif<<, salió con una fotografía de Abd-El krim, el día 8 de agosto de 1922.
Fue pionero de la radiodifusión en España. Fundó una de las primeras emisoras de radio en Madrid: Radio Libertad.
Autor también de libros de viajes: De España a Japón, 1927, Al Senegal en avión, 1928.
Como novelista publicó: El diablo blanco, 1928, Anticípolis, 1931, El tesoro de Cuauthémoc, 1932, La tierra es redonda, 1933.
Y un libro de memorias: Fichas de mi archivo, 1945
Al estallar la guerra civil tomó el camino del exilio.

3 . Esta “Hermandad de la Paz y la Caridad” tiene un origen bien peculiar, que no era otro, que el acompañamiento de los reos, que eran condenados a muerte en Navarra y ejecutados en Pamplona, aunque también existía esta Hermandad, y con el mismo cometido, en otras ciudades de España, como en la situación descrita en Madrid. Recientemente, en 2010, Ramón Reta Munárriz publicó el libro: Hermandad de Paz y Caridad. Ten valor y confía en Dios. Y según cuenta Ramón Reta en su libro los Hermanos de la Paz y la Caridad, además de acompañar al reo desde la capilla al cadalso, una vez ejecutado, recogían el cadáver y le daban cristiana sepultura . La Hermandad estaba formada por hombres de buena posición social y económica y su dedicación era a una misión, no bien vista, movidos por razones humanitarias. Las últimas palabras que los hermanos dirigían al condenado al pie del patíbulo eran: “Ten valor y confía en dios”, lema de la Hermandad.
Según estudios recientes los primeros servicios prestados por la Hermandad corresponden a una ejecución fechada en enero de 1757 y la última atención prestado a un reo condenado a muerte se produjo en 1957 en Pamplona.
Como compensación a la actividad de socorrer a los condenados a muerte, el Ayuntamiento de Pamplona en el año 1883 encargó a la Hermandad de la Paz y la Caridad que fueran los portadores de la Virgen de los Dolores, función que sigue realizando la Hermandad hasta nuestros días, inútil, felizmente, su primera misión por haber sido abolida la pena de muerte.

2 comentarios:

Maria dijo...

Terrible historia de principio a fin.
Saludos.

Anónimo dijo...

Buen relato